prologue

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UNA MIRADA penetrante se fijaba en ella, podía sentirlo desde la incomodidad de la cama en la que se encontraba postrada. Gritos lejanos retumbaban en su cabeza, la recorrían de izquierda a derecha y de arriba a abajo penetrando cada vez más en su organismo, ahogándose en ella.

Los murmullos que proliferaba eran inentendibles para cualquiera, incluso para el hombre que la miraba fijamente, con un semblante que intercalaba la preocupación con la seriedad.

Una bocanada ahogada provocó que la chica abriera los ojos encontrando un techo de ladrillo rojizo, sacudió sus manos al notar peso en ellas, unas cadenas las rodeaban.

— ¿Uh?— Su garganta seca no le permitió decir más, el hombre que la miraba se acercó a los barrotes.

— Ya has despertado, ¿recuerdas tu nombre?

— Annelise Wagner, señor.— El hombre frente a ella sonrió levemente desde el otro lado apoyando su frente en los barrotes.

— Me alegro de que lo recuerdes Annelise, ya era hora de que despertases, me tenías preocupado.— La rubia frunció el ceño levemente.— Soy Erwin, ¿no me recuerdas?

— No, lo siento Erwin, ¿somos amigos?— El comandante negó.— ¿Hermanos?

— Sí, pensaba que no te acordarías.— Mintió él.— ¿Sabes como has llegado aquí, lo recuerdas?— Negó moviendo ligeramente las cadenas que la ataban.

En ese momento, una mujer castaña, alta y con gafas interrumpió en el habitáculo su pelo estaba recogido en una coleta y vestía las mismas ropas que Erwin, lo miró y este disimuladamente le guiñó el ojo pidiendo que le siguiera el juego.

—Te diste un fuerte golpe, hermanita.

— ¡Nos tenías tan preocupados!— Exclamó la mujer metiendo su cara entre los barrotes metálicos.— Ante la mirada inquisitiva de la rubia frente a ellos, la mujer añadió:— ¡Soy Hange, Hange Zoe! ¡Me ofende que no te acuerdes de mí!

Frustrada, Annelise elevó sus rodillas y metió la cabeza entré las piernas:— Lo siento, Hange, no me acuerdo de nada.— Contestó desde su posición, su pelo mal peinado y desordenado cayó sobre su cara tapándola por completo.

Apartó como pudo el pelo y miró a Erwin, analizándolo de arriba a abajo con detenimiento, sus ojos azules, su pelo y su estatura, ambos eran bastante altos.

El escudriñado se rascó la nuca con nerviosismo disimulado mientras imploraba por un poco de suerte. Si la tenían, la chica desconocida frente a ellos creerían su historia, no se liberaría de las cadenas y no los mataría a ambos una vez hubiese tirado la puerta abajo. 

— Pues no nos parecemos mucho.— Soltó con simpleza. Comandante y Capitana se miraron con algo de sorpresa:— ¿Yo era más parecida a mamá?— Erwin juró que se había dado con un canto en los dientes, aquella duda fue hecha en el momento justo y sobre todo, necesario. Por lo que asintió con rapidez mientras observaba como los soldados de la policía militar se acercaban hasta ellos.

Abrieron la puerta con brusquedad:— Oh, Nile.— Comentó Hange sorprendida.— ¿Ya es hora?

El hombre se limitó a asentir levemente mientras se acercaba a Annelise, soltó los grilletes y la levantó de un tirón de la cama. En ese momento, la rubia observó sus manos —que habían permanecido cubiertas por los grilletes hasta ahora— y miró a Erwin con sorpresa, ¿por qué sus manos eran de metal?

— Andando Wagner.

— ¡Espere! ¡Erwin que es esto! ¡¿Y mis manos?!— Exclamó girando su cabeza para ver al Comandante con sorpresa, sin embargo no pudo mantenerse así por mucho tiempo ya que Nile Dock la arrastraba con fuerza hacia las escaleras.

Salieron del edificio y observó a su alrededor, una ciudad en una gran cueva sujetada por pilares de roca, miró sus pies al sentir el suelo, estaba descalza, pero al menos llevaba un camisón blanco que la cubría.

Nile la arrastró hasta un carruaje que tras salir de la Ciudad Subterránea paró frente a un gran e imponente edificio del que entraban y salían muchas personas con traje, vestidos y uniformes de alguna de las divisiones del ejército.

Sin soltarla, la llevaron por los brazos a una gran sala iluminada por tres grandes ventanales con dibujos en ellos, los miró reconociendo uno en concreto, lo había visto antes en las chaquetas de Hange y Erwin.

Desorientada, se encontró con la mirada penetrante de un hombre canoso tanto en pelo, barba y bigote, sus ojos hundidos y cansados le daban desconfianza a Annelise, que se sentía como un conejo perseguido por perros cazadores.

Nile la puso de rodillas con brusquedad y pasó una viga entre las esposas de la chica, dejándola indefensa ante tanta gente. Erwin y Hange no se encontraba con ella, los había perdido de vista al salir con Nile de la celda.

El canoso frente a ella se aclaró la garganta captando su atención, lo miró con miedo e incomprensión:— Annelise Wagner, se la acusa del asesinato de Eleonor Wallas.

— ¿Qué? ¿Quién?— Balbuceó sacudiéndose en un intento en vano de liberarse. Observó la sala con velocidad y por fin chocó su mirada con la de su hermano, que se mantenía impasible, a su lado Hange le dedicaba una mirada de pena.

— Mentir no te librará de tu condena. Sabemos que lo hiciste, pero queremos una confirmación tuya para poner fin a tu atroz crimen.

— ¡No he hecho nada! ¡Nunca he escuchado ese nombre!— Contestó la rubia con agitación, murmullos comenzaron a llenar la sala.

Erwin observó al hombre bajito y pelinegro que se mantenía recto al lado de su subordinada, este lo escudriñó al sentir la mirada. Asintieron levemente, esa era la señal del azabache para intervenir en cuanto tuviese la oportunidad y poder llevar a Darius Zackly a su terreno, permitiéndoles tutelar a Annelise y poder averiguar cuál era su procedencia.

Nile golpeó la barandilla de metal que había frente a él y segundos después la apuntó con su escopeta:— ¡No mientas Wagner! ¡Confiesa o disparo!

El hombre azabache saltó la valla que lo separaba de Annelise y con parsimonia se acercó a la muchacha, agarrando su pelo y haciéndola apoyarse en la viga.

— No lo hará.— La miró a sus ojos con impasibilidad, ella en cambio le dedicaba una mirada de pena y terror, dentro de su ser sintió una pequeña e ínfima pizca de lástima. Estaba indefensa, descalza y desorientada.

Los murmullos cesaron y sin dejar de apuntar a la mujer, Nile miró al hombre con rabia, pero él aún mantenía sus ojos fijos en la rubia, que comenzaba a gimotear del dolor, la soltó con brusquedad, Annelise intentó masajearse la cabeza, pero era imposible con las esposas.

— Si lo ha hecho no se acuerda y si no lo hizo mataríais a un inocente que tal vez estaba en el momento y lugar incorrectos.

— Nos ofrecemos a quedarnos con ella, puede ser de ayuda en las expediciones.— Intervino Erwin mirando al Generalísimo.— Y si se descontrola...

—... Yo me encargaré de pararle los pies.— Finalizó el azabache apoyándose en la viga de hormigón mirando a Darius con desdén.— Se integrará a mi escuadrón de manera inmediata, será una buena forma de no quitarle el ojo de encima.

Tras unos minutos deliberando, Zackly por fin asintió. Los gritos de Nile no se hicieron esperar.

— La decisión esta tomada.

super soldier ▭ levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora