3º Parte dos

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Llevábamos unos meses viviendo en la comunidad de Woodbury, el gobernador o como yo lo llamaba, Philip no me era de mucha confianza pues desde que llegamos se fue ganando a Merle haciéndolo parte de su ejército

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Llevábamos unos meses viviendo en la comunidad de Woodbury, el gobernador o como yo lo llamaba, Philip no me era de mucha confianza pues desde que llegamos se fue ganando a Merle haciéndolo parte de su ejército. Muchas veces trate de hacerle saber que esto no me daba buena espina pero mi tonto amigo no me prestaba la atención que hubiera querido.

Hace poco llegaron dos mujeres, al parecer la rubia estaba con Merle en el campamento de Atlanta. Ella le dijo que antes de separarse de ese grupo su hermano seguía vivo. Mientras todo esto pasaba yo investigaba cuando podía pues me habían puesto en vigilancia luego de que me encontraran husmeando alrededor de la comunidad. Claramente el idiota de Merle no me apoyo cuando me encerraron en casa como castigo por "conductas sospechosas''.

Un día me topé con la mujer morena que había llegado junto a la rubia, estuvimos hablando un poco pues ella no se fiaba de nadie pero al ver que compartíamos el mismo sentimiento me ayudó a buscar algo fuera de lo normal.
Tuvimos algunos encuentros cada ciertas noches para platicar hasta que de repente ya no la volví a ver. Al principio pensé que estaba investigando o tal vez se olvidó de nuestra reunión pero luego de no verla en días me preocupé. Te comenté a Merle por si el sabía algo de ella, al principio me decía que no tenía idea de donde estaba. No fue hasta pocos días después de tanta insistencia de mi parte me confesó que Michonne se había marchado de Woodbury.
No me enojé por su partida sino que me preocupé pues aunque me dijeron que le habían dado provisiones y un auto, no noté la ausencia de ningún automóvil. No creía que se hubiera ido tan repentinamente sin avisarme.

Ahora estaba recordando mi última discusión con Merle mientras los dos íbamos en camino a buscar un nuevo hogar.

—¡Merle! Por favor sólo huyamos de aquí—. Trate de convencerlo mientras él seguía dando vueltas por la habitación.

—Entiende que no podemos irnos. Yo me siento bien aquí, las personas no me ven sólo como un drogadicto. Siento que encajo aquí—.

—¿Así que te importa más lo que las personas piensen de ti a saber que es lo que realmente pasa cuando nadie ve? ¿Así es como quieres vivir? ¿Siendo el maldito perro obediente de ese hombre?—.

—Nada pasa aquí, todo esta bien. Tú eres la que esta actuando como una lunática desde que llegamos—.

—Bien, si no te quieres ir conmigo esta bien. No voy a obligarte a hacer nada que no quieras pero tienes que saber que yo me iré. No soporto estar aquí encerrada y quiero buscar a mi familia—.

—¿Y te irás sola? No puedes si quiera orientarte en el bosque, ¿qué si te pierdes? ¿Qué crees que pasará si te encuentras con malas personas? No tendrás a nadie para cuidarte, no estaré a tu lado para vigilarte—. Contestó mirándome frente a mí.

—Sólo quiero encontrar a mi familia—. Dije un poco afligida.

—Pues será mejor que lo olvides, lo mas probable es que estén todos muertos—. Sus palabras causaron que mis ojos se llenaran de lágrimas. —Ay por favor no empieces de llorona, tienes que crecer niña no todo es como un cuento de hadas. Tus padres no vendrán a rescatarte, recuerda que tu hermano lo quizo hacer y terminó muerto—. El puñetazo que le di en la cara no le dolió tanto como sus palabras.

Daryl Dixon One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora