Mientras dormía, la imagen de aquella chica de Hungría apareció en mi mente como una maraña de recuerdos. La muerte de padre había estado cada día y cada noche; despierto o dormido en mi mente. Pero ahora todo era diferente. Alodia era la humana más bella que había conocido en mis años de vida y no la podía comparar con mi difunta esposa. Ambas eran muy distintas. Mujeres de distinta época.
"Sigue con tu vida y no dejes que nadie te pisotee. Incluso tus hermanos Baltashar."
Las palabras de Catriel se repetían en mi cabeza mientras dormía. Incluso sabiendo que Nicolae podría destruirme como quería hacerlo. Debía de apartarme de mis sentimientos antes de que ocurra lo que tanto he tenido por muchos siglos. Y perder a mi esposa fue lo más duro que me pasó después de la inmortalidad.
"Cuando la casa de Caín una su destino con la casa de Medea, ambas líneas de sangre se levantarán sobre el caos para gobernar desde la oscuridad en la tierra."
Catriel había sido justo en compartir algo conmigo que no iba a hacer posible. Esa profecía era un acto cruel contra la humanidad. Más aún cuando ves con los ojos de un monstruo, la belleza que resplandece. Aunque solo pudiera salir con la luz de la luna.
"Baltashar, busca la manera que seamos inmortales. La única forma de que la luz del sol no nos consuma. Ya que nuestra raza no merece ser extinguida o masacrada por esas valquirias."
Abrí los ojos. No quería seguir recordando palabras de mi maestro. Pero sabía que él tenía razón. No dejaría que nadie me pisoteara o que acabaran con mi vida inmortal.
¿Qué habrá sido de esa chica? De la tal Alodia. Lo único que entendía era que quería saber más de ella. Arriesgarme a perder la vida por salvar la suya.
Miré mi reloj. Ya quedaban escasos minutos para que el sol comenzase a ocultarse. Quería volver a Hungría y saber si podría coger un tren que me llevara a Italia. Tenía claro que no debía de poner el riesgo a esa mujer como a su familia. Y más, cuando sabía de qué pie cojeaba mi hermano Nicolae. Seguramente era por eso por lo que Catriel no confiaba en él y en el resto de mis hermanos no de sangre.
Lo que más me preocupaba era la profecía. No quería hacerla posible. Ya que lo que estoy viendo con mis propios ojos inmortales es más bello que la frialdad que corre por mis venas. ¿Qué pensarían mi esposa e hijos si hiciera posible una profecía tan cruel? Lo único que pensaba, es que mi difunta esposa no me lo permitiría. Me mataría antes de hacer algo por la humanidad.
Volví a mirar el reloj y vi que eran de noche. Era la hora exacta de poder salir de la cabaña y poder alimentar al monstruo que crearon a mí. Aunque me alimente lo suficiente como para no hacerlo esa noche.
Salir de un plumazo de la cabaña y fui a donde mi instinto me dijo. Y cuando me percaté del lugar al que había llegado, me vi frente a ella. La chica que observe el día anterior.
Estaba en un jardín. La fiesta tornaba llameante y viva. El olor a perfume de mujer se metía en mi nariz si fuera un veneno mortal. Pero a su misma vez exquisito para poder conseguir sangre fresca.
Fui a integrarse con la gente. Tenían que hacer una vida normal aunque no fuera mortal.
Sentir correr las sangre las venas de cada humano, me daban ganas de masacrar todos esos humanos que había en esa fiesta. Pero al ver a aquella chica de cabello rizado, deje de pensar en la sangre para aparentar que era un humano y no una bestia que se alimentaba por sobrevivir.
Me acerqué a la chica. Era la cosa más bonita que había visto en muchos años de vida. Ahora entendía por qué Catriel decía sobre la inmortalidad.
―Buenas noches, señorita Horváth ―dije.
Ella dio un respingo y pude sentir como sus sentimientos comenzaban a alborotarse.
―Buenas noches, señor Brown ―dijo con una breve sonrisa―. ¿Qué le ha traído por la fiesta de mi cumpleaños?
―No sabía que cumplía años, señorita Horváth.
―Pues así es. Una solo cumple vientres años una vez en la vida ―respondió ella.
―Muy cierto, señorita mía.
A pesar de que me Catriel me convirtió en vampiro casi con treinta años, todo comenzó a ser un poco extraño. Había tenido gente de la cual alimentarme. Incluso de mujeres que aún eran vírgenes y que su sangre no había sido corrompida. Alodia estaba entre esas mujeres que parecía saber lo que quería.
―¿Qué le ha traído? ―me volvió a preguntar.
―El ruido y el ambiente. Aunque se lo debo todo a su padre. Qué lo conocí en el club de socios esta mañana.
No era cierto. Pero tenía que acercarme más a ella.
―Señoritas, quiero robarles un momento a la señorita Horváth ―dije.
―Chicas no pasa nada ―dijo ella―. Estaré bien.
Esas chicas se marcharon de allí y por vez primera, pude tener a alguien humano delante de mí tras mi transformación y perder a mi familia.
―Paseemos señoría Horváth ―dije.
Comenzamos a caminar. Podía notar en ella su nerviosismo. A diferencia de otras mujeres con las que he estado, notaba que era diferente.
Tras un breve paseo, sentí la presencia de alguien. Y por el olor, supe que era un vampiro. O varios.
―¿Qué os trae por Hungría, señor Brown?
―Mi padre murió y él quiso que depositara sus cenizas en el panteón que compró para toda la familia.
―Lamento su perdida, señor.
―No se preocupe, señorita Horváth. También me trae aquí negocios.
Ella asintió. Parecía que quería evitar hablar de negocios. Algo que a mí me aburría cada vez que tenía que alimentarme.
―Parece que el águila ya tiene a su presa.
La voz de Nicolae me invadió y me dio un breve escalofrío. Eso me hizo me dio a entender que algo había planeado.
―¿Qué haces aquí Nicolae? ―le pregunté.
Él apareció ante la luz de las velas y se mostró con un sombrío rostro.
―Venía a divertirme. Pero ya veo que te me has adelantado Baltashar.
―No he venido a divertirme.
―¡Ah no!
―Alodia ―escuché―. Está aquí Patrick.
―Lo siento ―dijo ella―. Mi prometido me requiere.
Me quedé sin palabras y en blanco. Lo único que vi fue ver a Nicolae sonreír.
―Hermano, deberías de irte de Hungría o unirte a mí.
―No voy a irme de la ciudad como tampoco unirme a ti. Y más cuando sé que lo único que quieres es saber la profecía que padre me reveló hace años.
―No te atrevas a desafiarme hermano. Por qué te irá peor.
―No te tengo miedo Nicolae.
Él me dio un puñetazo que me hizo volar por los aires.
Caí al suelo, pero me levanté enseguida y fui hasta él.
―Deberías de saber que Hungría es mi territorio. Márchate Baltashar si no vas a unirte a mí.
―Jamás Nicolae.
―Padre te consintió demasiado. Yo voy a hacer que no seas un neófito consentido y pases a ser un vampiro adulto ―dijo.
―¿Qué vas a hacer?
―Ya lo verás hermanito. Ya lo verás.
Nicolae se marchó de allí y me dejó con mis pensamientos en el aire. Pensando que tenía planeado. Deberías de irte de la ciudad si estaba planeando darme en algún punto bajo. Y él sabía cuál era mi punto más bajo y débil.
Me fui de la fiesta.
Me alimente de cuatro hombres borrachos y copule con una señorita de la noche para poder olvidarme de las palabras de Nicolae.
De la misma rabia, termine por saciarla y maté a aquella mujer. De la cual no conocía nada de su vida.
Pero mi mente no dejaba de pensar en Alodia y en lo que podía pasarle. Por lo tanto, decidí alejarme de ella por una temporada. Por lo menos, hasta que las aguas calmasen en Hungría.
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Valquiria - Crónicas de Días Pasado III
FantastikFuerzas místicas han existido en el mundo desde antes que el hombre se alzara en dos piernas. Se trata de fuerzas más allá de nuestra comprensión, de entidades y criaturas que solo hemos podido explicar por medio de mitos y leyendas que han pasado d...