1. Sin elección

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-Naruto, he tenido un día de mierda y no hay ni una sola cerveza en la neve... -Sasuke no pudo terminar la frase ante la escena que se desarrollaba delante de él: Naruto echado en la cama, sin camiseta, abrazando la espalda de Gaara, cuyo rostro estaba escondido en el cuello del rubio.

"¿Qué mierda pasa?"

Quiso gritar, pedir una explicación a Naruto para que negase lo obvio. Separar al pelirrojo del rubio y prohibirle que vuelva a acercarse a él. Pero su cuerpo estaba paralizado, observando morbosamente a la pareja, a pesar del dolor que ello le causaba.

Todo fue tan repentino, en un par de segundos la voz de Sasuke sorprendió a la pareja, seguido de la puerta abriéndose. Naruto en cuanto vió al moreno, intentó incorporarse en la cama apoyando sus manos en esta, pero al estar dentro de la camiseta de Gaara, solo consiguió que este perdiera el equilibrio y cayese sobre él.

-Eh... yo... me voy-. Fue tan extraño oír al moreno tartamudear. Su expresión era de completo asombro hasta que un par de segundos después, anunció que se iba.


-¡Sasuke! Espera -le pidió el rubio, apartando a Gaara de encima suyo, al ver como el moreno le dió la espalda, dispuesto a irse.

Sasuke se detuvo y giró la cabeza, para ver como el rubio corría hacia la entrada de la habitación, gesticulando exageradamente mientras intentaba darle una explicación.

-Yo... Gaara... Desde hace unas semanas, él... ¿Nosotros? Esto... -Naruto no destacaba por su inteligencia y momentos como ese lo demostraban.

-Estamos saliendo -dijo Gaara desde la cama, sentado, con la espalda apoyada en la pared, con esa tipica actitud estoica que solo una persona muerta por dentro podía tener. Al menos, eso era lo que el moreno opinaba. En contraposición, Naruto esbozó una pequeña sonrisa mientras agachaba la cabeza, avergonzado, nervioso, asustado... Debió haber tenido más cuidado.

"¿Saliendo? ¿Con esa rata pelirroja?"

Esas palabras se clavaron en el pecho del moreno, aunque lo sospechó desde hacía días. Una horrible sensación se apoderó de su estómago a la vez que sus ojos empezaron a escocer. ¿Que le estaba pasando?

Su paciencia, que era poca, desapareció cuando distinguió una sonrisa en el rostro del pelirrojo y supo, que si no se iba de allí en ese momento, le daría una paliza. El solo imaginar esa retorcida boca cubierta de sangre le puso los pelos de punta.

-Me voy-. Sasuke frunció el ceño y le importó una mierda lo ruda que sonó su voz. Caminó unos pasos hasta que notó la mano de Naruto sobre su hombro. Detuvo su andar, pero esta vez no le encaró, no quería ver esos ojos azules tan jodidamente brillantes.

-No te pido que te guste, ni que lo apoyes, sólo entiende que yo no elegí ser así-. La voz del rubio titubeó, como si estuviese intentando no llorar y Sasuke no comprendió el significado de esas palabras. No quiso hacerlo.

-¿Por qué te preocupa tanto mi opinión? -.

-Porque eres mi mejor amigo. Eres como un hermano para mí, sabes que yo-. Sasuke dejó de escuchar al rubio desde la palabra 'hermano'. Como la odiaba. Durante años disfrutó de la cercanía y felicidad que le aportó Naruto, debido al fuerte lazo que les unía. Incluso se aprovechó de ello muchas veces, pues para Naruto, el moreno era el centro de su mundo.

"¿Y ahora sale con ese imbécil? ¿Dónde coño quedo yo?"

Sasuke no podia indicar desde cuándo comenzó a odiar que Naruto excusase su obsesivo comportamiento con la palabra 'amistad' o 'hermandad'. Sus propios amigos bromeaban sobre ello, aunque nunca delante de ninguno de los dos, pero escuchó que se utilizó el término 'obsesión' y su estómago era invadido por un cálido cosquilleo cada vez que lo mencionaban.

-Haz lo que quieras -fue lo único que pudo pronunciar el moreno, alejándose de él y dirigiéndose a la puerta principal.

-Yo no elegí ser así -repitió Naruto en un susurro apenas audible. Sasuke miró al rubio antes de agarrar el picaporte y sintió su corazón romperse en pedazos: esos ojos estaban inundados en lágrimas mientras se mordía fuertemente los labios. Quiso retroceder, abrazarle y decirle que todo estaba bien, que no era un puto homófobo, que sólo fingía serlo delante de su padre para caerle bien, que sólo se necesitaban el uno al otro, que no tenía porque salir con Gaara, que lo que...

"¿Eso es un chupetón? ¡Es un puto chupetón!"

Brillante, rojizo y enorme en el cuello de su rubio. Ese bastardo pelirrojo se había atrevido a marcar ese cuello de piel morena tan apetecible.

Sasuke se dejó dominar por la ira y salió de esa casa dando el portazo más fuerte que su brazo le permitió. Durante los más de cincuenta minutos de camino a su casa, pues no quiso coger el autobús, se dedicó a la tarea de insultar a Gaara en tres idiomas diferentes, ocasionando miradas extrañas hacia su persona de los distintos transeúntes. En su casa ignoró la voz de su madre y fue directo a su habitación, a encerrarse allí hasta que el gilipollas de su amigo se disculpe y vuelva arrepentido por haberle dejado de lado por el pelirrojo.

Esperó durante todo el fin de semana y Naruto no le dejó ni un solo mensaje. Miraba compulsivamente el teléfono, inclusive despertaba durante la madrugada para comprobarlo. Paso muchas horas con el móvil en sus manos, en el chat que compartía con el rubio, sintiendo su corazón acelerarse cada vez que lo veía en línea, pero nada pasaba.

El domingo por la noche ya estaba demasiado molesto como para fingir que estaba bien delante de su madre, que no paró de preguntar qué le sucedía. Y casi rompió el teléfono cuando se percató de que Gaara había cambiado su foto de perfil por una en la que aparecía con Naruto: una horrible imagen donde abrazaba al rubio desde atrás mientras ambos sonreían a la cámara. Inmediatamente revisó el perfil de su amigo para comprobar, aliviado, que este mantenía la imagen de ambos. Desde hacía casi un año que su rubio no cambiaba esa foto, una donde Naruto sonreía mirando hacia la cámara mientras uno de sus brazos rodeaba los hombros del moreno, quien miraba receloso a su amigo, aunque con una pequeña sonrisa en los labios. Naruto amaba esa foto y Sasuke, igual, aunque nunca lo dijo en voz alta. Estuvo tentando muchas veces a ponerla como fondo de pantalla en su móvil, pero aquello le traería problemas con su padre.

Se mantuvo gran parte de la madrugada observando la foto de su rubio y él, llenándose de nostalgia, pues sabía que era cuestión de tiempo que fuese sustituida. Maldijo al mapache por entrometerse entre los dos y sobre todo, se maldijo a sí mismo por sentirse tan miserable, pues no tenía porque.

No quería, ni debía comprender lo que se ocultaba dentro de él o su vida y su futuro, se desmoronarían de un momento a otro.

No lo hagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora