2H

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Gustabo se había quedado mudo ante el imponente alfa que tenía delante. Su aroma empezó a hacerse más intenso para dejarle claro al omega quién era el que mandaba ahí, y el rubio podía jurar que notaba su cuerpo quemarse.

—¿Y bien?— volvió a preguntar.

—He preguntado yo primero, viejo, ¿no sabes que es de mala educación responder una pregunta con otra?

El alfa gruñó ante aquella respuesta mientras cogía de su espalda un arma larga, cargándola frente a los, ahora asustados, ojos del omega.

—Lágate de aquí si no quieres acabar como estos tíos— escupió.

—Gustabo— susurró Horacio, el cual empezaba a tirar levemente del jersey de su hermano— Gustabo ¿que estás haciendo?

—¿Por qué me ibas a matar si acabas de salvarnos a todos los que íbamos ahí dentro?— retó el rubio.

Entonces el alfa rió ligeramente, guardándose de nuevo su arma, pero manteniendo todavía una pistola en su mano. En cuanto su risa cesó, se acercó peligrosamente al omega.

—Os ha salvado él, no yo— señaló a su compañero— Tengo cosas más importantes que hacer— pasó por su lado para subirse al vehículo— Volkov, coge el otro camión.

Su compañero obedeció sin articular palabra y se dirigió al otro transporte, dejando a los dos omegas solos en la acera, observando al alfa que tenían a su lado ya montado en el camión.

—Dejadnos ir con vosotros— habló de pronto Gustabo, alertando a su hermano por las palabras dichas.

—¡Gustabo!

—Horacio— le susurró esta vez, dándole la espalda al alfa— ¿Qué más quieres que hagamos? Mira a tu alrededor— señaló a los cuerpos— Acaban de matar a todos esos de un plumazo. Ahora mismo estamos a la intemperie, con ellos tenemos posibilidades de llegar al Refugio, ¡tenemos posibilidades de sobrevivir!

Horacio iba a hablar para debatirle todo lo que su hermano le había dicho, cuando la imponente voz del alfa le cortó.

—Dejad de contaros secretitos, nenas, no vais a venir con nosotros.

—Venga, abuelo, somos buenos con las armas— volvió a hablar, intentando convencerle, pero el alfa lo ignoró, volviendo a poner en marcha el camión. Entonces Gustabo se desesperó. Sabía que ellos eran su única oportunidad, y no podía permitirse dejarlos ir. Abrió la puerta del vehículo y se subió al escalón que este tenía para quedar cara a cara con aquel hombre, el cual le miraba con una pizca de sorpresa en su mirada— Mira, no sabemos quienes sois, ni cuales son vuestros planes, pero la verdad es que no tenemos más opciones. Observa a tu alrededor, ya no podemos quedarnos aquí, y tampoco tenemos ningún Refugio cerca, así que por favor, dejadnos ir con vosotros y os ayudaremos a cambio de vuestra protección— hizo una breve pausa, para luego añadir— Y si morimos, por lo menos que sea haciendo algo útil y no escondiéndonos en un contenedor mugroso.

Gustabo había hablado con toda la autoridad que había podido, dejando todavía más sorprendido a aquel alfa.

"Le echa cojones", pensó, mirando fijamente a aquellos ojos azulados.

—Está bien, pero no pienso poner mi vida en peligro por vosotros— sentenció— Si no hay más remedio os dejaremos atrás.

—Me parece bien.

—Vale, tú conmigo— le señaló— Que tu amiguito se suba al otro camión.

Gustabo no se lo pensó dos veces y obedeció de inmediato, feliz por lo que acababa de conseguir. Horacio, por otro lado, estaba petrificado en aquel lugar. ¿Cómo podía su hermano, que siempre era el más desconfiado, fiarse de aquellos dos alfas en la noche de la Purga? Sin embargo, la abrasadora mirada de aquel temible alfa le obligó a reaccionar.

Se dirigió al otro camión en el que le esperaba el tal Volkov. Abrió la puerta, pero antes de entrar, se aseguró de informar al alfa para que no acabar como los uniformados que ahoran comían suelo.

—Tu comp...

—Lo sé, sube— le cortó de forma seca.

Todavía más inseguro, obedeció en completo silencio, percatándose por primera vez del ligero aroma a eucalipto que desprendía aquel hombre. En aquellos momentos no sabía si le agradaba o le ponía aún más nervioso.

En el otro camión, el alfa programaba el GPS, el cual ya tenía la localización marcada, bajo la atenta mirada del omega. Éste se percató de que se dirigían al centro mismo de la ciudad, lo que hizo que se alertara, pero se calló sus pensamientos.

—No nos hemos presentado— soltó de repente, captando la atención del hombre— Me llamo Gustabo, con B de bombón, y mi amigo es Horacio, con H de héroe.

El alfa se mantuvo callado durante unos segundos que para el rubio se hicieron interminables, mientras rodaba los ojos por las palabras del omega.

—Jack— respondió al fin— Jack Conway.

—Pues encantado Jack— respondió aliviado de haber tenido respuesta, para luego, cambiar de tema— Entonces...— comenzó a hablar— ¿Cual es el plan?

—Buscar y acabar con alguien.

A Gustabo se le erizó la piel al escuchar aquello. Tampoco entendía por qué se sorprendía, si aquellos hombres acababan de asesinar prácticamente delante de sus narices, pero, muy en el fondo, le entristeció que no fuera por el simple hecho de salvar vidas.

—Así que sois purgadores— afirmó para sí mismo, pero no pasó desapercibido para el alfa.

—No— respondió en un tono duro— No nos gusta eso, por eso estamos haciendo lo que estamos haciendo.

—¿Y qué estáis haciendo?

La atención de Gustabo estaba totalmente puesta en aquel hombre. El hecho de que el interés que le movía no fuese purgar, hacía que el omega tuviera una pequeña esperanza en cuanto a sus primeros pensamientos hacia él.

Mantuvo su mirada fija en su acompañante mientras observaba como éste apretaba el volante y fruncía el ceño, todavía con la vista puesta en la carretera, y hablaba.

—Acabar con la Purga.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝑱𝒂𝒄𝒌  |Intenabo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora