14.-

1K 101 86
                                    

El incesante sonido del timbre provocó un gruñido de disgusto de Emilio, quien estaba haciendo lo que más amaba en el día: Ver dormir a Joaquín.

Después de la pelea con su hermana que se escuchó hasta probablemente el departamento de al lado, Joaquín se había quedado dormido entre lágrimas y suspiros, llevaba ya un tiempo dormido pues el reloj ya marcaba las 3 pm. Emilio se levantó con cuidado de no despertarlo, el había notado que últimamente Joaquín no dormía bien y se le veía cansado, por eso al salir cerró la puerta del cuarto con mucha fragilidad, no quería que nadie espantará el sueño de su pequeño ángel.

El timbre siguió sonando cada vez más recio y Emilio maldijo bajito, ¿Quién sería? La madre de Aurora había venido por ella hace unas horas para llevarla a su casa a tomar reposo, Nikolas se había despedido hace un rato y Eli y Renata también.
Hecho un vistazo por el picaporte y suspiro fastidiado.

-¿Qué haces aquí?.- Preguntó rodando los ojos.- Joaquín está dormido

-Quiero hablar con el.- Renata paso por su lado ignorando olímpicamente el anuncio.- Por favor, dile que estoy aquí

Emilio río.

-Y más o menos, ¿Qué te hace pensar que voy a despertarlo solo para que termines de hacerlo sentir mal?.- La inspeccionó.- Hablaras con el otro día, ahora vete.- Abrió la puerta dándole salida.-

-No me iré hasta hablar con mi hermano, Osorio.- Enarco una ceja.-

-Emilio.- Corrigió.- Te he dicho que está dormido, déjalo descansar, ya ha tenido suficiente de ti hoy

Una pizca de remordimiento se asomo en los ojos de la castaña, pero desapareció rápidamente.

-Me porte muy mal con el hace rato, solo quiero disculparme.- Carraspeó después, mirando hacia otro lado.-

-Si, te portaste como la mierda y todos escuchamos

-Fue una mala idea que viviera aquí desde un principio, no se porque lo permití.- Lo miro mal.- Te has aprovechado de mi hermano

Algo latió con enojo dentro de el.

-Yo jamás me aprovecharía de nadie. Lo que ha pasado entre Joaco y yo ha sido consensuado, jamás podría lastimarlo de ninguna manera

Renata tiró una carcajada falsa.

-No digas mierdas Emilio, lo hiciste hace años una y otra vez

-Era un niño que no supo manejar las situaciones y actuó con pánico, tú lo sabes...

-Un cobarde.- Sonrió maliciosa.-

Los ojos del rizado se ennegrecieron de inmediato, mirando con coraje a Renata, aún así una sonrisa de medio lado apareció en sus labios.

-¿Cobarde yo?.- Río.-

-Tan cobarde como el bastardo de tu padre

-¿Por qué nos odias tanto?.- Preguntó neutro, caminando en círculos alrededor de ella.-

-Ustedes me arrebataron toda mi ilusión.- Escupió con odio.-

-Tú la entregaste solita.- Sonrió el rizado.- Nadie te pidió nada... Nisiquiera Diego

-No tienes ningún derecho a decir su nombre

Emilio podía jurar que Renata temblaba de furia, apretando los dientes para no escupirle en la cara.

-¿Sabes, Ren? Todos hemos escondido mentiras, pero al final del día estoy tranquilo porque se que ninguno de mis secretos han sido en contra de Joaquín, siempre ha sido para verlo bien

-Yo también lo quiero ver bien, es lo que siempre he querido

-Tu manera de preocuparte por el, da asco.- Sonrió.- Aún que si, he de admitir que también me da un poco de pena, por eso no te he juzgado tan duro

-¿Juzgarme tu a mi?.- Una risa brotó de su garganta.- No me interesa tu opinión sobre mi

-Tienes razón.- Afirmó.- Tal vez Diego si pueda, pero dudo mucho que en el infierno tenga el derecho de hacerlo

Una cachetada con odio impacto en la mejilla de Emilio, antes de volver a ver a Renata abrió y cerro la boca para reacomodarse un poco la quijada que la niña le había movido un poco.

-Largo.- La tomo del brazo, arrastrándola hacia la puerta.- Y no vuelvas a menos que Joaquín este dispuesto

Cerro de un portazo y tuvo que respirar varias veces para mantener la calma.

Bien, quizás se había pasado un poco de la raya hablando de Diego, pero el más que nada sabía que nisiquiera el salía limpio de todas estas mentiras que había tenido que esconder tantos años. Incluso en los últimos meses se aferraba a los recuerdos bonitos y decentes de Diego para no sentir rencor hacia su viejo amigo por sus actos.

Una voz en su cabeza le llamaba “hipocrita” constantemente, ya que lo que Diego había hecho el también lo hizo en su tiempo, pero claro que, Emilio era un niño de 17 años, aterrado bajo amenazas y una ex novia manipuladora, Dios sabía que jamás hubiera querido hacer aquello, ni tampoco dañar a Joaquín como lo había hecho.

En el fondo, el sabía que la muerte de Diego había desencadenado una bomba de tiempo que era inevitable que explotara pronto, llevando a muchos afectados consigo.

-¿Emilio?.- La voz de Joaquín lo trajo de regreso, mandándole una explosión de ternura al verlo rascándose sus ojitos adormilados.- ¿Todo bien? Te ves muy pálido

-Todo bien, bonito.- Sonrió.- Solo tengo hambre, ¿quieres salir a comer?

-Prefiero comer aquí.- Sonrió dulcemente.-

-Entonces pide lo que quieras.- Le dio el teléfono.- Iré a lavar los platos mientras

Se despidió de él dándole un beso en la frente y aspirando el olor de su pelo.

Mi destino eres tú; Mentiras piadosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora