4. Soñando despierto

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El moreno estaba entusiasmado por los planes para ese fin de semana. No porque quisiera estar con el rubio durante más de 60 horas seguidas, no. El no tener que ver a su padre ni sentir su acusadora mirada era lo reconfortante, sí. No dormir juntos, cocinar juntos, ver su expresión de satisfacción después de darse un baño... No.

Sasuke tuvo que aclarar su garganta, tosiendo un par de veces, ante la imagen mental del chico saliendo del baño, envuelto entre cálidas nubes, con el torso desnudo y brillando, como un maldito ángel caído que pretendía hundirle en el pecado.

Suspiró, cansado de sus hormonas, de que durante más de una década hayan dominado su corteza cerebral, obligandole a padecer de terribles pesadillas. Era una víctima de su cuerpo.

Lo mejor era no pensar en ello. Prefirió preguntarse quienes aparecerían en la entrada de la biblioteca. Cada día de esa semana fue aburrido y lento, y se volvía aún peor cuando descubría una cabellera rosa, en vez de una rubia. Unos lisos mechones artificiales, cuidados con esmero, aunque, desde su punto de vista, se veían opacos ante la rebeldía del dorado.

Su mal humor aparecía en cuanto notaba la ausencia de Naruto y aumentaba ante el pegajoso comportamiento de su amiga. Sakura volvió a ser una adolescente estúpida, que se comportaba y hablaba de manera exagerada y pomposa. Se había convertido, otra vez, en un incómodo chicle en su zapato.

La chica hablaba sin parar durante los más de treinta minutos de trayecto de metro, desde datos interesantes sobre su carrera hasta sus discusiones con Ino. Era insoportable. Y por mucho que la ignorase, ella continuaba con su discurso.

Observó, por quinta vez, la hora en su teléfono. Aún quedaban veinte minutos de clase y debería de prestar atención, pero su cabeza era incapaz de procesar nada. Esas fórmulas matemáticas carecían de sentido, y lo lamentaría en unos días, cuando tuviese que resolver una decena de ejercicios relacionados.

Le echó una mirada despectiva a su teléfono, aún no se acostumbraba a ese dispositivo. Le hubiese gustado recurrir a su anterior teléfono, pero se lo había regalado al rubio en cuanto su familia le obsequió el móvil que rompió durante el accidente. Tendría que esperar unas semanas hasta su reparación.

En general, gran parte de las pertenencias del rubio, provenían de Sasuke. Pero no era caridad, Naruto era demasiado orgulloso para ello, por lo que daba al moreno una ridícula cantidad de dinero, que el mayor devolvía al rubio, sin que este se diese cuenta. La familia de Sasuke tenía demasiado y la de Naruto, muy poco, era un equilibrio justo. No era que el Uchiha se preocupase por su amigo. Las veces en las que el moreno usó sus propios ahorros para comprar algo a Naruto, cosas tan costosas como una nueva videoconsola una semana antes de su salida al mercado, no significaba nada. Esa expresión de felicidad, sorpresa y el asfixiante abrazo que acompañaron al regalo, no significaron nada para el moreno.

Otro suspiro más escapó de su boca. Su anhelo era demasiado grande como para caberle en el pecho.

Una pelirroja anotó otro suspiró en su cuenta mental, sorprendida por la actitud del Uchiha. Sasuke no era así. Chasqueó la lengua, irritada. Desde hace unos días que Sakura se había convertido en la sombra del moreno y no entendía como había sucedido. Y sin duda alguna, no suponía nada bueno.

"Maldita tabla de surf acosadora."

Pensaba la chica que se había matriculado en ese campus, en esa carrera, sólo para estar cerca del moreno. Ella no lo acosaba, sólo lo acompañaba. Era muy diferente a Sakura.

La voz del profesor, despidiendo la clase, trajo al presente a los mencionados. Sasuke se levantó y salió, mucho más rápido de lo usual, aunque de eso sólo pudo percatarse la pelirroja, que se maldijo a sí misma por no haber sido más rápida para despedirse del atractivo moreno. El próximo no podría escapar de ella.

No lo hagasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora