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Alice esperaba atenta en el salón de la residencia Cullen. Su mirada fija en la nada hizo a todos esperar una respuesta.
-Vienen hacia acá -anunció finalmente la duendecilla.
-¿En cuánto tiempo? -Edward preguntó mientras se mantenía al lado de Isabella en un extremo del sofá.
-Treinta minutos. -.
-Jasper, Rosalie, Emmett y Erwan llegarán pronto de la caza. -Carlisle observó a Alice- ¿Puedes calcular algo de tiempo?
La vidente se concentró un poco más.
-Menos de media hora. -.
-¿Por qué Jasper y Erwan les preocupan tanto? -Bella no estaba enterada de nada en realidad.
Pero si se había podido percatar de algo, había sido de la pequeña enemistad de ambos vampiros. No parecían tan cercanos, en realidad pocas veces los había visto interactuar, ¿Por qué la llegada de estos inmortales desconocidos le causaba incomodidad a todo el clan Cullen?
-Ellos tienen algo en común. -se limitó a decir Edward- eso es lo que nos preocupa... No sabemos si esa cosa en común pueda hacerlos pelear entre ellos.
-Ambos son peligrosos a su manera -mencionó Carlisle.
-¿No existe ninguna manera de que eso no suceda? -preguntó Bella.
-Es complicado -Esme le replicó con un poco de desánimo- ambos tienen algo que los une de una manera especial. Pero ninguno se muestra contento con ello.
Decidieron esperar, y al cabo de treinta minutos, escucharon el sonido de un auto estacionarse frente a la residencia.
-Están aquí... -Edward mencionó, pero era extraño, sólo podía leer una mente entera, la otra era sólo como un escrito muy vago que no podía leer enteramente.
-Sólo puedo ver un futuro. -Alice dijo confundida.
Escucharon el sonido del timbre retumbar por toda la casa.
-Iré yo -mencionó Carlisle con su tan característica tranquilidad.
El patriarca se encontró en la puerta en un abrir y cerrar de ojos. Con los orbes dorados observó al par de inmortales esperar frente a su puerta.
