15. Axioma

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Le envolvía una extraña sensación cálida, como si estuviera dormido cubierto con muchas mantas mullidas o como si le rodearan los brazos de alguien especial para él, era difícil darle sentido a la sensación. Lo que fue más fácil de reconocer fueron los dulces besos repartidos por todo su rostro tratando de hacerle despertar, pero por mucho que quisiera abrir los ojos y apreciar a quien le transmitía tanta tranquilidad, no podía.


Sentía los ojos húmedos a pesar de tenerlos cerrados, en verdad deseaba abrirlos y poder abrazar a quien estuviera a su lado. En su pecho sabía que por alguna razón eso sería imposible, ya no podría abrazarle más, lo perdió todo.


Estaba solo.


La sensación que hace unos instantes era tan cálida y agradable, se volvió extremadamente agobiante. Su cuerpo ardía, el dolor era insoportable y no podía hacer nada para evitarlo.


¿Eso era el infierno?


Ya no era capaz de aguantar tal sufrimiento. Deseando con todas sus fuerzas que eso fuera solo una pesadilla y que si en verdad estaba muerto, no le condenaran a ese sufrimiento eterno.


Como si alguien escuchara sus pensamientos y se apiadara de él, volvió a sentir esa sensación agradable rodeando su cuerpo, junto una voz susurrándole palabras de amor que nunca creyó escuchar y que le gustaría escuchar toda la vida.


Y que no podría escuchar si moría.


Abrió los ojos de golpe.


Despertó sumamente confundido y sobresaltado, sin ser capaz de enfocar nada de lo que tenía alrededor viéndolo todo como una extraña niebla que no se aclaraba por mucho que parpadeara, su cuerpo negándose a responder por lo que no podía mover ninguna extremidad.


Estaba aturdido, pero consciente de que todo fue un sueño, lo que no entendía era la falta de sensibilidad en sus brazos y piernas. Todo su cuerpo se sentía pesado y entumecido, como si lo hubiera golpeado un tren. ¿Estaba sedado?


—Cariño, espera, no te muevas —a sus oídos llega una voz dulce que suena bastante cerca. Es capaz de percibir como alguien apoya los dedos en su pecho presionando con suavidad su cuerpo contra lo que debe ser una camilla.


—Tranquilo, tranquilo. Todo está bien, estás en un lugar seguro —canturreó. Su voz era sumamente relajante.


No podía notar su cuerpo moverse, pero algo debía de estar haciendo o no le estaría pidiendo que se quedara quieto. Trató de calmarse, aunque la mascarilla de oxígeno le molesta en el rostro. Empieza a distinguir las cosas cada vez con más claridad.


Parpadea varias veces con desconcierto. Lo primero en notar fue a una mujer sonriéndole dulcemente a su lado.


—Qué bueno verte despierto, tesoro. Estás en el hospital, soy la doctora Elena Aguilar. ¿Cómo te sientes? —pregunta con amabilidad, quitándole la máscara de oxígeno, para que pueda responder.

ConociéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora