6. Evasión

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Para cuando logró volver a su piso, después de una larga caminata en el frío de la noche, Volkov seguía consternado y bastante afectado.

No paraba de preguntarse si Conway tendría algo de razón en sus palabras y eso le molestaba de sobre manera o quizás solo se estaba obligando a permanecer enfadado para no dejarse llevar por la congoja que invadía su cuerpo. No creía que tuviera razón, pero como todo, siempre que alguien te hacía reparar en algo que no habías notado, sembraba la duda en tu cabeza, aunque en realidad no tuviera razón. Por eso era imposible quitarse ese sentimiento de culpabilidad, como si estuviera cometiendo una traición a la memoria de Ivanov, buscando un remplazo de la persona que consideró un hermano.

Aun así, era capaz de apreciar que las cosas con Horacio no eran iguales. Él le mostraba un interés diferente, siempre cuidadoso de darle su espacio, de buscar su aprobación, incluso parecía tan encantado cada vez que le contaba cualquier mínima cosa sobre su vida, aunque nunca lo preguntaba de forma directa. A pesar de todo, Volkov seguía estando consiente de los sentimientos que tenía, pero Horacio de ningún modo trato de presionarlo, nunca hizo nada que le incomodara y no sabía cómo sentirse al respecto. Tenerlo rondando cerca, desayunar juntos e ir al trabajo se volvió una rutina que disfrutaba, pero no podía aceptarlo, no con el remordimiento rondándole en la cabeza.

Lo mejor era aclarar las cosas y distanciarse por mucho que eso le frustrara.

Todo por culpa de Conway que insistía en recalcar lo que perdió, por su incapacidad de haberlos podido salvar a tiempo. Su cabeza era un torbellino de culpa, tristeza y rabia.

Sus pensamientos le hicieron azotar la puerta del piso con frustración, sobresaltando a su inquilino que se encontraba sentado viendo la televisión.

Cuando Volkov se percató de lo que estaba observando, se puso a la defensiva, notando la agresividad de horas atrás volver a caldear su sangre. El agente se encontraba viendo el anime que dejó por accidente anoche.

—¡¿Pero qué coño está haciendo?!

Horacio parpadeó confundido. Sin entender la repentina rabia del comisario apenas llegaba.

—Pues yo estaba...

—¡Cállese! No quiero escuchar cualquier explicación de mierda que tenga que darme.

Volkov pasó de largo a la cocina, sacando una botella de uno de los armarios y un vaso, para servirse un trago de vodka, bebiéndolo de golpe. Horacio se levantó del sofá, siguiéndolo enojado.

—¡¿Qué coño le pasa?! ¡No sé qué ha ocurrido, pero eso no significa que deba llegar gritándome!

—¡Puedo llegar diciendo lo que me dé la puta gana porque usted no para de insistir en hacer estas cosas! —Golpeó con fuerza el vaso contra la mesa; sin que se rompiera de milagro, después de beberse un segundo trago— ¡Estoy harto de que esté en búsqueda de mi jodida aprobación todo el tiempo! Проклятье!

—¡Tengo derecho a hacer lo que se me antoje!

—¡Siempre que eso no involucre de ninguna forma!

—¡Lo hago porque quiero! ¡Porque lo a...! —Cerró la boca de golpe, mordiéndose el labio inferior con fuerza. Sentía las lágrimas inundar sus ojos, pero se negaba a quebrarse ahí.

Volkov respiraba agitado, sujetando con tal fuerza la mesa de la cocina que sus nudillos estaban blancos por la dolorosa tensión.

Sabía lo que Horacio estuvo a punto de decir y eso aumento el sentimiento de frustración que le embargaba.

ConociéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora