capitulo 12

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— LEÓN ES LO MÁS —me dijo Rosario apenas empezaron a salir nuestroscompañeros del aula. Yo me había quedado ahí sentada con una sonrisa en lacara. Por un momento pensé "tengo que decirle algo", pero delante de todos,que seguramente nos iban a estar mirando, me pareció inabordable.

— Ey ¿Me estás escuchando? —me insistió Rosario. 

Asentí con la cabeza mientras la miraba de costado sin poder dejar de sonreír, yeso que lo había intentado.

Rosario me juró que no había dicho nada de "por cualquier cosa que necesites",pero no me importaba lo que hubieran escuchado los demás. Yo lo había visto decirlo. Talvez en mi cabeza.

Cuando por fin me paré, León ya se había ido. Y sí. ¿Qué iba a esperar? Yotampoco le debía mi vida. Caminé a casa escribiendo mentalmente un mensaje paramandarle. Hice, en esas cuadras, doscientas versiones. Todas distintas.

Y terminé sentándome en la barra desayunadora con el celular en la mano, sinalmorzar, sin sacarme el uniforme, mirando el wasap que él me había mandado, hastaque reescribí el mensaje por última vez y le mande un emoticón de un puño. Pulsé"enviar" y en el momento que vi la primera tilde me di cuenta de que no había vuelta atrás.¿Un puño? En mis primeras versiones le explicaba por qué no le había contestado antes yle decía lo importante de su gesto en clase, y en el momento de realmente escribirlo todose había sintetizado en un puño. No se puede contestar mucho a un puño. ¿Y para quéquería que me contestara? El único fin de mi mensaje había sido agradecerle de algunamanera. Y sí, buenísimo, un puño no agradece nada.

Me quedé mirando la conversación más corta del mundo, hasta que aparecieronlas dos tildes y en un momento más tarde las tildes se volvieron turquesa y aparecióarriba: León -en línea. No lo pensé, fue instintivo, salí del chat y dejé el teléfono sobre labarra desayunadora. Subí a mi cuarto, me saqué el uniforme y me puse un jean y unaremera de mangas largas celeste lavado, sin dejar de pensar ni por un segundo en elcelular abajo. No se podía contestar mucho a un puño. ¿Qué me iba a poner, un pulgarpara arriba? Busqué las converse rojas y me las puse.

Bajé pensando en qué podía comer y al pasar por la barra encendí el celular. Enwasap había un mensaje nuevo. Lo abrí. León me había mandado un puño de vuelta.Choque. O algo así. Un puño es como poner un punto.

Meneé La cabeza indignada conmigo y caminé hasta la heladera. Habían quedadounas empanadas de la noche anterior. Agarré una fría y la empecé a comer. Y saqué trespara calentar. Las puse en un plato, las metí en el microondas y esperé el minuto y medio,mientras terminaba de comer la fría. Recién ahí miré hacia el patio y vi a Minervadesesperada por entrar. Yo, la peor del mundo. Le abrí la puerta, me saltó torpe, las patasdelanteras contra mi pecho. Le hice unos mimos en la cabeza peluda, y cuando escuchélos pitidos del microondas, pasé de nuevo por la barra desayunadora y miré el teléfono.No esperaba nada en particular, el típico chequear por inercia, ni lo pensás y estáschequeando. Otro mensaje. Pensé que podía ser Rosario o Aitana. Cualquiera. Pero no.Ninguna de las opciones posibles. 

Ahí, esperaba un mensaje de Simón. 

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