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Ambas hermana Hyuga estaban mirando y analizando aquella casa de colores oscuros y algo descuidada haciéndola luciar aterradora. Hiashi había heredado la casa de su bisabuela hace años pero apenas unas semanas atrás había encontrado los papeles.
El estaba mirando con orgullo la casa que había sido de casi toda la familia Hyuga y ahora era suya y dentro de algunos años de su hija mayor. La más joven de las Hyuga miró aquel vecindario, la mayoría de casas eran en tonalidades oscuras y bien cuidadas haciéndolas parecer un poco más agradables de habitar.
Pero había una que otra casa tan vieja que fácil de un portazo se caia en pedazos, notó cómo una anciana los miraba desde su ventana, una mirada de desaprobación a lo que logro ver con la poca luz que le daba en la cara.
Se abrazo a su hermana mayor quién también comenzaba a dudar de las “Dulces ancianitas”, ahora viéndolas más peligrosas que antes. La voz dulce de un hombre las hizo soltar un grito leve por la impresión.
El hombre era de tez pálida y sus labios se notaban ligeramente azulados, tal vez por el frío que hacía en ese momento. Sus orbes color rubí tenían un brillo hermoso y su cabello anaranjado brillaba por los rayos de luz. El hombre parecía muy amigable y joven.
Detrás de él había una joven que aparentaba la edad de la mayor de las hermanas Hyuga, su piel también era pálida cómo la del hombre. Sus labios estaban rojizos por el labial que portaba, sus orbes ___ estaban mirando las nubes mientras su cabellera ___ se movía muy ligeramente por el aire.
Cuándo su mirada se fijo en la peliazul le sonrió ampliamente pero está desvío la vista de forma muy rápida sintiéndose muy intimidada de la nada.
—¡Hey!, ¿Qué tal?—pregunto el pelinaranja mientras se acercaba al hombre—Mi nombre es Rem y ella es mi hija ____, es un placer conocerles. Vivo a unas cuantas casas de aquí y cuando me enteré que había nuevos vecinos decidimos traer un presente
—Oh... Gracias—Hiashi tomó aquél Pay de manzana con mucho cuidado de no dejarlo caer—Yo soy Hiashi y ellas son mis dos hijas Hinata y Hanabi
—Es un placer—dijieron al unisiso las hermanas
—Igualmente. ¿Piensan vivir aquí o sólo van a remodelar para venderla?
—Pensamos remodelar para poder vivir en ella
—¡Genial!, Si necesitas ayuda no dudes en llamarme a mi o a mi hija—el ojirubi se giro un poco para ver a la chica
