💄• Grietas

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Mike Hanlon era un adolescente curioso, se cuestionaba el porqué de cada mínimo detalle de la realidad que lo rodeaba. ¿Por qué Bev simplemente no denunciaba los abusos que recibía por parte de su propio padre? ¿Quizás por miedo a quedarse sola? ¿Por qué Bill se dejaba llevar tanto por las críticas negativas de sus padres hacía él? ¿Por qué Ben era el que más burlas recibía de entre sus amigos? Y...

¿Por qué oía gritos enfadados provenientes de la vivienda de los Kaspbrak?

Detuvo el andar de su bicicleta un poco antes de pasar por delante de la casa. Su intensión no era oír la palabrería de Sonia, pues no se consideraba una persona chismosa, pero esos gritos lo tomaron desprevenido y eran algo... alarmantes.

"¡¿Acaso él te obligó a fumar?!"

"¡Erick me lo dijo todo!"

"¡Sabes que tus pulmones son sensibles!"

"¡No me sorprendería si te fueras con Richard y me dejaras aquí sola! ¡Eres igual a tu padre!"

La cabeza del morocho analizaba las oraciones con rapidez y aún así no lograba descifrar del todo el núcleo del problema, sólo contaba con el nombre del bocazas, quien al parecer formaba parte de ello. No había rastro de la voz de Eddie, pero era imposible que Sonia estuviese discutiendo con las paredes.

Lo último que escuchó fue el ruido sordo de una puerta cerrándose y las ventanas temblando.

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El día siguiente fue peor. Richie apenas había hablado con Eddie en toda la mañana, puesto que Abby seguía con su capricho de ocupar un lugar en donde nadie la soportaba. El menor ni siquiera había podido explicarle a su novio el porqué de su labial. Siempre acostumbraba a contar con detalle el porqué eligió tal color y diseño, aunque no todos los maquillajes tuviesen un significado tan profundo.

La única clase que tenían en común los días martes había sido pospuesta; lo bueno de esto, era que su horario escolar acabaría más temprano y podrían pasar algo de tiempo juntos antes de regresar a sus hogares para cumplir con sus tareas y ─en el caso del menor─ tratar de ignorar los delirantes regaños de Sonia.

El mismo parque alejado al que solían ir seguía vacío, sin un alma, pero con miles de insectos volando entre la brisa helada de Octubre.

Aún así, los viejos asientos de cemento nunca se encontraban demasiados fríos para la espalda de Richie Tozier, pero sí para la de Eddie.

─Ven aquí, Eds. Acuéstate sobre mí ─guiñó un ojo y sonrió─. ¿O prefieres el hermoso césped meado por perros haciendo cosquillas en tu nariz? ¿No es maravilloso lo que nos regala la naturaleza? ─dijo con sorna y acarició el pasto, el cual ya alcanzaba los cincuenta centímetros de alto.
Eddie se espantó cuando vio esto.

─¡No toques eso! ¿Y si es verdad que un animal hizo sus necesidades ahí? O alguien ─tembló, quizás por el frío, pero era más probable que fuera por el horror de sus propias palabras─. No te acerques a mí ─Rio y frotó sus manos en sus brazos con el fin de mantenerse tibio.

─¿Qué dijiste? ¿Acaso oí que quieres que te toque? ─se reincorporó en la banca para comenzar a acercarse al pecoso, quien mantenía una ceja alzada y una ligera sonrisa─. Ya te estabas tardando, honey.

La texture de tes lèvres💄|| Reddie [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora