Capítulo 8

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— ¿Es neta, Valdés? ¿Es necesario que invadas mi espacio personal? — Preguntó una Valentina muy exasperada.

— No es mi culpa que estés estorbando. Quiero terminar esto cuanto antes.

Habían pasado ya unos días desde que Juliana y su grupo de desenfrenadas hicieron su comida. Era ya miércoles, último día de castigo. El problema era que Valentina no se la ponía nada fácil. Pareciera que estuviera midiendo su paciencia y eso que era de bastante. Ese día estaba completamente nublado, el sol ni se asomaba. Había un 90% de probabilidad de lluvia según checó la futbolista antes de emprender el camino a las canchas. Cada día que pasaba era uno menos para el tan ansioso torneo. La ponía nerviosa y emocionada en partes iguales. El viajar a otro estado para ella era lo más aventurero que podría pasarle en esos momentos.

Faltaba poco para terminar, las hojas cada vez iban siendo menos. El único conflicto en ese momento eran todas las hojas que estaban sobre los árboles.
Así que la futbolista se puso en acción.

— ¿Qué haces, Valdés?

— Intentando subir, ciega. Es obvio.

— Quítate, soy más flexible que tú. Solo ayúdame a subir.

Juliana la miró alzando la ceja ya que eso lo entendió con doble sentido.

—Ash. Deja de verme así, pervertida — Dijo Valentina pasando de lado e hizo la misma acción de Juliana al intentar subir. La futbolista la siguió y puso una rodilla abajo y la otra flexionada hacia arriba para tener mejor soporte y por consecuencia la castaña también.

Valentina apoyó su mano en su hombro al mismo tiempo que su pie en el muslo, así pudo lograr su objetivo.

— ¿Ves? Fácil y sencillo. Ahora pásame la bolsa.

— Yo iba a subir, pero siempre te gusta llamar la atención.

Valentina rodó los ojos ante la contestación de Juliana.

— Pásame la bolsa — Insistió Valentina con un tono un poco más alto de lo habitual.

— Cuando me pidas las cosas por favor lo haré o baja por ella, como te sea más fácil — Contestó Juliana cruzándose de brazos.

En ese momento el tiempo se detuvo y es que no podía negar la belleza de Valentina Carvajal y subida en un árbol a la altura de unos dos metros y medio aproximadamente con una blusa de manga corta donde se le veían los hombros era la postal perfecta. Se veía demasiado sexy, pero era algo que nunca iba a confesarle.

— ¿Qué me ves, imbécil? — Preguntó la castaña desde las alturas desapareciendo el pequeño encanto que había provocado en la futbolista.

Juliana sonrió.

— Nada.

— ¿Es neta que no me vas a pasar la bolsa?

— Es neta, Carvajal. Hasta que aprendas a pedir las cosas por favor.

Valentina suspiró sonoramente mientras contaba mentalmente hasta diez.

— De acuerdo. Juliana Valdés, ¿podrías ser tan amable de pasarme la bolsa? — Guardó unos segundos de silencio. — Por favor.

— ¡Mira! ¿Ves que no es tan difícil ser educada? — Cuestionó la futbolista con un toque de burla.

Si los ojos de Valentina fueran pistola ella ya hubiera ido al cielo o al infierno muchas veces.

— La bolsa, por favor — Volvió a insistir Valentina perdiendo poco a poco la paciencia.

— Mmm... lo voy a pensar — Dijo Juliana haciendo su sonrisa más amplia.

Tesoro Eterno Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora