11. Dejarte ir

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Llevaban una semana sin saber de Horacio, una larga y tortuosa espera, en la cual buscaron por tierra y mar. Sin ninguna respuesta.


Empezaban a consumirse en la desesperación de no saber qué es lo que había ocurrido con él.


Para complicar aún más las cosas no tenían ni idea de quien lo secuestró.


Era fácil suponer que sería cosa de la mafia que perseguía a Conway, pero es que algo no cuadraba. No lo anunciaron, no exigieron rescate, no tenían pistas, ni atisbos... nada. Simplemente desapareció de la faz de la tierra.


Faltaba concordancia no cambiarían su forma de actuar ellos regodearían. Lo anunciaría, buscarían la forma de que Conway lo viera, de que lo supiera y sufriera.


En este caso no había nada, absolutamente nada, ni siquiera un cuerpo al cual llorar.


Se mantenían en la incertidumbre de saber si estaba vivo o muerto, pero pasada una semana, el pronóstico era devastador y si a Horacio le ocurrió lo peor ¿cómo habrían sido sus últimos días? ¿Qué le habría hecho?


A pesar de búsqueda, ni siquiera tenían una idea de donde podría estar. Estaba claro que el secuestro no fue perpetrado por aficionados, sin embargo el único motivo que les llevó a saber que fue un secuestro y no algún tipo de accidente, fue un mensaje que llegó al móvil de Volkov.


No lo volverán a ver nunca más.


Por mucho que lo intentaron, no lograron contactar con él, tampoco lograron rastrear su ubicación porque luego de mandar ese mensaje, debieron de quitarle cualquier dispositivo que pudiera indicarles a dónde fue, así que no sabían si en verdad fue un secuestro o si lo asesinaron y lo arrojaron al mar. Demasiadas preguntas y ni una sola respuesta.


Y eso era una tortura para Volkov.


El dolor que lo embargaba era notable para cualquier que estuviera cerca de él. Incluso Conway quien también estaba absurdamente afectado por la situación, era capaz de reconocer que su comisario estaba desolado. Si alguien dudaba el tipo de relación que mantenían Horacio y Volkov, ahora era imposible de cuestionar.


Lo poco que le quedaba a Volkov, se lo arrebataron, junto a sus ganas de vivir.


Pero Conway se negaba a pasar por el dolor de perderlo a él también, así que, logrando manipularlo, convenció a Volkov de que no había forma de que estuviera muerto. Hasta que no tuvieran un cuerpo, Horacio tenía que seguir con vida, a pesar de que ni siquiera Conway estuviera tan seguro a esas alturas.


Ese era el único motivo por el cual ambos seguían investigando sin descanso, mientras Greco se hacía cargo al completo del CNP, ayudándoles como podía.


Volkov, con el corazón hecho añicos, no paró de buscar en cualquier sitio al cual podrían haberle llevado, sin suponer que podría estar en un lugar tan indiscreto como lo era el puerto.

ConociéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora