capitulo 23

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LO PEOR ES QUE TENGO ganas de contárselo a Simón. Justo a él de entretodos en el mundo. Ni me lo pienso permitir. A Simón no le importaba nada demí. O no le importó. O qué sé yo si le importó y no se pudo hacer cargo. Suhistoria. Mi Historia es "de esto no se va a enterar". Como si justo ahoranecesitara un abrazo. O tal vez como si con esto pudiera conmoverlo. Y sí. Yno me gusta que eso sea ni siquiera una posibilidad.

Pensé en Rosario. Pero Rosario hace muchas preguntas. Obvio que se lo voy aterminar contando. Pero ahora no sé.

Pensé en León.

¿Por qué?

Irrespondible.

La realidad es que Simón algo me conoce, Rosario me conoce casi toda y León meconoce casi nada. No tiene preconceptos de papá, ni de mí. Solo pienso erróneamenteque soy una chica con personalidad. Con el tiempo se va a dar cuenta. Si tuviera lapersonalidad que él piensa que tengo, a la amiga de la abuela la hubiera mandado a lamierda, o me hubiera defendido de Gastón el día que rodé por la escalera o le hubieradicho algo a los que me dijeron "gorda" en el boliche, o me hubiera vengado de todos. Y larealidad es que solo me gustaría aprender a defenderme y hacer lo que tuviera ganascuando tuviera ganas. No parece tan complicado. 

Y pensé en León porque tenía ganas de verlo. Porque siento que le gusta estarconmigo. Y me gusta estar con él. Me siento cómoda. Simple, puedo comer delante suyoy no me inhibo. Eso es casi todo. Jamás como en público. No como en cumpleaños, ni enfiestas, ni con las chicas, o como poco, siempre incómoda. Como casi siempre sola encasa y muchas veces a escondidas. 

Ya había empezado a atardecer y todavía ni mamá ni Aitana habían aparecidocuando decidí ser la chica con personalidad que León imaginaba. Agarré el celular paraescribirle. Entré a wasap y ahí había un mensaje suyo. Sincronicidad, dicen.

¿Salimos hoy?, mis viejos se quedan en casa, tengo el auto. 

Si; obvio, inventemos algo, lo cité.

¿Te paso a buscar a las 9?

Dale. 

Simple. Todo simple.

A veces puede ser simple.

Y ahí, en ese instante, me anidó un nudo en la panza.

Me pregunté si se podía ser un poco feliz el mismo día en que aparecía tu papá, el mismo día en que habías llorado toda la tarde. Algo hondo me dijo "sí, se puede". Debía ser la chica con personalidad opinando. Porque hace un año, seis meses, me hubiera tirado en la cama a llorar todo el día y a comer a escondidas. Ni se me hubiera ocurrido salir con alguien. Y nadie me hubiera invitado.

Decidí buscar el antifaz relajante, el verde, ese que se pone mamá cuando tiene losojos hinchados. Habilitaba, porque no podía salir con los ojos así. Lo guarda en laheladera para cuando lo necesita. Ahí estaba yo, necesitándolo. Lo busqué, subí a micuarto, me tiré en la cama, agarré el celular y la llamé a Rosario. Recién en ese momentotuve el valor para llamar y saber que no me iba a quebrar. Y no me quebré. Creo que másque nada por lo de León. Sobre eso giró nuestra charla. Me contó que Simón estuvomalhumorado el resto de la noche y que no fue a bailar. Eso si es rarísimo pero imaginéque podía ser porque se había encontrado con alguna de todas sus chicas antes de entrary se había ido con ella. Rosario me cortó:

— Ay, no, estaba embolado. Simón viene siempre a bailar; Rafi, sos insoportable,nunca te podés creer nada. 

Y no. Bueno, a veces no. Tampoco voy a pensar que Simón está con unadepresión postraumática por haberme perdido un año antes. Boludeces tampoco.Le conté lo de León, todo con detalles, tal como quería. Se quedaba muda del otrolado del teléfono. Hasta que llegué a la salida de hoy.

— Listo —dijo.

— ¿Listo qué?

— Sabés lo que significa.

— No

— No te hagas —me dijo—, hoy se besan.

— ¿Hoy me besa?

— Sí, no te hagas. Es obvio que gusta de vos.

Para mí obvio no es. Ni le contesté. Me hubiera besado ayer y no hubo nada quese pareciera a "te estaría por dar un beso". O sea, Rosario sabe mucho de la vida pero enestas cosas no es chico + chica = beso. Menos si es Rafaela + chico. 

Y después me hizo la pregunta que me volvió a la realidad.

— ¿Qué te vas a poner?

Odio esa pregunta.

Lo lamenté infinito punto rojo por Aitana pero algo le pensaba robar por segundanoche consecutiva. Algo que sumara un poco de onda a todo el resto. Me paré con el antifaz como vincha delante del placard abierto de Aitana. Miré todo varias veces. Yestaba a punto de desistir. Hasta que lo vi. Y supe que sí. De arriba de todo, subido a lasilla de su escritorio, bajé el sombrero negro. Con León me animaba. O sea, estábamoshablando de la chica con más personalidad del colegio. Esa se lo pondría de una. Sindudarlo. Y así me lo puse yo. 

Al rato apareció mamá. Otra que es cuando a ella se le canta. Quería hablar. A lassiete y media de la tarde quería hablar. No hablé con Rosario y voy hablar con ella.Mirada de hielo y le dije: "No tengo ganas de hablar, mamá". Así, "mamá", entero. Teníaganas de decirle "Nadine". Pero eso era para quilombo. Igual, creo que se lo esperaba. Yno creo que ella quisiera realmente hablar. Hablar no es algo que nos pasa. 

El sombrero. Unos borceguíes. Un jean negro. Una camisa blanca y arriba el suétergrande, oscuro, que me había puesto ayer. Y la cartera chiquita.

Me miré en el espejo de mi cuarto.

Los ojos zafaban. Me maquillé un poco. Casi nada.

Y sonreí.

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