Samantha se despertó al día siguiente con la luz natural del exterior. Agotada de la noche anterior, había dejado que su cuerpo durmiera todo lo que quisiera. Cuando se incorporó en la cama, se sintió especialmente cansada, lo que venía siendo rutina estas últimas semanas. ¿Qué te pasa, Samantha?
Resopló y se pasó la mano por la cara retirándose los mechones que le caían sobre la cara. Su cabeza se volteó hacia el escritorio al ver algo brillar. Su móvil estaba en silencio pero se iluminó al recibir un mensaje. Se levantó despacio y dio dos pasos perezosos para coger el artefacto.
Flavio
13 llamadas perdidas
25 mensajes sin leer
Samantha volvió a depositar el móvil donde estaba y se fue al baño a ducharse ya que la pasada noche no había encontrado las ganas para hacerlo.
- Genial – murmuró con ironía la rubia al quitarse la ropa interior manchada.
Que le hubiera bajado la regla justificaba el exceso de cansancio de ese despertar. Con el ajetreo de estos últimos días, no había prestado atención al calendario y le alegraba saber que el estado anímico y físico con el que se había levantado no podía ser solamente atribuido a ese chico. Cuando terminó de ducharse se puso directamente el uniforme, aunque quedaran horas para empezar su día laboral, no creía que pudiera encontrar las ganas para volver a cambiarse. No puso mucho empeño en secar su pelo y se lo peinó y engominó en una coleta alta.
A continuación, se dirigió a la cocina para coger algo de comer. Cogió un plato hondo enorme y lo rellenó con galletas saladas, queso y fruta, no le apetecía cocinar nada. Se tumbo en el sofá y pasó las horas que le quedaban sin moverse de allí, viendo capítulos repetidos de los Simpson y comiendo. Cuando el reloj de la cocina señaló las 14:55h se fue a lavar los dientes rápidamente y se dispuso a salir.
Había intentado distraerse toda la mañana y no había pensado en Flavio, pero ahora, antes de salir le entró el miedo. ¿Y si estaba fuera? No era que tuviese miedo de él como persona, pero sí de los sentimientos que podría remover dentro de ella. Samantha nunca había sido de las que pierde la cabeza por alguien, ni tampoco de pasarlo mal por un chico, por esta razón, esta situación se le hacía realmente extraña. Le quieres. Eh... ¡no! Yo creo que sí. He dicho que no, ¡cállate!
No podía quererle en tan poco tiempo, ¿no? Es decir, así no funcionaba el amor, ¿o sí? Samantha era totalmente ajena a lo que estaba sintiendo en ese momento. No reconocía ese sentimiento ni esa intensidad. Se acordó de sus miradas perdiéndose en la del otro, de sus labios quemándose al rozarse y de la calidez que desprendían cuando estaban juntos. Para, para.
Abrió la puerta principal con miedo a encontrarse con él, la mayor parte de ella se encogió pensando que no lo quería ver nunca, mientras que una pequeña parte muy ruidosa gritaba que se moría por volver a verlo. Cuando salió afuera, no encontró a nadie. No encontró a nadie ni ese día, ni el siguiente, ni el día después... Las llamadas y mensajes del moreno, que la rubia simplemente ignoraba al no tener valor de bloquear su número, también redujeron en número y frecuencia. En esos días, se estableció una rutina básica.
Ella iba al trabajo y volvía a casa. Fin.
Se pasaba los días mirando series o escuchando música, no estaba de humor para salir. La relación con sus compañeros mejoró notablemente desde el día en que ella y Rafa tuvieron la charla. El cordobés había sido su salvador, pues Samantha sabía que era por él que la habían perdonado, por su paciencia y buena fe en ella. Le empezaron a hablar como siempre e incluso la intentaban convencer de que saliera de fiesta de nuevo con ellos, para despejarse.
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Oscuridad blanca
RomanceSamantha es una joven valenciana que trabaja duro para algún día currar de lo que de verdad le gusta, la música. Para ello, ha tenido abandonar su pequeño pueblo y aceptar un puesto que no le gusta nada en un lugar donde no conoce a nadie. El desco...