capitulo 11

285 5 0
                                    

CLASE DE HISTORIA. La peor profesora del mundo. Hay compañeros quetiemblan cuando ella entra. No puede volar una mosca, no puede pestañearalguien en la última fila. Es pararse al lado del banco y él "buen día, profesora".Prehistórico. Pero ella lo disfruta. Disfruta haciéndonos sufrir. Y como losvisibles la surfean bastante mejor, se las agarra con los invisibles. Léase, yo.

—Rafaela, pasa al frente por favor —llamó de repente. 

Mis ojos al techo. Un segundo.

— ¿Y esa mirada? —preguntó con media sonrisa— ¿No estudiaste?

Sí, claro que estudie, pero no tengo ni ganas de pasar, agarratela con otro hoy.Pero mi voz sólo dijo:

— Estudié, sí.

Y me paré. Qué odio. Si hay algo que odio es pasar al frente y que todos puedanverme. Sí, ya sé, todo el tiempo pueden verme, pero ahí es inevitable, todos te miran, másen esa clase que no admite distracción porque en cualquier momento el dardo te pegadirectamente en la frente a vos que suponías, zafabas. Así.

Me paré y mientras caminaba esos pasos hasta el pizarrón sentí que estaba másgorda que nunca. Suelo tener esos pensamientos. Y que el suéter me marcaba el cuerpomás de lo que me hubiera gustado. O sea, levantar la mirada para buscarla de laprofesora para ver que quería preguntarme, me encontró en el momento de autoestimabajo cero. 

Me preguntó algo de la revolución industrial. Le contesté. Y de repente Fabián, quesigue sin poder parar de llamar la atención, levantó la mano. Ella que lo ama, lo dejóacotar. El pibe dijo lo mismo que había dicho yo pero de otra manera, como para lucirse yhundirme.

Si pudiera defenderme, si tuviera la rapidez, la lucidez, la valentía, ahí tendría quehaberle dicho: "Flaco, es lo que estoy diciendo yo", pero me quedé muda. Sentía que mehabía prendido fuego, de la bronca y la impotencia, pero no podía hablar. Y la profesora, apropósito, hizo un silencio saboreando mi caída. Y ahí, en medio del silencio, fue cuandovi una mano que se levantaba desde el fondo del aula. Desde el exacto lugar dondeestaba sentado León. Mi mirada en esa mano.

— Sí, León —dijo la profesora porque no tuvo otra opción.

— Disculpe, pero Fabián acaba de recitar lo que dijo Rafaela de otra forma, es lomismo que dijo ella pero con otras palabras, más complicado. 

Un murmullo de ola. Vi como todos giraban sus cabezas para mirarlo y eso mepermitía verlo. Ahí frente a mí, en medio de todas las cabezas.

— Bueno, sí, aunque no exactamente —dijo la profesora pero no saltó a aniquilarlo.No es tonta. Sabía que él no se iba a callar. Y siguió hablando.

Fue un segundo, ese, en que la profesora volvió a hablar, yo desconecté de ella,me lo quedé mirando a él y escuché, estoy segura que lo escuché murmurar: "Porcualquier cosa que necesites". ¿O le leí los labios? Después le pregunté a Rosario y ellano escuchó nada de eso. Tal vez lo imaginé.

Pero León delante de todos había levantado su mano para defenderme. Me quedéparada en el frente y la profesora tuvo que repetirme dos veces que me sentase ante la risa de alguna de mis compañeros. Me acomodé en mi banco mientras sentía algo cálidoen el centro del cuerpo como si mi corazón fuera líquido. Sonó el timbre. Gritos afuera,murmullo en la clase, la profesora juntando sus cosas, todos parándose, guardando losútiles; y yo en el banco, mirando la hoja en blanco de mi carpeta, yo, estaba sonriendo.

rafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora