[Por última vez. Y para siempre]

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[Halloween y Día de Muertos 2/3]

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Otro día más, otro día menos, a esas alturas a Mittens ya le daba igual.
Si estaba viva o estaba soñando, eso ya no le importaba.

Hace tiempo que las cosas había dejado de interesarle, hace tiempo que le daba igual su alrededor.

Hace 7 meses con exactitud.

Ya 7 meses que no dormía ni comía bien, ya 7 meses que sus calificaciones se fueron al caño, se sumergió en una burbuja gris y de ahí ya nadie la sacó.
Meses llenos de llantos esporádicos, de desesperanza, dolor y tristeza que cada día sólo de hacían más y más densos.

Una masa que la consumía en un abismo que la ahogaba y ella no tenía fuerzas para flotar a la superficie.

Sus fuerzas habían muerto hace 7 meses. Junto con su mejor amigo.

Cada día antes de dormir, el momento en el que Penny la llamó llorando y sin poder articular palabra se repetía en su cabeza, atormentándola y robándole todo rastro de sueño.
Ese día quedó marcado con hierro caliente sobre su cerebro. Quería pensar que era mentira, que era una pesadilla, que estaba por despertar, pero ese momento jamás llegó.
Horas después estaba vestida de negro, llorando y sin consuelo, en completo silencio, viendo como él parecía profundamente dormido en una caja, dándole un aspecto angelical por su cabello blanco y piel pálida, con los labios que parecían dar una leve sonrisa. Dicha escena no era tranquilizadora, era devastadora al caer en cuenta de que él estaba muerto.

Mittens recordaba a la perfección ese día, cada detalle hasta el más insignificante, entre ellos de los que más le dolían era acordarse como Nick, el carismático pelinaranja que en múltiples ocasiones había sido cómplice o mente maestra tras las travesuras o los problemas en que se metían, había llegado al lugar con la mirada más sombría y vacía que había visto en su vida, recordaba verlo desplomarse de rodillas ante el ataúd gritando "¿porqué?" una y otra vez mientras lloraba amargamente.

Recordaba como Rhino, quién siempre parecía una bola de energía e hiperactividad, que siempre buscaba lo mejor hasta en las situaciones de peligro, había llorado con tanto dolor con su frente pegada a la caja.
Fue un día fatídico y angustioso, que había quedado impregnado en lo más profundo de cada uno.

Ni Penny ni su madre sabían como tratar de seguir, fue duro para ellas perder a alguien que constituía gran porcentaje de ambas. Y que de un día para otro, por negligencia de alguien más, él ya no estaba.

Poco a poco el dolor se fue apaciguando, Penny volvió a la escuela y luchaba cada día para sentirse mejor, sabía que su hermano donde sea que estuviera, le dolería verla triste por su partida, así que sólo quería ser mejor, para hacerlo sentir orgulloso.

Mittens por su parte se estancó de una manera grave y peligrosa. Ella no podía superar ese suceso, y probablemente no lo superaría.
Era como si le hubieran arrancado su vitalidad, su felicidad y su soporte. Cada día, ella podía sentir como más y más se iba apagando.

Y ya no había nadie para ayudarla.

Ella había muerto por dentro, junto con él ese día.

Ya no le importaba si decían que sin darse cuenta ella desarrolló una "dependencia emocional" hacia el peliblanco, no le importaba si los tratamientos no hacían efecto. No tenía un porqué en su vida.

Él había llegado sin aviso, y aunque al principio se llevaban del asco y siempre trataban de poner de los nervios al otro, poco a poco aprendieron a estar juntos, a apoyarse, animarse, y quizás hasta quererse. Se habían vuelto mejores amigos y aceptaban que se querían como no querían a nadie. Y aunque ninguno tuvo el valor para sincerarse y decirse lo que sentían, de alguna manera, lo sabían. Pero eso ya no importaba.
Y eso era lo que a Mittens más le dolía.
Le dolía no haber sido sincera, le ardía todas las veces que negó sus sentimientos hacia el peliblanco, pero lo que le apuñalaba justo en su roto y desecho corazón, era que ese día, ese maldito día, ella estaba lista para declarsele, iba en dirección a su casa, cuando la llamada de Penny hizo que el mundo se derrumbara frente y sobre ella, de la manera más brutal y terrible que se podría imaginar.

El mundo y el tiempo para la pelinegra se detuvo ese día, y de ahí dolo se deterioró.

Ese día era como los otros, gris, frío y sin nada interesante. Había llovido por casi una semana, no eran lluvias fuertes o tormentas eléctricas, simplemente una llovizna que parecía llanto. De ese llanto con lágrimas saladas impregnadas de suplicio y agonía.

—Saldré un rato, mamá —dijo de manera apagada la chica, mientras se colocaba una bufanda y tomaba una sombrilla.

—¿Dónde iras? —preguntó con desconfío la adulta.

—Ya lo sabes... —respondió sin más, saliendo de su casa.

La mujer suspiró, ya no sabía que más hacer por su hija, sus recursos se habían agotado y pensar en ellos provocaba un sentimiento de persecución y ansiedad en su interior. Quería que su pequeña se mejorara, que superara el acontecimiento y siguiera adelante. Pero parecía que se estaba volviendo tarde para ello.

Mittens tomó un taxi en dirección a su destino, con expresión neutra, llena de indiferencia.
Una máscara que se colocaba todos los días para esconder el infierno que yacía dentro de ella.

Llegó al lugar y bajó la lluvia entró. El cementerio.

Caminó por los lugares señalados para transitar, pues lo que menos quería era faltarle el respeto a alguien en situación así.

Momentos después llegó, estaba frente a esa lápida que tanto dolor le daba leer. Involuntariamente el recuerdo de como ella había corrido hacia el ataúd abalanzándose a el, llorando y suplicando que por favor regresara a la vida aquel día la atacó. Se sintió débil y vacía.

Lentamente se sentó frente a la tumba, queriendo creer que no decía "Bolt" en ella. Pero querer mentirse a sí misma a esas alturas era despreciable.

—¿Porqué te fuiste, tonto?— cuestionó con la mirada fija en la inscripción. —Te perdiste tantas cosas...— mencionó con melancolía, a la vez que sus preciosos ojos verdes empezaban a cristalizarse. —Quisiera que volvieras...— término por decir, dándole permiso a sus lágrimas para descender.

Perdió la noción del tiempo, del espacio y de su ser, hundiéndose en un silencio abrumante que era interferido por el ruido de las suaves gotas en su sombrilla, llorando por milésima vez la muerte que tanto le partía la poca alma que le quedaba cada vez que la recordaba.

—Te extraño demasiado — susurró.

Al pronunciar eso, no se percató que había alguien ahí junto ella.
El recién llegado, puso una mano en el hombro de la que lloraba con amargura.

—Y yo a ti—dijo.

La azabache volteó lentamente, levantándose y haciendo que su sombrilla cayera directo al suelo. Eso no era verdad. No podía ser verdad.

Se llevó las manos a la boca y lloró con más intensidad, la persona por la que tanto había sufrido y anhelado por volver a ver estaba junto a ella. Si era un sueño lúcido o una alucinación, no le importaba, ahí estaba él y era lo único que le interesaba.

El chico la abrazó, y se quedaron así por un buen tiempo. Mittens por fin se sentía en paz.

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A la mañana siguiente, la cinta amarilla policial rodeaba una parte del cementerio. La noche anterior una madre había reportado que su hija no había regresado a casa, y a pesar de que debían pasar cierto margen de horas para tomar el caso, eso no fue necesario.

Uno de los trabajadores del cementeio había reportado el cuerpo de una joven de cabello corto y negro, quien estaba a los pies de una lápida y parecía no tener pulso.
La policía llegó junto con los forenses, quienes determinaron que la chica había sufrido un paro cardíaco. Rápidamente llamaron a la mujer que los había contactado la noche anterior, ella con angustia reconoció el cuerpo de su hija.

El cuerpo delgado y ahora pálido a causa de la falta de vida de Mittens estaba acomodado como si estuviera durmiendo, con una majestuosa rosa blanca en la mano, y una expresión de paz y tranquilidad en su rostro.

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Holaaaa! Especial mega atrasado, nuevamente me disculpo :'3 Espero les haya gustado y conmovido un poco esta capítulo, la verdad casi no escribo cosas tristes pero quise experimentar xD.

Gracias por leer! ❤

Las desventuras de Bolt y MittensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora