3. Compras

2.3K 317 169
                                    

Después del reproche que le dio a Horacio, Volkov había empezado a ser más consciente de su compañero de piso, reparando en ciertas cosas de él, a pesar de no verlo muy a menudo por los horarios.


Lo primero que notó es que se le daba fatal cocinar después de probar una pasta que hizo, que era más sal y salsa que pasta. Pero aprendía muy rápido y era increíblemente bueno siguiendo instrucciones visuales; cosa que noto cuando Horacio prefirió seguir una receta que encontró en video por Internet e hizo un cerdo agridulce, que le quedó bastante bien. Desde entonces era el encargado oficial de la cocina, pero tenía prohibido improvisar o distraerse cuando cocinara, ya que casi quema la cocina al estar mirando la televisión cuando cocinaba un pollo.


La segunda cosa que notó, es que su gata lo amaba, incluso más que a él, para su frustración. A Horacio le había sorprendido que Volkov tuviera un gato, pero estaba encantado con Volkat, aunque ella al principio se la pasara escondida debajo de los muebles por el desconocido. El problema es que cuando se acostumbró, Volkat lo perseguía a todas partes buscando mimos y cuando Horacio no estaba, no paraba de maullar buscándolo o quedándose sentada frente a su habitación para que le abriera. Nunca aceptaría que le dolía que su propia gata le ignorara.


Lo tercero, era que Horacio se veía notablemente mejor, luego de obligarle a comer bien y de que tuviera un transporte para ir a trabajar. Ya no se maquillaba, ni se peinaba como antes; porque no podía. Aun así, ya no se veía tan pálido, ni enfermizo y sus moretones ya no se notaban prácticamente. También se estaba mucho más animado y alegre, cosa que le hacía sonreír cuando no le estaba viendo. Su actitud vibrante se le hacía contagiosa, a pesar de no estar acostumbrado, empezaba a dejar de verlo siempre con una mirada de reproche.


Pero, Volkov había reparado en algo importante que no dejaría pasar esta vez.


Era difícil no notar que Horacio estaba prácticamente siempre con la misma ropa.


Al principio se le hacía algo incómodo que cuando coincidieran por el piso, Horacio nunca llevaba ningún tipo de camiseta o prenda que cubriera su pecho. Pensó que sería una costumbre para él estar así y a pesar de ser el dueño del lugar, no quiso reprocharle porque tampoco es que se vieran demasiado.


Luego fue que se dio cuenta que, si no llevaba camisa por la casa, era porque no tenía.


Debía tener un par de prendas que era las que llevaba a trabajar, pero nada que ver con la vestimenta estrambótica y colorida que solía llevar antes. Probablemente tuvo que entregar todo para pagar sus deudas, dejando únicamente algunas ropas oscuras y desgastadas que se veían extrañas en alguien como Horacio.


Así que decidió cambiar esa situación.


Aprovecho que sabía que ambos tenían el día libre y amaneció "con los cojones católicos"; como decía Conway. Decidió llevarlo a comprar algunas cosas. Le sentaba bien eso de invertir en una buena causa, el dinero que le ganaba a Conway en el casino.


Cuando Volkov entró en la cocina, después de alistarse, el aroma de la comida le hizo agua la boca.


—¡Buenos días, comisario bom... Volkov! —Saludo Horacio animado, corrigiéndose a último momento. Trato de disimular dándole una caricia a Volkat, que pedía atención a un lado de donde estaba cocinando.


—Bájala de la mesa —reprocho suavemente sentándose en la mesa del comedor—, y ya le dije que podía llamarme Volkov cuando no estamos de servicio —indicó ignorando el desliz. Apoyó los codos en la mesa, para recostar el rostro en sus manos, viéndole cocinar.

ConociéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora