Capítulo 3: Enfrentamiento

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Bankotsu se encontraba de pie sobre la cima de una pequeña elevación de terreno. Su gran porte gallardo imponía presencia en cualquier lugar donde pisara, incluso en esa verde pradera entre los límites de la aldea y el bosque, sus fuertes brazos estaban cruzados sobre su pecho y sus profundos ojos azules permanecían cerrados, dejando al descubierto sus espesas y tupidas pestañas, su ceño fuertemente fruncido, era una clara muestra que se estaba conteniendo de lo furioso que se encontraba en este momento.

Estaba cabreado.

Y un aura densa y pesada que lo estaba rodeando como un halo oscuro emanando a su alrededor, lo comprobaba. Tan cabreado que su furia podría cortar el buen ambiente que se apreciaba a su alrededor.

Lo lamentaba por el viejo decrépito del feudal y su estúpido sirviente que estaban a su lado, bueno no a su lado, más bien a una distancia lo más alejada y prudentemente posible que podían estar, sin tratar de demostrarle que en serio le temían. El miedo era poco comparado con lo que el mercenario les provocaba.

Pavor.

La sensación de angustia provocada por la presencia del peligro que el monstruo representaba, era nada comparado con la del joven guerrero. ¡Y cómo no! Si estaban completamente seguros que tras que el moreno abriera los ojos, eran hombres muertos; y el mismo pensamiento pasaba por la mente de Bankotsu.

Quería matarlos.

Degollarlos, cortarlos en pedazos, revivirlos con un par de fragmentos para volverlos a matar. ¡Ah si las miradas mataran...! Hubiera cadáveres regados por todos lados.

Pero se estaba conteniendo de provocar una masacre, y su ceño fuertemente fruncido era una muestra clara de ello, ese par de mequetrefes insignificantes no valían la pena.

¿Cómo había llegado a ésto? Ah sí, ya lo recordaba:

"En el par de días restantes para la luna llena, le compartieron detalles sobre su próxima víctima; supo entontes que el yokai pez vivía en las profundidades del inmenso lago que se ubicaba en medio del bosque, a orillas de una montaña; en una fortaleza bastante extraña: una cueva submarina.

Eso no era inconveniente, de hecho no le interesaba, puesto que lo pensaba aniquilar tras que salga del agua. Sin embargo el plan era que tenía que seguirlo cuando se llevara a la nieta del feudal a las profundidades. Aún así estaba de acuerdo en rescatar a las damas cautivas y divertirse con alguna, aunque mejor descartaba esa idea... ya que estando de esclavas de un demonio pez mujeriego, no deberían estar en el apogeo de un buen atractivo.

Sin embargo la gota que derramó el vaso y desató su furia; fue esa maldita chiquilla cobarde. Que según padecía hidrofobia. ¡Tenía miedo a nadar y por lo tanto temía ahogarse! ¿Quién en su sano juicio cree esa estupidéz? Al parecer todos. Menos él.

Se la tenía jurada a esa aldea, y deberían estar agradecidos que aún siguieran respirando. El plan inicial obviamente fracazó. ¿Y qué le quedaba?"

Aún no podía creer lo que estaba pasando. De hecho este era uno de los momentos en los que agradecía que su fiel escuadrón de subordinados mercenarios estuvieran muertos, descanzando en algún montículo de tierra, eso si es que el tiempo haya sido benévolo para con ellos en enterrar sus huesos esparcidos.

Oh si Jakotsu viviera... moriría nuevamente pero bajo otras cirscunstancias.

Estaba seguro que el sueño de su fiel hermano, era verlo vestido con un kimono..., femenino. ¡Y que decir de sus demás subordinados! Su liderazgo se pondría en duda y no lo respetarían.

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