[𝟘𝟠]

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Dos meses. Dos meses han pasado desde el momento en el que Bakugō al fin se declaró a Todoroki, dos meses de evitarlo lo máximo posible por los pasillos, dos meses de apartar la mirada cuando sus ojos conectan en clases, dos meses de morderse el labio con fuerza para no llorar cuando nota como la mano de Todoroki busca la de Katsuki en las taquillas del instituto.

Es ridículo, simple y llanamente ridículo. Se supone que ya había decidido que se mantendría al lado de su mejor amigo solo en esa categoría, "amigo", y sin embargo lleva desde que empezaron a salir simplemente huyendo de él como si fuera el peor de los asesinos. No tiene sentido, sabe que no lo tiene pero aún así no es su culpa que sus sentimientos hayan resultado ser mucho mayores de lo esperado. Era consciente desde un principio que dolería, que sentiría que le han roto el corazón en mil pedazos, pero jamás creyó que en vez de eso solo habría un vacío tan hondo y oscuro que parece consumir cualquier rayo de felicidad que trata de entrar en su vida. Nunca imaginó que no podría controlar el como sus ojos comienzan a aguarse cuando los ve juntos, ni tampoco pensó que se sentiría tan solo al recibir un "Hoy no puedo, tengo una cita". Debió haber supuesto que sería así.

Agita el vaso rojo de plástico entre sus manos como si este fuera a darle una respuesta, como si una boca fuera a aparecer en el contorno de este para decirle "Deja de estar triste, todo se arreglará". ¿Cómo se supone que podría arreglarse una situación así? Realmente no hay una solución para un corazón roto, no hay una pastilla mágica que lo vaya a hacer sentir mejor, tampoco va a encontrar consuelo en los brazos de algún desconocido de esa fiesta ni va a conseguir unas palabras de amor por parte de Katsuki. Es todo un asco, un simple y horrible asco.

La música en la casa está excesivamente alta —como era de suponer que sería en cualquier tipo de fiesta en la que un grupo de adolescentes y alcohol se junte— reproduciendo alguna canción que hace meses le haría bailar como un loco. Hoy no, solo quiere hacerse bolita en ese amplio sofá de color negro y desaparecer para siempre. Desde un principio no quiso asistir a esa fiesta pero la insistencia de Ashido, Denki y Hanta fue capaz de hacerlo ceder.

«Solo quiero irme a casa

—¿Kirishima-kun? —La dulce voz de Momo se cuela por sus oídos sacándolo del trance de pensamientos en el que estaba envuelto.

Frente a él se encuentra Momo Yaoyorozu, su más reciente amiga, vestida con una hermosa falda casi plateada y un top negro con los hombros caídos. Ambos se hicieron grandes amigos cuando, dos meses atrás, la hermosa joven lo encontró llorando como un bebé tras las gradas del gimnasio. Aún se siente avergonzado por ello pero la verdad es que fue muy feliz cuando ella simplemente se sentó a su lado, sin decir nada, y le permitió apoyar su cabeza contra su hombro para llorar. Recuerda perfectamente como la delgada mano de la pelinegra acarició su espalda en un intento por reconfortarlo y lo dejó permanecer así todo el tiempo que necesitó sin preguntar nada, en ese momento no hacían falta las explicaciones.

—Yaoyorozu —saluda con una sonrisa amplia y sincera, o al menos lo más amplia posible en ese momento—, ¿disfrutas la fiesta?

La subdelegada niega suavemente con la cabeza mientras se sienta a su lado en el enorme sofá del salón. Nota su mirada triste y su sonrisa decaída, al fin y al cabo él no es el único con un corazón roto en ese lugar.

—Ya somos dos —comenta soltando una carcajada cargada de tristeza mientras bebe un poco del contenido del vaso de plástico.

—No te preocupes, a lo mejor no vienen a la fiesta. —Trata de mirar el lado positivo Momo mientras echa su larga melena hacia atrás, descubriendo así al fin su ojo que hasta hace unos segundos se encontraba tapado.

Help me [Kiribaku//Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora