Hace más de una década, ambos estaban abriendo regalos en ese mismo lugar.
Sasuke pensaba durante todo el año una excusa que justificará el costoso regalo que haría al rubio, mientras que Naruto, buscaba un regalo absurdamente gracioso para Sasuke.
Sasuke pediría una PlayStation 3 a su padre y le explicaría que la dejaría en casa de Naruto para evitar distracciones que le quitasen tiempo que debía dedicar a estudiar. Su padre expondría lo orgulloso que estaba por tener un hijo tan responsable y su madre le ayudaría a envolver el regalo cuando su padre se fuese a trabajar.
Llegaría Navidad y Naruto lloraría dramáticamente al ver su regalo mientras Sasuke colocaba sus llaves en un llavero absurdamente gracioso.
Ese año, Naruto se tiró sobre el moreno, zarandeándolo del cuello de su camiseta, emocionado y moqueando.
Y, once años después, la situación volvió a repetirse, aunque de manera… diferente: Naruto se aferraba desesperadamente al cuello de la camiseta de Sasuke mientras que éste sujetaba la cadera de su amigo, buscando un contacto que la ropa impedía.
Naruto esta vez no lloraba, pero intentaba no gemir, lo que era casi imposible, pues Sasuke ya sabía qué hacer y cómo hacerlo para escuchar su nombre de esos labios que no planeaba dejar de besar.
"Sasuke…"
Sí que sonaba como un gatito.
"Sa.. Suke…"
Sasuke estaba en el paraíso. Entre el alcohol y sus hormonas, el moreno se veía capaz de todo en ese momento. El éxtasis dominaba sus sentidos y una oleada de euforia golpeaba su estómago, e intentaba subir por su garganta, pero… la euforia no tenía sabor. Al menos no uno tan desagradable. Ni era tan ácido.
Mierda. ¿Por qué tuvo que pasarle en ese preciso momento?
Empujó el cuerpo que estaba encima suyo y se levantó lo más rápido que pudo, lo que aumentó su malestar y casi provoca que caiga al suelo.
Con la mano en la boca, corrió hasta el baño, sintiendo la bilis manchar sus dedos, pero pudo llegar a tiempo, aunque no lo suficiente como para cerrar la puerta.
Sasuke se arrepintió de haber comido tanto, de haber tomado vino, y sobre todo, de haber tomado su medicación. No debió haber triplicado la dosis, y mucho menos, mezclarla con alcohol, pero no creyó que unas copas de vino fueran a afectarle tanto.
Esa mañana, tras echar a Naruto de su habitación, creyó que se desmayaría debido a la ansiedad que sentía. Su ritmo cardíaco fue tan elevado que le costaba respirar, y recordar lo sucedido, empeoraba su condición. Por ello, recurrió a la única opción disponible que tenía en ese momento: un par de botes de pastillas que escondía en su escritorio. Hacía meses que no las tomaba - porque no las necesitaba- y consumir una sola dosis no le causó ningún efecto, por ello recurrió a una segunda y una tercera. Y hubiesen sido más si Itachi no hubiese llamado a su puerta para avisarle que el taxi ya había llegado.
¿Cuántas veces habían sido interrumpidos ya? ¿Seis? ¿Siete? El puto destino le estaba diciendo que aquello no debía suceder. Y tal vez debería escucharlo…
El moreno lavó sus manos y rostro lo mejor que pudo, odiaba el olor a vómito, le recordaba a esa asquerosa serpiente y su sádica sonrisa.
"Toma." Pero allí estaba, su chico de sonrisa deslumbrante, en el marcó de la puerta, para ayudarle a olvidar -al menos, por unos minutos- esos desagradables recuerdos.
"Gracias." Uso un poco de enjuague bucal antes de aceptar la bebida que le ofrecía el rubio.
"El viejo dice que esto es lo mejor para la resaca." Era una pequeña botella azul rellena de un líquido blanco, que bebió de un trago. Tenía un sabor indescifrable, pero ligeramente dulce, que le ayudó a soportar la acidez estomacal.

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No lo hagas
أدب الهواة(en edición) Él sabía que ese pelirrojo no era el indicado para su mejor amigo. En realidad, nadie lo era. NADIE.