Capítulo 5. Chicken Little

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Samantha decidió no lavarse el pelo ni quitarse la coleta engominada que llevaba puesta pues quería salir de casa lo antes posible y dejar de pensar en como le habían dado plantón. La ducha fue rápida igual que la elección del outfit. Un vestido corto con estampado vichy en blanco y negro, sus zapatillas y la riñonera. No iba a arreglarse más. Se echó perfume y salió escopeteada de su cuarto afuera del piso donde le esperaban sus roommates. El camino al paseo marítimo donde se encontraban todos los locales nocturnos le pareció, esta vez, extremadamente rápido. Durante el trayecto no había hablado, ni tampoco escuchado lo que decían sus compañeros pues la rabia que sentía por dentro la mantenía ensimismada en su mundo. Era como estar sumergida bajo el agua. Por una parte, era consciente de que estaba en el planeta tierra, pues lo estaba viendo con sus propios ojos y notaba el peso del agua al moverse. Pero por otra parte, también estaba presente la sensación de aislamiento que siente uno bajo el agua, pues todo sonido que viniera del exterior se convertía en simples murmuros indescifrables. ¿Quieres dejar de pensar en eso? Se regañó a sí misma.

- Eh, Samantha – dijo Rob, sacudiéndole el brazo suavemente para traerla de nuevo al planeta tierra.

- ¿Sí? – dijo ella saliendo de su burbuja.

- ¿Quieres ir primero al pub o directamente al Freddy's con los demás?

Los demás. Habiendo tomado la decisión tan rápidamente, no había caído en la posibilidad de que sus compañeros de trabajo pudieran estar allí. Y si Jesús estaba allí, Rafa estaría allí. En el trabajo le había sido relativamente fácil aceptar como la ignoraba, pero en este ambiente le sería más difícil. ¿Tendría que disculparse? Pero ¿por qué? 

Al haberse decidido, suspiró.

- Al Freddy's.

Eligió ir directamente a la discoteca con los demás. Ir al pub a sentarse a tomar una cerveza solo le haría pensar más en lo que había pasado con ese tal Flavio y se pondría nerviosa por como tendría que actuar con Rafa. Nada, se dijo, a coger el toro por los cuernos. Ella tenía la esperanza de que el alcohol y la ensordecedora música se la llevaran a otro mundo en donde sus pensamientos no tuvieran cabida.

Al girar la última esquina para llegar al antro, vislumbró a los demás fuera del local. Al primero que vio fue a Rafa, que le quitó la mirada nada más verla. Samantha se resignó y suspiró pasando sus ojos a su otro compañero que seguramente estaría más contento de verla llegar. Cuando lo hizo, vio que a su lado estaba el mismo joven desgarbado que la otra vez, mirándola de arriba abajo. Samantha rodó los ojos.

- Hola – dijo Samantha con una media sonrisa a todos.

Después de las salutaciones, los demás empezaron a hablar sobre cuales serían las condiciones para el juego de beber de hoy. Pasaron solo unos minutos, pero Samantha, que no se había unido a la conversación, estaba harta. El chico de los tatuajes no había dejado de mirarla con intensidad, hecho que la estaba poniendo muy nerviosa, y Rafa, estaba haciendo todo lo contrario, su cara no se había dignado a girarse hacia su dirección ni una vez, era como si no existiera. Samantha no podía aguantar más.

- Oye, ¿podemos entrar ya? – preguntó un poco impaciente deseando que la oscuridad del antro la engullera.

- Sí, porque nos van a dar las tantas con la tontería del jueguecito ese. Vamos – dijo Jesús guiándolos a todos hacia dentro.

Bajando las escaleras se sintió más segura, fuera de la mirada o evasión de terceras personas. Mientras bajaba las escaleras y se apagaba los aparatos auditivos, pensó que tal vez había sido un poco borde interrumpiendo la cháchara de los demás, pero tampoco estaban llegando a ningún lado y de todas maneras, ella no necesitaría de ese juego esta noche. No pensaba permitir que su vaso estuviera vacío ni un segundo.

Oscuridad blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora