Capítulo 14: Un día como hoy

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Parecía que estuvo corriendo durante horas... una, dos, tres o toda la noche, no sabía con seguridad. Las estrellas brillaban sobre ella, tan brillantes como siempre que se encontraba en la era feudal, así que supuso que estaba en mitad de la noche.

De repente, Kagome se detuvo.

Más específicamente, en un claro, que estaba entre medio de dos enormes montañas. Una figura que reconocía bastante bien, estaba frente a ella. Podía ver la larga trenza que caía en su espalda, y vio que hizo un leve movimiento de cabeza, mirando hacia un lado, la azabache no sabía si la había visto o no.

La noche cubría el cielo con su oscuro manto y Kagome no veía claramente, estaba muy oscuro. De pronto la figura inmóvil habló.

¿Creíste que no vendría?— Su voz se escuchaba ligeramente ronca a la que recordaba hacía un par de semanas.

Bankotsu salió de la oscuridad mientras hablaba, dando un par de pasos hacia el claro, la luz de la luna le dio de lleno en el rostro, tenía una sonrisa socarrona de lado.

—B-Bankotsu— la colegiala lo miró atentamente. El mercenario clavó sus ojos en ella, sus hermosos ojos azules resplandecían aún de noche.

—Estuve pensando mucho en tí— le confesó y esa sola frase le calentó el corazón a la joven.

—Yo también...— devolvió enternecida en un susurro, conmovida llevó sus manos a la altura del corazón, una sonrisa sincera se dibujó en sus labios, misma que se desvaneció segundos después.

—Hace días... me preguntaste si te mataría...— le recordó hosco
—si Naraku me lo hubiera ordenado— continuó seco, algo en su tono de voz alarmó a la joven, que de pronto la recorrió un estremecimiento de pies a cabeza.

—¡Eh...!— pronunció en un hilo de voz muy asustada.

—Kagome— la nombró fríamente —Naraku te quiere con vida, para que busques los fragmentos restantes. Por eso debo matarte... para arruinar sus planes.

—¿Q-qué...?— Kagome sintió desfallecer, de pronto el mundo se detuvo en ese instante, el aire escaseaba, ¡la voz no salía! sus palabras dichas se repetían como disco rayado en su cabeza, sus ojos solo enfocaban a su verdugo viendo su propia muerte en ellos, su piel era recorrida por un escalofrío, marcando con lava ardiente un antes y un después; aquel hombre en frente suyo, con quien vivió un momento inolvidable la usó y se aprovechó de su decepción sentimental; y ella, como la tonta que era cayó en su juego de seducción, aunque ¿de qué se sorprendía? Era un vulgar y vil asesino, ¡un mercenario! El más sanguinario vale decir.

Dejando de lado su estúpido momento de debilidad, reunió el valor que sabía no tenía y aún así decidió que era hora de detenerlo, de hacer, lo que debió haber hecho desde un principio.  —Yo... no voy a permitirlo— la azabache dio un paso al frente, en sus ojos antes acuosos por lágrimas se podía ver determinación. —No voy a dejar que me mates. Yo... yo te quitaré los fragmentos que llevas.

Kagome vio como la sonrisa retorcida del mercenario se ensanchaba, tornándose más siniestra. Con una mano en la empuñadura levantó su fiel alabarda, que había estado en el suelo anteriormente, la fila y ancha hoja de la espada brillaba por el reflejo de la luna, la peligrosidad de la situación hizo que la joven jadeara, pero no le demostró miedo.

Kagome llevó una mano hacia atrás, tentando su carcaj sacando una flecha y tensándola en su arco, ella tenía la ventaja de ver sus fragmentos y lo aprovecharía. Lanzó la primera flecha, dando inicio a la improvisada batalla, su energía espiritual que ponía en cada flecha la acompañaba, el poder purificador que emanaba chocó con la alabarda; a simple vista parecía un ataque fallido, pues el mercenario se protegió con su arma de la flecha sagrada que iba dirigida a su corazón. Lo cierto es que la flecha dio justo donde estaban incrustados tres fragmentos en el arma, estos volaron por el aire.

Encantos De Un MercenarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora