[¿Podrías besar mi nombre?]

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"Cuando la música acabe, ¿podrías besar mi nombre?"

Las campanas de la iglesia sonaban y danzaban, llenando con su melodía los oídos de los asistentes al lugar, sumando el ambiente en el que se respiraba alegría y emoción, una fresca y preciosa tarde que casi finalizaba, y en unos cuantos minutos el ocaso se asomaría para dominar el cielo.

Dentro de la iglesia y con los invitados en sus respectivos asientos, la marcha nupcial comenzó a sonar en el piano, dando la entrada a los padrinos y las damas de honor, que no estaba de más mencionar, se veían increíbles.

En la entrada de la iglesia, asomó la primer pareja, una chica bajita, (que había aprovechado la ocasión para lucir unos altos tacones) de lindos ojos violeta, con largo cabello gris peinado en una preciosa trenza de espiga que le caía como cascada en su hombro, iba tomada del brazo de un alto y apuesto joven pelinaranja de hipnotizantes ojos verdes.

-Ojalá pasemos a la recepción rápido, tengo hambre- murmuró el chico, botando toda seriedad con la que iba caminando.

-Comportate Nick- le dio Judy un leve codazo, lográndole sacar al más alto una sonrisa traviesa.

Atrás de ellos apareció otra pareja, conformada por una bellísima albina de profundos ojos azules, la cual, a diferencia de su acompañante, tenía cierto toque pícaro en su mirada.
El chico que iba a su lado era un tanto más bajo que ella, pero eso no impedía para nada que el moreno de ojos cían se viera como todo un príncipe.

-Te ves más bueno que el pan- susurró Skye, con el suficiente volumen como para que sólo Jack la escuchara.

-No empieces - la reprendió entre dientes, igualmente susurrando.

Si había algo que sacara de sus casillas a Jack (además de un sin fin de cosas), era que Skye o cualquier persona no se comportara en momentos serios.

Siguieron entrando por el pasillo otras parejas parte de la corte nupcial, todos viéndose impecables y agregando cierto toque de fantasía al momento debido a lo preciosos que eran los vestidos de las damas.

Hasta que se hizo presente una escena que pocos creían iban a presenciar en su vida.

Cierta pelinegra ingresaba al panorama, tomando el brazo de un bajito castaño de adorables mejillas; su otro mejor amigo.

-Siempre uso ropa negra y hoy vengo como niña- murmuró con un deje de ironía, haciendo referencia al hermoso vestido rosa pastel que utilizaba, el cual combinaba a la perfección con una delicada corona de pequeñas flores igualmente rosas que portaba en su cabeza.

Y sí, en efecto, la siempre rebelde, terca y aveces agresiva Mittens, ingresaba luciendo como toda una princesa recién salida de un cuento de hadas.

-No te quejes, Mittens- la regañó Rhino- hasta yo admito que te ves preciosa- a pesar de que era un halago, nada le quitaba el tono burlón con el que había sido pronunciado.

Desde adelante, Skye continuaba haciendo de las suyas, y la pobre Judy que estaba a su lado, no le quedaba más que sólo reprenderla como si de una niña pequeña se tratase.

-¿Cuánto crees que le habrán pagado para que usara eso?- a pesar de estar en la primera banca junto con las otras damas, eso no le impedía no poder controlar sus impulsos de hacer alguna tontería.

La ojivioleta se llevó apenada y disimuladamente la mano a su sien, en un pobre gesto de mantener la calma.

Y cuando la última pareja nupcial entró, sólo esperaban el turno de la novia.

Las desventuras de Bolt y MittensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora