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Monterrey jamás se había sentido tan lejano y desconocido para Jasper. Había partido de Hidalgo desde hace poco más de dos meses y no podía sentirse en casa, aunque su ocupación entrenando a un enorme ejército de neófitos lo consumiera día y noche.
María probablemente se encontraría odiando con todo su ser a Jasper, pero era algo que no le importaba; finalmente, había terminado perdiendo a la única cosa que le había hecho sentirse vivo en mucho tiempo: a Carlota.

—Esta semana nuestra patrona va a visitarnos. —María les anunció al enorme ejército con una carta en las manos— va a ponerlos a prueba a cada uno... Así que tendrán que dar lo mejor de sí mismos.

Los neófitos asintieron en silencio.

—Ahora, a seguir trabajando, Carlota llegará en tres días. —.

Jasper no supo como sentirse, por lo menos tenía una razón para no dejarlo todo y escapar, sin duda alguna. El tiempo se había pasado volando tal vez. Carlota estaba a horas de su llegada, Jasper estaba nervioso, demasiado.

—¿A qué hora llegará Carlota? Los neófitos están hambrientos y no podremos controlarlos por mucho tiempo. —Jasper cuestionó.

—Los neófitos salieron a cazar anoche. Me he encargado de ese detalle. —María había dejado que los neófitos se encargaran de sus decisiones.

Tenía un plan, y si salía como ella esperaba, muy probablemente no tendría que molestarse nunca más por perder Monterrey. Ella sólo había dejado que los neófitos decidieran. No quería tener que aparecer en las visiones de Fernando, era lo último que necesitaba.

—De acuerdo.

María no se permitiría el lujo de perder a Jasper, era su último recurso, y desde que ellos habían vuelto a Monterrey, el recuerdo de que Jasper era uno de ellos seguía presente en el anillo de plata que le había proporcionado Carlota. Tenía una piedra de color rojo, con un águila de plata tallada en la parte superior, y la inicial del vampiro, la letra "J".
Pero María sabía que era mucho más porque Carlota se había enamorado de Jasper. Ese era el detalle que más odiaba. Y del que más podría aprovecharse.

Observó a Jasper alejarse de su lado, y luego a uno de los neófitos aparecer.

—Todo está listo, patrona.

—De acuerdo. Ustedes ya saben qué hacer.

—Bien. Entonces me voy.

—Claro.

El neófitos volvió a irse, y María sonrió para sí misma. Definitivamente creyó que podría contra ellos.

Más tarde un automóvil de color negro se estacionó frente a la hacienda. La sorpresa de María fue enorme cuando observó sólo a Khaled bajar del vehículo.

—Khaled.

—María. —el muchacho la miró con sus orbes azules— lamento tener que llegar yo sólo. Pero Carlota ha tenido un inconveniente, y llegará pronto.

—Entonces creo que puedo comenzar a mostrarle el trabajo de nuestros hombres.

—Sería un placer.

Khaled se dedicó a seguir a María, y de pronto ambos se encontraron solos en el punto de reunión.

—Lamento que las cosas sean así. —replicó con una pequeña sonrisa de complicidad en el rostro, un fuerte chiflido salió de los labios de Carlota, diez neófitos aparecieron rodeando al rubio.

—¿Eso es todo? ¿Planean enfrentarse a mí? ¿Van a aprovecharse de la ausencia de Carlota? —.

El rubio soltó una carcajada.

—No podrán vencerme.

—No son sólo ellos. —otros diez neófitos aparecieron de pronto.

Aún así, Khaled volvió a reír.

—Bien, entonces, viendo su pequeño plan de valentía, hay que terminar con toda esta farza, les recuerdo que la eternidad es un tiempo muy largo... Si uno de ustedes me libera sabiendo que yo estaré en eterna deuda con él —el hombre mostró una moneda de plata— usaré un viejo truco de un viejo amigo... Esta moneda —alzó el objeto en el aire.

"Compadezco a todo aquél que se atreva a contradecirme, porque su final, se los aseguro, será de lo más espectacular. Así que quien tome esta moneda. Podrá estar seguro de que vivirá. —el rubio la lanzó al suelo— ustedes tienen la opción de elegir. Unirse a mí y jurarme no sólo a mí, sino también a Carlota, lealtad eterna... O morir como cualquier otro mortal. —.

Los neófitos se miraron entre sí, pero ninguno pensó en tomar aquella brillante moneda de plata. Habían sido convencidos de que iniciar una revolución les brindaría libertad, aunque no se mantenían consientes de una pequeña verdad. Habían sido convertidos para la guerra, y una guerra no podría ganarse sin un par de pérdidas estratégicas por más lamentables que fueran. Eran reemplazables, desechables, y en algún momento dejarían se servir.

Al menos Khaled era consciente de aquello. Pero también sabía que había oportunidades como la que él les brindaba. Su esperanza de vida crecería si fueran capaces pensar en trabajar en lugar de enfrentarse inútilmente a él. Khaled había estado viviendo por mil años, rara vez él podría tener el papel de tonto, y a diferencia de Carlota, él ya no tenía ni una pizca de corazón. A él le daba lo mismo ver o no morir a ese pequeño ejército de vampiros nuevos. Después de todo su familia y clan no eran ellos, y jamás tendría la osadía de proteger a nadie que no le importara.

Tal vez el hacer que los neófitos se enfrentaran a Khaled había sido el peor error que María había podido cometer en toda su existencia. Tal vez ninguno volvería a ver la luz del sol.

Moon - Jasper Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora