Capítulo 11

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— Juliana, no se te olvide.

— Sí, Juliana. No me olvides — Repitió divertida las palabras de su madre.

— Híjole, no prometo nada — Contestó fingiendo desinterés.

— Mamá, Juliana se va a olvidar de mí.

— Que no te quede duda.

Sintió un pellizco en el antebrazo derecho.

— ¡Auch!

— Este es por andar de graciosa con tu hermana — Dijo Lupe justo antes de irse a bañar —. Y este como recordatorio para que no se te olvide pasar por tu ella.

Juliana sintió un segundo pellizco, solo que este fue aún más intenso y duradero.

Hizo un gesto difícil de descifrar mientras se sobaba la piel que ardía por la agresividad mostrada por su madre, y es que a veces le encantaba hacerlas rabiar, sobretodo a su hermana pequeña, pero siempre había la posibilidad de recibir ese tipo de reacciones por parte de Lupe. Había veces en las que corría con suerte y podía escabullirse.

Ese gesto la transportaba años atrás cuando convivía con sus abuelos. Iban a comer juntos todos los fines de semana y graciosamente Lupe había aprendido esas mañas de su madre.

Juliana había sacado el humor de su abuelo, y es que ellos se llevaban bastante bien, se entendían a la perfección. Su abuela era más hogareña aunque la mayoría de las veces pellizcaba a su abuelo por algún chiste que hacía. Eran sus días favoritos, al llegar Lupe y ella le ayudaban a hacer la comida, su abuelo se encargaba de los postres.

Lamentablemente todo tiene un fin, y ellos llegaron a una edad muy avanzada. La futbolista recordaba perfectamente ese día, y no solo eso, también las sensaciones. Ese nudo en la garganta y esa presión en el pecho mientras las lágrimas salían incontroladamente. Una sensación muy fuerte. Tal vez por el hecho de que octubre se estaba acercando, solo unos días. Dos razones simples; el que hayan fallecido en ese mes y porque en ese mismo se celebra el día de muertos.

La tradición como cada año era ponerles una ofrenda. Pan de muerto, fruta, agua, dulces. A su abuela le ponían su pan favorito, mientras que a su abuelo le dejaban lo que más le gustaba... El tequila. Juliana todos los años los iba a visitar al cementerio y siempre platicaba con ellos. Si alguien la viera hablar sola se sacarían de onda al instante, y es que encontrarte a una persona hablando con lápidas no es algo que encuentres todos los días.

¿Los extrañaba? Sí, claro que los extrañaba, pero también entiende que es un ciclo y se debe aceptar de alguna u otra manera.

— ¡Julianaaaa! Se te está quemando — Sintió unos toques suaves en su brazo izquierdo.

— ¿Qué cosa? ¿Qué? — Salió de su trance.

— El hot cake, ve el humo que sale.

Actuó de manera rápida y concisa, pero ya no pudo salvar el panqueque.

— Yo no me voy a comer eso — Dijo Lu con cara de asco.

— ¿Y quién se lo va a comer?

— Pues tú, boba. ¿En qué estabas pensando? ¿Segura que sabes cocinar? ¿Cuántas veces se te ha quemado la comida? ¿También te quedas así de mensa en la escuela? ¿Te quemaste?

Juliana se sintió acribillada por su hermana, tomó aire y lo sacó lentamente.

— Pensaba en dejarte con tu verdadera familia. Sí, señor.

La futbolista pudo notar la cara de incertidumbre de su hermana. Disfrutaba esto y lo aprovechaba ya que Lupe no estaba.

— ¿Cómo? — Preguntó confundida.

Tesoro Eterno Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora