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Azul y Emilio guardaron silencio todo el viaje, de vez en cuando Azul rompía en llanto y Emilio la abrazaba, llorando el también. María se había quedado en Canadá arreglando unos asuntos, pero juro alcanzarlos en unos días más.

En cuanto supieron de la muerte de su ex amigo ambos entraron en un trance de dolor y culpa, decidieron salir cuanto antes a México, querían darle un último adiós a Diego.

Las palabras e insultos que Emilio le dio a Diego por celos se repetían una y otra vez en su cabeza, incluso también los golpes que ambos se dieron, después de 7 años comprendió que nadie merece perder una amistad como la que ellos tuvieron por culpa de celos, pero siendo un niño de 17 años el no supo comprenderlo, ahora que era un hombre se lamentaba tanto el haber echado a la basura tantos años junto a su platinado amigo.

Cuando bajaron del avión una melancolía se instalo en sus sistemas, tenían tanto sin estar en ese país que ahora lo sentían ajeno, caminaron de la mano hasta encontrar un taxi fuera del aeropuerto, quien les pregunto amablemente hacia donde se dirigían.

Los dos iban vestidos de negro, Emilio iba vestido como lo hacía normalmente, y Azul portaba un pantalón negro con una blusa a juego, sus bonitos ojos se notaban cansados y su cabello enrredado, aún así se seguía viendo preciosa.

-¿Estás seguro que así se llaman los velatorios?.- Azul tenía su voz ronca.-

-Si, así me lo dijo Adrián.- Contesto serio.-

El chófer paro delante del lúgubre lugar, había unos cuantos carros y la vibra de dolor se sentía a 10 metros a la redonda, lo cual puso más triste a ambos chicos

-Aquí estamos, amigo.- Dijo Emilio, con la esperanza de que Diego lo escuchará desde donde quiera que estuviera.-

°°

Joaquín abrazaba el ataúd con todas sus fuerzas, sus brazos dolían al igual que su cuerpo por la incómoda posición en la que se encontraba, era comprensible después de estar más de 2 horas así, sin parar de llorar, rehusándose a separarse de Diego.

-Todavía sigo esperando a que despiertes, amor.- Sorbió su nariz.- Pero me estás castigando mucho, ¿Por qué no despiertas? Necesito que me abrazes muy fuerte...

Joaquín miraba el ataúd con esperanza, esperando como un milagro el momento en que se abriera y su novio saliera, con la sonrisa que lo caracterizaba y con esos labios rojos que lo volvían loco, pero eso nunca pasó.

-Te necesito mucho, Diego.- Sollozó.- Si estás con Dios, por favor pídele que me lleve contigo...

La sala tenía una cuanta gente ya, algunas sentadas y otras paradas, dándole el pésame a la madre de Diego y a el, mirándolo con pena cuando se aferraba más y más al féretro, Joaquín daba las gracias monótonamente, sin sentir agradecimiento o algo por estilo, el solo sentía un inmenso vacío en su pecho creciendo cada segundo más.

El castaño sintió el ambiente cambiar de un segundo para otro, su piel se erizo y el vacío se hizo mucho más profundo, se aferró más a la gran caja negra y entendió el porque se sentía así.

-Joaquín…- La rota voz de Azul lo llamó, el chico quedó en shock unos segundos para después levantar su vista.-

El shock lo noqueó más cuando vio a Emilio al lado de la chica, se veía cansado y con los ojos hinchados, cosa que le importó poco a Joaquín, quien sintió un coraje grande nacer desde su vientre hacia su garganta, casi provocándolo a vomitar la bilis.
Les dio una mirada fría, evaluándolos indiferentemente.

-Yo… lo siento mucho.- Azul le dio un abrazo.- En cuánto nos enteramos salimos volando para acá

Joaquín no correspondió el abrazo, solo se mantenía callado y serio mientras escuchaba sollozar a Azul en su oído, miró a Emilio con desprecio, le causó aún más coraje que el rizado ni siquiera pudiera sostenerle la mirada.

-¿Qué hacen aquí?.- Preguntó.- Yo no les pedí que vinieran, y Karla tampoco

Azul y Emilio se sorprendieron al escuchar la potente voz de Joaquín, su voz se escuchaba tan fuerte y rota a la vez, dirigiéndose a ellos secamente.

-Queríamos darle un último adiós a Diego.- Hablo Emilio.-

-Ustedes no son bienvenidos aquí.- Respondió Joaquín, mirándolos con asco.- Vayanse

Se dio la media vuelta, ignorando por completo a ambos chicos quienes lo miraban atónitos.

-Era nuestro amigo...- Hablo Emilio.-

Joaquín regresó a ellos, con los ojos enfurecidos. Los miro a ambos con coraje y respiro profundamente.

-Amigos.- Asintió con la cabeza, riendo secamente.- ¿Qué tu no eres la Azul a la que Diego llamo por semanas para invitarla a su celebración por su primer disco?.- Azul quiso hablar, pero Joaquín la detuvo.- Te ves cambiada, pero eres la misma. La misma chica que Diego estuvo buscando tantos dias, hasta que tus padres le dijeron que te habías ido a Canadá y que estabas viviendo con Emilio y María

-Era su mejor amiga.- Sollozó.- El sabía que algún día tomaríamos rumbos diferentes

-Si, eso lo tenía claro.- Dijo, con rencor y dolor en su voz.- Lo que nunca pensó fue que no pudieras despedirte de el decentemente

Azul se quedó sin argumentos, la culpa la carcomió viva cuando vio la foto de Diego atrás del ataúd, ahí estaba su amigo, sonriendo como siempre. Azul tomo la mano de Emilio fuertemente, éste le regreso el apretón, mirándola a los ojos.

Joaquín vio el acto asqueado, con la furia creciendo más y más dentro de el.

-Les vuelvo a pedir que se vayan.- Apuntó a la puerta.- Déjenme estar en paz con Diego estás últimas horas

-No nos puedes prohibir despedirnos de el.- Alegó Emilio.- No seas así, Joaquín.- Dijo al borde de las lágrimas.-

-Afuera de la sala está escrito el panteón dónde será enterrado, pueden ir cuando la misa acabe.- Se mordió el labio con enojo.- Está es la última vez que les pido que se vayan

Azul dio una última mirada a la caja negra, acariciando con la yema de sus dedos la madera bien tallada, unas cuantas lágrimas más salieron y Emilio la tomó de los hombros, guiándola hasta la salida.

Salieron de la habitación, sentándose en los sofás de la sala que estaba afuera, en la pantalla que estaba encima de ellos pudieron ver el nombre de Diego, el número de habitación en dónde lo estaban velando y el panteón dónde sería sepultado, Azul lloro unos minutos echa bolita en el sillón, Emilio acariciaba su espalda para ver si podía consolarla aunque fuera un poquito.

-Me voy al hotel.- Se limpió las lágrimas.- ¿Vienes?

-No.- Negó.- Iré a comer algo, ¿te llevo algo?

Azul negó triste, acomodando un mechón de su cabello atrás de su oreja. Se levantó del sillón y abrazo por última vez a Emilio, su amigo beso su frente y se despidió de ella.

El chico se quedó viendo hacia la calle unos minutos, recordando la mirada fría de Joaquín y como su voz sonaba casi como programada al hablarles.

Volteo de nuevo a ver la entrada de la sala de Diego, en la pared había unos letreros indicando el baño, la cafetería, y una capilla.

Emilio suspiró frustrado, dirigió su mirada al inmenso pasillo oscuro que llevaba hacia la capilla y sintió sus vellos erizarse, se encaminó hacia allá y sus nervios casi explotaban cuando vio las figuras enormes de santos por todo el pasillo, más allá de dar fe, daban escalofríos.

La capilla era un lugar pequeño con 5 bancas, en el lugar había un cristo cruzificado y muchas veladoras encendidas, sorprendentemente el lugar le trajo mucho paz a Emilio.

Se sentó en la segunda banca, indagando en sus pensamientos y tratando de recordar buenos momentos con Diego, una sonrisa se le escapó cuando recordó la vez que fueron al cine pero la película les aburrió tanto que se colaron a otra sala.

El sonido de unos tacones resonando con el piso se escuchó junto con un eco en el lugar, Emilio sabía quién era sin ni siquiera voltear.

-Saliste de las alcantarillas de Canadá, eh.- escupió la voz, en un tono rencoroso.-

-Ya veo que no fui el primero en salir de su escondite.- Río Emilio, sin despegar la vista del cristo.-

-Creí que teníamos un trato

-No fui el primero en romperlo.- Se levantó, caminando hacia las veladoras.-

-No tienes nada que hacer aquí.- Dijo la chica, sus labios rojos se torcieron en una mueca.-

-Diego era mi amigo.- Se encogio de hombros.-

-¡Y el era mi…- Las palabras quedaron al aire, causando un malestar en el estómago de Emilio.-

-¿Qué pasa?.-Rio sin ganas.- ¿Todavía no puedes decirlo en voz alta?

La chica controló su ira, se acercó a Emilio sin perder la compostura.

-¿No se te hace que llegaron demasíado lejos?.- Pregunto el rizado, enarcando una ceja.-

-El así lo quiso, yo no tuve nada que ver.- Sonrió, Emilio por unos segundos casi pudo notar un atisbo de dolor y tristeza.- Tu verdad ya no tiene lugar aquí, mentiste.

-Tu también lo hiciste.- Atacó.- Igual o peor que yo, aunque debo admitir que por el mismo fin

-Tu mentira no es mejor que la mía.- Lo miro enojada.-

-Cualquier mentira piadosa es eso, una mentira.- Recalcó.- Y cualquier mentira es mala, en cualquier circunstancia.- Sus labios hicieron una fina línea.- Y me ha tomado 7 años entenderlo

-Regrese aquí por qué el me lo pidió.- Levantó la voz, sin lograr intimidar a Emilio.- Regrese comprometida.- Levantó su mano, enseñando el anillo.- Con el pasado superado y con un buen hombre a mi lado

Emilio río hipócritamente.

-No puedes esconder la verdad para siempre, Renata.- Acarició su cabello.- El destino algún día exige cuentas

-Y las daré

Renata camino elegantemente, sin derramar ni una lágrima, con su cabello acomodado perfectamente y sus tacones avisando su pecadora presencia.

Se detuvo cuando Emilio hablo una última vez.

-Por tanto, dejando a un lado la falsedad, HABLAD VERDAD CADA CUAL CON SU PROJIMO, porque somos miembros los unos de los otros

Recitó el pasaje sereno, haciendo que Renata temblará unos segundos
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Capítulo mega corto, pero pa dejarlos pensando en lo que subo el otro.

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Mi destino eres tú; Mentiras piadosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora