Cuando se despertó, la chica pudo abrir ambos ojos sin miedo a que le cegara la luz del exterior, pues esta vez se había acordado de cerrar persianas y cortinas la noche anterior. Se sentía descansada. Aún tumbada, estiró todas sus extremidades, desperezándose como un gato. Sin poder evitarlo, el primer pensamiento que le cruzó la mente fue la sonrisa de aquel chico. Después, sus ojos achinados. Y, por último, sus labios uniéndose en un cálido beso que deseaba no se hubiera acabado nunca.
Sacudió la cabeza para salir de ese sueño y alargó la mano para coger su móvil. Eran las 11:15h de la mañana de su día libre. Después de mirar la hora, enseguida buscó con el corazón en pausa el nombre del chico entre sus notificaciones. Pero no estaba. Le tocaba a ella hablarle a él, así habían quedado la noche anterior. Pero aún así se decepcionó. Ahora más tranquila, y con el corazón yendo a un ritmo normal, latiendo, decidió ponerse al día con toda la gente a la que había ignorado desde su llegada a Mallorca.
Llamó a sus padres, con los cuales estuvo 20 minutos hablando, intentando convencerles de que se estaba alimentando bien y de que le estaba empezando a gustar el trabajo. Después, hizo una corta video-llamada con el amigo que la arrastró hasta aquí para trabajar con la promesa de que se verían, David. Este le juró que el próximo fin de semana se verían sin falta, que él conduciría hasta donde ella estaba. Samantha asintió, pero teniendo en cuenta la larga lista de promesas rotas que llevaba este chico a cuestas, no podía tomarle la palabra al cien por cien. Samantha sabía que no lo hacía con maldad, pero a veces le gustaría que la tomara más en serio y que no se olvidara tan a menudo de que habían quedado.
Había un último chat al que debería contestar. Cuando llegó a casa la noche pasada, Samantha, haciendo caso a Flavio, escribió a sus amigos para decirles que estaba bien pero se había ido antes a casa. Ella decidió enviarle el mensaje a Jesús, el que siempre tenía una sonrisa para ella. No esperó por su respuesta y se fue a dormir. Es ahora en la mañana cuando lo abrió.
Jesús
[28/8 05:14 a. m.] Jesús: qué cojones haces sam???
Leer eso no le gustó, evidentemente. Le hizo sentir mal. Una parte de ella quería que ese mensaje solo fuera la respuesta a su irse sin avisar, sola. Pero sabía perfectamente que tenía algo más que ver. Tenía que ver con la mano dañada de Flavio y con el amigo camello de sus compañeros.
Samantha, aún tumbada, dejó caer su móvil a su lado y, mirando al techo, suspiró. ¿Se habrían enfadado con ella? Seguro creían que ella era la culpable, pues ya le habían visto con él un par de veces. Samantha había intentado quitarle hierro al asunto la noche anterior, pero Flavio estaba decidido. Ella no preguntó lo que había pasado, pero por la mirada de decisión y enfado del chico con gafas antes de desaparecer, y la mano maltrecha al volver... ella podía unir las dos ideas. La noche anterior, no quiso sacar el tema, pues de algún modo se había sentido protegida por él, y aunque la violencia no fuera la solución, no creía que el joven desgarbado se tuviera que ir de rositas. Ya no por haberle dado drogas cuando estaba en un estado de embriaguez obvia, sino por como asquerosamente la había mirado. Aunque esto, Flavio no lo sabía.
Inevitablemente, la cara del moreno sonriendo se presentó en su mente de nuevo y la acaparó, dejando en segundo plano el posible enfado que podría haber acontecido con sus amigos. Aunque quisiera, sabía que no podría pensar en otra cosa en todo el día, que hiciera lo que hiciera el chico estaría presente en su subconsciente. Como cuando en el instituto te gustaba mucho alguien y durante las clases solo podías pensar en esa persona. Y si ese alguien estaba en la misma aula que tu, la habías cagado, pues las lecciones del profesor ni siquiera eran registradas por tu cerebro. Solo eras consciente de la proximidad de esa persona, como si la gravedad pesara y cada movimiento que hicieras pudiera ser perceptible por la otra.
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Oscuridad blanca
RomanceSamantha es una joven valenciana que trabaja duro para algún día currar de lo que de verdad le gusta, la música. Para ello, ha tenido abandonar su pequeño pueblo y aceptar un puesto que no le gusta nada en un lugar donde no conoce a nadie. El desco...