Capítulo 15: Reencuentro

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Advertencia: Este capítulo contiene lemon... si eres muy sensible a estos temas, no lo leas y espera el siguiente capítulo. XD

Rompieron el beso porque se les acabó el aliento, más no el contacto. Bankotsu la sostenía aferrado a su delgada cintura temiendo que cayera, mientras ella quien mantenía su abrazo en su cuello alzaba sus ojos achocolados a los safiros de él que apoyó su frente sobre ella; calmando las irregulares respiraciones.

El guerrero llevó una mano de la cintura de la joven a la mejilla de ella; esa simple pero delicada caricia había provocado dos sensaciones completamente opuestas en la azabache, quien se había quedado inmóvil, a causa de algún efecto del perfume natural que emanaba Bankotsu -y eso que él no usaba ningún tipo de fragancia-. Y lo único que logró hacer, fue levantar su mirada hasta llegar a fijarla en ese hermoso par de ojos azules. Pero el problema no fue únicamente verlo.

El problema había sido, sentir el contacto de las ásperas manos del mercenario que habían tenido que recorrerla por encima de la ropa hasta llegar a su mejilla, su tacto quemaba donde la tocaba. Empezando el recorrido desde su cadera, pasando por la curvilínea y delgada cintura, lo cual la estremeció por completo, despertanto cada fibra nerviosa, erizándole la piel. Subiendo unos pocos centímetros más arriba, Bankotsu pudo tocar apenas el contorno de los firmes y suaves senos de la joven, tan lentamente que le robó un gemido, y Kagome jadeó precipitadamente, alimentando la vanidad del mercenario por provocarla así de ese modo.

Pero luego de disfrutar el efímero trayecto de la suave caricia, Bankotsu posó la mano en el delicado cuello, afianzó su agarre, quizá con la intención de acercarla y de besarla nuevamente. Pero Kagome se tensó y él lo notó. —¿Qué te pasa?— cuestionó al perder todo contacto con la joven.

Kagome se apartó abruptamente de él, de pronto vino a su mente la visión que había tenido en su sueño: las frías palabras, la batalla, la mirada de odio, el filo del metal amenazando su cuello...  aunque esta vez solo era su fuerte mano; no pudo evitar sentir el acomplejamiento ante su presencia, haciendo renacer el rastro de inseguridad y miedo, que guardaba la joven.

—Te hice una pregunta— reiteró con voz ronca.

—¡Aléjate!, no me toques— intentó sonar molesta y que su tono sonara a orden, pero sin embargo se escuchó más a una súplica.

—Mhp— se burló sonriendo de lado —parecías disfrutarlo— le debatió, ocultando la molestia y decepción, que le causó el perder su calor entre sus brazos.

Kagome se incomodó ante el comentario tan directo, porque claramente podía darle la razón —Y-yo no debí venir— se dijo así misma tratando de convencerse, dando por terminado ese reencuentro y ese desliz que nunca debió iniciar.

Él la miró con interés —Kagome ¿qué demonios te pasa?— estaba empezando a exasperarse y a punto de perder la paciencia, en todo el maldito viaje la pensó en todo momento, y añoró verla; y justo ahora la tonta chiquilla le viene a decir ¿que no debió venir? ¿que no la toque? ¡Joder! Justo ahora quería hacer algo más que tocarla —Dime— exigió.

—¿Podrías dejar de fingir?—
murmuró al borde del llanto —se lo que planeas— con dolor reconoció aquello que la atormentaba y que tontamente se negaba a creer, aunque sería lo más lógico; así que no debía flaquear, él era un mercenario revivido, dependiente de fragmentos, quien debe ambicionar tener su vida sangrienta de vuelta y sin importar usar a quien se le interponga en su camino; ése era él y no debía fiarse del enemigo, porque eso era: el enemigo, y debía tenerlo en cuenta, su vida y la de sus amigos, estaba en juego.

—¿Qué se supone que planeo?— cuestionó intrigado entrecerrando sus ojos intentanto entenderla, pero solo la vio al borde del llanto.

"Matarme" Kagome pensó, conteniendo las ganas que tenía por derrumbarse a llorar
—¿Por qué viniste?— preguntó, mordiéndose la lengua al instante, ella ya sabía porqué y a qué vino, solo lamentaba ser tan tonta como para concederle el beneficio de la duda y venir a encararlo, si no hubiera venido, en estos momentos estaría con su familia compartiendo su cumpleaño; y no parada frente a un asesino y al borde de la muerte. ¿Por qué tuvo que venir y entregarse en bandeja de plata? Cuando justo ahora su instinto de supervivencia le insistía que tendría que idear algún plan para escapar. Inuyasha no vendría a salvarla de un peligro que ella sola se buscó. Tenía que huir y pronto.

Encantos De Un MercenarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora