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El bolígrafo vuela sobre las hojas de su libreta garabateando el nombre de Katsuki en cada una de ellas. Se siente nervioso con tan solo esa acción, casi como si estuviera haciendo algo totalmente prohibido y escondiera su secreto entre las páginas de la desgastada libreta. Pero no puede evitarlo, su cerebro simplemente no puede dejar de pensar en esa declaración de hace tan solo unos días, esa misma que ha revuelto su corazón y que lo ha ilusionado como a un niño pequeño. Quiere tranquilizarse, no pensar en el tema, pero es simplemente imposible cuando todo a su alrededor parece pedir a gritos que lo siga recordando, que no olvide que ya queda poco para esa cita.

Las palabras del profesor Aizawa se sienten lejanas mientras continúa escribiendo y dibujando algún que otro corazón sin descanso. ¿Es que ahora es un niño pequeño para estar haciendo algo así? Vamos, parece un niñito enamorado por primera vez. Y a lo mejor lo es, a lo mejor Bakugō lo ha convertido en ese niño emocionado porque su primer amor verdadero le hace caso.

No puede evitar el ligero sonrojo que inunda su rostro al darse cuenta de sus vergonzosos pensamientos, no puede pasarse todo el día pensando en esa maldita confesión; aunque la verdad es que cada vez que lo hace siente que sus piernas le fallan y se maldice por no haberse lanzado a besarlo en aquel momento. Puede que no lo hiciera porque esperaba que fuera Bakugō el que diera el primer paso, a lo mejor solo no lo hizo porque lo de Todoroki estaba demasiado reciente o porque todavía teme que los sentimientos del cenizo no sean reales y tan solo esté confundido de nuevo... No, no y no, nada de ser negativos en ese momento. La persona que ama se le ha declarado así que no puede estar teniendo ninguna duda acerca de su sinceridad porque la verdad es que Bakugō es la persona más dolorosamente sincera —aunque a veces esta sinceridad se ve opacada por su cabezonería— que ha tenido el privilegio de conocer.

Sus ojos buscan involuntariamente el lugar de Bakugō, el cual se encuentra próximo a la ventana, casi como si necesitara totalmente asegurarse de que sigue ahí y no ha sido todo un sueño. Ve cómo el bolígrafo de este se mueve apuntando las fórmulas matemáticas en su libreta roja, como el cabello cae sobre su frente cuando mira al escribir y cómo se levanta de manera graciosa y algo brusca al levantar la mirada hacia la pizarra en busca de nuevas cosas que escribir; ve como las venas de sus manos se marcan sutilmente y como pasea la lengua sobre sus labios de manera intermitente. Pero lo que más le llama la atención son sus ojos, esos que brillan con fuerza aún cuando sólo está mirando un montón de números inservibles.

"Me gustaría que me miraras a mí" piensa mientras el cenizo continúa copiando lo dado por el profesor, eso mismo que él va a tener que pedirle a sus compañeros si quiere aprobar esa asignatura; pero por un segundo le da igual, realmente merece más la pena continuar observando a ese chico que intentar aprobar la materia. Y es que su corazón se acelera con cada pequeño movimiento ajeno, casi como si esperara que en cualquier momento Bakugō se gire y lo mire aunque es obvio que eso no va a pasar. ¿Por qué Bakugō, el chico más inteligente y estudioso que conoce, se giraría a mirarlo en mitad de clase? Sí, sí, la declaración y todo eso pero igualmente no cree que el aplicado Bakugō vaya a malgastar unos preciados segundos de tomar apuntes para observarlo.

Pero como ya es habitual en él, Bakugō lo sorprende al girarse de manera disimulada y suave en su dirección. Sus ojos chocan repentinamente en un contacto algo tímido y vergonzoso, ambos viéndose descubiertos observando al otro. Parece que el cenizo se avergüenza demasiado porque sus mejillas se sonrojan suavemente y, casi como si de un reflejo se tratara, le enseña su dedo medio con enfado para volver a girarse hacia su libreta.

No puede evitar el fuerte golpeteo que empieza a producir su corazón al darse cuenta de que, por muy desagradable que el cenizo parezca, ese gesto le ha parecido realmente lindo. No es como si le hubiera dicho "te quiero" o "ey, me gusta mirarte", pero para él se ha sentido totalmente así. A lo mejor se debe a la expectación por la cita; a lo mejor tan solo se está volviendo loco y ve atención por parte del otro donde sea. Da igual el motivo, lo importante son las hermosas sensaciones que producen en él una sola y ardiente mirada de su mejor amigo —acompañada con un gesto obsceno marca Bakugō, desde luego—.

Help me [Kiribaku//Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora