Capítulo 20

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(POV TARAN)
 
Me desperté sobresaltado, el movimiento brusco hizo que sintiese mi cabeza explotar. El cuello también me molestaba, al parecer me había quedado dormido sentado en una silla y apoyando la cabeza en la mesa de la cocina, unos de los pocos muebles que no estaban destrozados.

Me levanté dando tumbos y me dirigí a la nevera. El dolor de cabeza era realmente insoportable, pero eso no evito que abriese una nueva lata de cerveza. Llevaba dos días sobreviviendo a base de alcohol, pero ni por esas conseguía un poco de paz. Mi mente no me daba tregua, cuando no pensaba en Jara se me venían a la mente los peores años de mi vida en Brasil.

Mientras tomaba un sorbo de la lata miré la mesa. Juro que estuve a punto de llorar al ver allí el postre que había traído Jara aquella noche. Suspiré. No había nada que hacer, sabía que este momento llegaría, pero lo cierto es que no estaba preparado.

Con dificultad me dirigí a la planta alta de mi casa. Desde lo alto de las escaleras observé el estado de mi salón, nunca había estado de esa forma, me esforzaba en que todo estuviese perfectamente ordenado y limpio. Era una manía que había adquirido después de haber tenido que vivir entre la mierda durante mi infancia y gran parte de mi adolescencia. Ni siquiera me importaba eso ahora, tal vez es lo que me merecía vivir entre la mierda.

Fui a mi "despacho" y dejé la cerveza ya vacía en una mesa sin cuidado. Aparté dos de los ordenadores, escuché algo que se caía y se rompía, un teclado. Hice un gesto de aburrimiento. Sentado en mi sillón comencé a deprimirme nuevamente. Estaba sin camiseta, por eso pude ver el reflejo de su nombre en la pantalla negra del ordenador que quedaba frente a mí. Quería arrancarme la piel a tiras como nunca antes lo había deseado.

Abrí uno de los cajones y saqué un revólver y le quité las balas. Las conté. Solo quedaban cuatro.

Lo mejor sería quitarme del medio. Desde que había empezado con Jara mi mente se había calmado, todo había ido a mejor incluso podría decirse que era casi una persona normal. Ahora sin ella estaba perdido nuevamente, y no iba a poder seguir sin ella así que era una buena opción. Nadie me echaría en falta. ¿Héctor? Sí, estaría dolido un tiempo, pero él tenía a su mujer y su hijo. ¿Jara? Durante un tiempo puede que también pudiese sentir pena por mí, pero era joven y tendría tiempo para reponerse.

Volví a introducir las balas en su lugar correspondiente. Tendría que jugar una especie de ruleta rusa, era prácticamente imposible que no me tocase una. La hice girar. Puse el cañón del revólver en mi sien, lo noté frío. Aún así mi pulso no tembló. Apreté el gatillo y cerré fuerte mis ojos esperando alguna especie de impacto. Nada. Tragué saliva. Giré de nuevo y repetí el procedimiento. Cuando estaba a punto de volver a disparar escuché ruido abajo.

No pude evitar soltar una mezcla entre risa y bufido. Como se me podía haber olvidado. No tenía que tomarme el trabajo de provocarme la muerte, la familia de Jara tenía que venir en algún momento y le pondrían fin a todo por fin. No iba a oponer resistencia.

Bajé dejando mi arma encima del escritorio. No estaba quien yo esperaba sino Héctor. Fruncí el ceño, supongo que venía a advertirme y a intentar que escapase.

—Querían tu cabeza.

—Lo suponía. No me voy a negar. Sabía a qué me arriesgaba a ello cuando decidí estar con ella.

—Creo que no me has escuchado bien, alcornoque. Querían. —Eso me hizo fruncir nuevamente el ceño. No entendía a qué se refería.

— ¿Querían? ¿Ahora ya no? No entiendo. —Héctor negó con la cabeza.

—La has dejado embarazada y se niega a casarse con otro que no seas tú. Ahora dúchate, intenta parecer una persona decente porque tenemos que ir al hospital, va a nacer tu cuñado.

Saga Familia Gotti 6:  En tu mirada (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora