❥Prólogo.

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Silencio. Es lo único que hay, silencio. Un inquebrantable e incómodo silencio.
No entendía porqué se seguía asustando, estaba acostumbrado a ello, estaba acostumbrado a la tranquilidad luego de una tormentosa lluvia de tiroteos fuera, cerca, al lado o lejos de su casa; simplemente, era normal en esos rumbos.

No podía reconciliar el sueño luego de haber sido brutalmente despertado, claro que no fue el único en levantarse alterado y con una pizca de terror en sus ojos al ser sorprendidos por los salvajes tiroteos que se daban en aquellos callejones de la ciudad; no sabían cómo llamar con exactitud esas zonas ¿Barrio pobre? ¿Zona roja? ¿Barrio peligroso? ¿El palacio de la muerte? A decir verdad, todos le quedaban de maravilla.

──── ¿Estás bien? ──── cuestionó con suavidad, había venido corriendo a la habitación de su hijo tan pronto empezaron los disparos. Sabía que su niño no los soportaba, le causaban pánico y lo último que ella quería, es que tuviera un fuerte ataque de pánico que quién sabe qué llegaría a hacer el menor bajo esos sentimientos tan horrendos.

Sin decir nada, asintió. Estaba aterrorizado, sí, y no entendía el porqué. Llevaba diez años viviendo en esos rumbos, diez años viviendo en una zona muy peligrosa, más aún así no se acostumbraba, le era imposible. Quizás fue porque en el lugar donde antes vivió, era realmente tranquilo, pero solamente pasó cinco años ahí, el número era menor, pero ¿Porqué? Era una pregunta que nunca lograría tener respuesta.

──── es normal ¿No? Estoy bien, mamá, en serio ──── aunque lo dijo, no parecía estarlo. El simple hecho de que hundió su rostro en el cómodo pecho de su madre, indicaba que estaba muy aterrado. Nunca tuvo traumas con los disparos como para tener ese comportamiento, supongo que aquel miedo era natural, digo ¿Quién no le teme a los disparos? Claro, descartando a los criminales y más sin embargo, muchos, por más rudos que sean, les tienen fobia. El sonido de un arma ser cargada es el sonido de la muerte misma.

Estuvieron un rato en silencio, intentando aclarar sus mentes y recuperar el sueño perdido. Preguntas sobre quién fue el desafortunado en morir hoy invadieron la mente de ambos, más sabían que no era la hora de pensarlo; mañana las señoras mayores saldrían a chismosear cual periódico escolar. Soltó un pequeño bostezo, por fin había logrado recuperar el sueño.

──── madre, te puedes ir. Estoy bien, de verdad. ──── culminó esa oración con una sonrisa apenas notable por la oscuridad.

La dama lo dudó un momento, más no dijo nada, confiando plenamente en su hijo. ──── está bien, corazón. Descansa. ──── y dicho eso, se retiró con suavidad de la cama, saliendo casi de inmediato por la vieja y casi caída puerta de madera que su hijo poseía en su habitación. Lo admitían, eran pobres.

Suspiró y dirigió su mirada hacia la ventana que ya hacia cubierta por una larga y gruesa cortina de color oscuro, por la cual se filtraba un tercio de luz lunar.

──── cálmate, Chuuya, has vivido aquí mucho tiempo, es normal para los barrios bajos. ──── se susurró a sí mismo, retomando la postura cómoda que tenía antes de despertar tan abruptamente. Cerró los ojos, pensó un poco en lo que haría cuando se levantase y por fin logró dormir.

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▩⃪ꦽ🌹Criminal🌻ꦼ̸ SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora