Capítulo 19: Enredaderas del alma

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«Dejo este capítulo y me retiro lentamente...»

Naraku permanecía espectante, en ese templo en ruinas que a pesar de los años y las inclemencias del tiempo seguía en pie sirviendo de buen refugio, aún mantenía aquel espejo entre sus manos pero ya no usaba su poder.

Luego de artarse hasta el cansancio de ver esas imágenes especulares por medio del espejo y de renovar por completo su odio hacia esa mujer y a ese hanyo en particular, odio mutuo. Buscó a su fiel extensión Kanna para darle nuevas instrucciones, ahora que su marioneta favorita había vuelto y recuperado los poderes de su alabarda -no supo como pero tampoco le interesaba- lo aprovecharía y lo mantendría bien vigilado a partir de ahora, bueno siempre mandaba a un saimyosho para vigilarlo pero el muy audáz siempre se libraba de sus insectos; muy en el fondo pensó en la posibilidad de que aquel mercenario lo traicionaría y confabularía en su contra con algunos de sus muchos enemigos, por ejemplo... ¿qué haría si Bankotsu se aliara con Sesshomaru? ¡Ese sí que sería un problema! ese demonio era muy fuerte por sí solo y más con un guerrero de aliado, que llevaba consigo una buena tajada de fragmentos de Shikon, pero de inmediato descartó esa absurda alianza por el simple hecho de que el príncipe demonio era muy orgulloso y se bastaba él solo para enfrentarlo ¡y vaya que lo sabía bastante bien! ¡si hasta vino a enfrentarlo! luego de haber creído matar a la sacerdotisa Kikyo y arrojarla al río de miasma (gas venenoso y corrosivo que desprenden los cuerpos en descomposición, que Naraku produce) cuando al fin había completado su transformación en el monte Hakurei.

Pero en estos momentos estando tan cerca de completar la perla, tenía que planear muy bien su estrategia para apoderarse tramposamente de la misma, ¿cuántos le faltaba? ahora lo contabilizaría: los siete fragmentos de Bankotsu, dos del demonio lobo Koga, uno de kohaku y el faltante... eran todos los que le hacían falta a su colección, tan cerca de su objetivo, que no podía darse el lujo de dar un solo paso en falso.

Primero manipularía a sus enemigos y los haría flaquear ante él, antes de hundirlos en su propia miseria, se trataba de esos juegos sucios que él tanto disfrutaba observar desde las sombras, ver el sufrimiento ajeno era un regocijo... luego Bankotsu entraría en acción para aniquilar por completo a su más odiado rival quitándole aquella odiosa espada, entonces sí y solo así se desharía del guerrero y recuperaría esa gran adquisición tan bien invertida, el demonio lobo no representaba problema alguno, el fragmento faltante lo descubriría en instantes usando los ojos de esa sacerdotisa del futuro... y ya solo quedaría Kohaku, el niño exterminador de demonios.

Pero reconocía que ya lo había utilizado bastante, fue muy divertido matarlo y luego revivirlo para manipularlo a su antojo con un fragmento de Shikon; cuando le ordenó matar a su familia y amigos exterminadores de demonios, quedó complacido por encontrar a un fiel sirviente que obedecería sus órdenes sin replicar, tal vez tan servicial como Kanna pero igual de desechable como sus demás extensiones. ¿Podría recordar aquellas extenciones que había utilizado y desechado? Por su puesto, estaban Goshinki, Kageromaru, Juromaru, Muso.

Naraku estaba complacido con saber que en estos momentos, su extensión Kagura tenía en sus manos algo muy importante y bastante peculiar, algo que lo ayudará a encontrar el último de los fragmentos de la perla de una vez por todas y la principal causa por la que se internó en las profundidades de la sagrada montaña. La hechicera del Viento había estado muy ansiosa por abandonar la montaña para comenzar tan esperada misión. Ahora, él tenía que dirigir a Kagome, quien era clave para sus planes y guiarla hasta Kagura, pero para eso debía deshacerse de los estorbos que la acompañaban, aunque eso en realidad no representaba un gran obstáculo, sabía perfectamente como joderles la existencia.

Sin embargo, Kagura no tenía el don servial hacía él, solo lo obedecía porque literalmente tenía su corazón en sus manos, en cambio sí podría traicionarlo en cualquier momento; debía apresurarse y poner en marcha su plan o todo su elaborado esfuerzo sería una causa perdida...

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