XVIII

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2017,

Era una noche templada, las antorchas alumbraban ese pasillo alfombrado en plena intemperie, una de las dos castañas se encontraba rotundamente incómoda ante semejante imagen de la reunión. Tótems de figuras desconocidas en la entrada como si fuesen pilares sosteniendo un letrero con letras extrañas. —Cael, ¿a dónde me trajiste?— preguntó Alessa  intrigada y algo desconfiada —es una fiesta de inversionistas, cariño. Todos eran conocidos de mi padre y ahora son conocidos míos... Es parte de mis deberes como propietaria del imperio— contestó la heredera con una tensión imperceptible para Remart, dentro de Cael había un presentimiento bastante raro, era como una alerta o advertencia del mañana —Tienen figuras muy particulares aquí, ¿sabes lo que significan?— quiso saber la psicóloga —Mmh... Son jeroglíficos de diferentes culturas del mundo, los tótems son hechos por un artista, no recuerdo el nombre pero todo es con fines de decoración— en silencio, ambas dejaron sus abrigos y pertenencias a los enmascarados meseros, accesorios faciales que le parecieron más que curiosos a la sexóloga. —¿Es normal todo esto, amor?— nuevamente la heredera trató de ocultar su nerviosismo —son gente estrafalaria... No me sorprendería que hubiese un espectáculo de contorsionistas nudistas en el centro de la pista...— dijo  Cael antes de soltar una de sus risas, la pareja avanzó hasta estar completamente dentro del salón donde un cuantioso número de invitados ya se encontraban disfrutando de la reunión, vestidos de gala lujosos y cualquier cantidad de fortuna hasta en el mínimo detalle de ese convivio. —Cael...— de pronto, una voz felina y sofisticada pronunció el nombre de una de las dos castañas, la heredera y su novia fijaron su vista en la dueña de aquella singular voz. Para Alessa, el fastidio inició, la mujer observó a su pareja con el descaro más grande jamás visto y aunque el desagrado fuese más fuerte, ella misma admitía la belleza y sensualidad que desparramaba la mujer madura. —Señora... Es un gusto volver a verla, gracias por la invitación— educada y fría, cortante como siempre. Y ambos adjetivos no pasaron desapercibidos por la extraña mujer que tenían delante —¿No me vas a saludar como lo hace la gente decente?— insistió la desconocida, aumentando el disgusto de Alessa —El problema está en que yo nunca he sido una persona decente, señora... Mejor la presento, la hermosa mujer que me acompaña el día de hoy es mi pareja, la doctora Alessa Remart. Cariño, ella es una antigua conocida, una profesora más bien, Ronit Feld— casi de manera instantánea, la sexóloga sintió un espasmo de advertencia, era como si su sexto sentido hubiese despertado a galopes —un placer...— respondió con cortesía la novia de Cael, una frase que se alejaba a años luz de lo que realmente sentía —el placer es mío, doctora...— pudo percibir el rechazo inmediato y aquel creciente escozor desconocido. El tiempo transcurrió de la forma más lenta y sufrida posible, era como si dentro del reloj de arena, cada grano contase su historia de lluvias y rayos solares para moldearse y convertirse en esa pequeña parte del mundo. Para Alessa incluso, el tiempo se movía con mayor lentitud que un caracol en plena tormenta de sal. Aquellas miradas constantes e intensas de esa mujer Feld, le daban un presentimiento aturdido y oscuro que solo daban el preludio a un torrente de celos que era incapaz de descifrar con lógica y objetividad. Si bien por ahí el mundo dice que si se piensa mal, se acierta. Y lo que la hermosa psicóloga lucubraba no era para nada agradable.

—¿Ya nos vamos, Cael?— preguntó después de algunas horas, Remart ya no podía resistir un minuto más bajo esa tensión lúgubre —sí amor, solo dame dos minutos, debo atender algo con la señorita de allá, ¿la ves? Es una inversionista muy importante, necesito su perspectiva en un negocio. Ya regreso, solo dos minutos.— Cael caminó con firmeza hacia esa mujer que mencionó con anterioridad, dejando sola a su pareja. Por su parte Alessa sentía la imperiosa necesidad de marcharse de allí, se sentía por alguna razón ajena a su propio entendimiento, como una presa acechada por el más voraz de los depredadores. En otro extremo de la habitación, Cael estaba inmersa en una conversación algo extraña con esa misteriosa mujer —Fue un error venir acompañada, Cael. Y se agranda la equivocación con la presencia de la mentora. ¿Te das cuenta?— la heredera observó con cautela el lugar, intentaba ocultar la tortuosa sensación de preocupación latiendo en su interior —comprendo lo que quieres decirme. Sin embargo, aún no están las cosas con la total formalidad que le estás dando. Ahora bien, ¿qué querías decirme que necesitabas tanta discreción, Deborah?—  la incertidumbre no estaba hecha para Cael y mucho menos el absurdo secretismo. En un mundo como el de ella, el secretismo puede ser tan revelador como un grito —Ten cuidado. La inversión de la que te dije puede costarte el triple de lo que has ganado. La pérdida de capital puede ser mayor al total de la fortuna de toda tu vida. Recuerda que la prosperidad solo viene después del sacrificio y para ello necesito que comprendas que tu inversión corre el riesgo de perderse de vista, de desaparecer en un santiamén. Mañana puedo ir a tu oficina con algún borrador del negocio, así podríamos establecer un lazo más estrecho entre nuestra perspectiva y la inversión. Creo que ahora deberías retirarte, alejarte y disfrutar de una velada más íntima con tu pareja. Nos vemos mañana, debo ir a con... Bueno, debo irme— sin más, la señorita se marchó, dejó atrás a una heredera pensativa y confundida. Aquella plática le había resultado de lo más codificada y rara. ¿Pareja, negocio, inversión y pérdida? Parecía que tanto inversión como negocio eran sinónimos de Alessa. Pronto, Cael comprendió a lo que se refería... Alessa Remart estaba en la mira. Con la rapidez que ameritaba, Caum se marchó de ese sitio con la angustia verdadera y la paranoia más auténtica que había pisado alguna vez el suelo terrestre. En el silencio sepulcral de su análisis, la heredera se dió cuenta del grandísimo error que cometió... Había expuesto a su amada ante el catalejos de Sirrush, ahora su querida Alessa se encontraba con fecha de caducidad en su frente, todo gracias a su imprudente y estúpido descuido. —¿Por qué estás tan callada, mi amor?— preguntó la psicóloga con total interés —me quedé pensando en los pros y los contras de un negocio. No me había percatado de la cantidad de riesgos que puedo enfrentar si me descuido. Pero ya no importa, gracias al cielo nos pudimos retirar de esa aburrida fiesta. Desde pequeña las odiaba.— Cael sonrió con una naturalidad fingida, aún se encontraba estresada por lo que había hecho. ¿Y si le pedían a su adorada psicóloga como sacrificio? Daba más vueltas su mente, más vueltas que un resorte. Su cerebro parecía tomar vida propia y desarrollar piernas y brazos para huir de su cráneo. —¿Desde pequeña te obligaban a venir a estás reuniones? —no tenía opción, era eso o eso. Tener la vida que poseo, trae consigo una serie de obligaciones y normas que no cualquiera cumpliría, amor— confesó con una absoluta sinceridad. Poco sabía Remart del descabellado protocolo al que se debía someter la hermosa heredera para poder mantenerse con vida y a salvo —Ay, creo que ningún ser humano puede obligar a otro a privarse de su propia voluntad y hacer lo que dicta la convicción de otro...— libertad, la dulce libertad que Cael no tenía y que no tendría nunca —¿Qué te gustaría hacer ahora?— Caum procuró cambiar el tema —me apetece ir a mi casa y terminar lo que habíamos dejado pendiente en la tienda...— ¿Cómo podría decir que no? Se cuestionó la heredera, su carácter se debilitaba teniendo cerca a Alessa, se volvía de algodón y azúcar, se deshacía ante el chasquido de los dedos de su amada. Eso sin que ella pudiera palparlo con la certeza que presumía, era la entera entrega al alma enajenada de su preciosa pareja —me apetece lo mismo, un día de estos me volveré tan maleable que seré polvo lunar cuando lo pidas o estrella marina...—  confesó, era su manera de admitir el creciente amor que comenzaba a brotar de manera irracional desde su interior —yo solo quiero que seas tú, esa arrogante y hermosa mujer que me tiene a sus pies desde que entró a aquel bar— las dos castañas sonrieron con nostalgia al recordar aquel momento, aquel dónde el amor tocó el tejado y con sumo desastre, encendió el umbral de la hermosa catástrofe del vivir. Poco o nada, todo o mucho... Cantidades exorbitantes de sentimientos encontrados, memorias de viajes lejanos y la enorme búsqueda de similitudes entre una vida y la otra.
Alessa no dejaba de pensar en todo el infierno que tuvo que atravesar Cael para ser quién es. ¿Y si su madre le hubiese brindado un poco de amor? ¿Y si su padre no hubiese sido tan cruel? Ambas preguntas eran la constante, la imperiosa urgencia de saber el hubiera en la vida de su amada heredera.

SirrushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora