Capítulo Cinco

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Me acabo de subir, junto con mi compañero Bryan, a mi limusina conducida por el chófer. Estoy desesperado, aún no puedo creer que todos los demás del equipo van a poder entrenar más tiempo que yo. No puedo permitir que esto me pase de nuevo; quizá para muchos sea una tontería, pero para mí es importante. Juro que cuando tenga la oportunidad le voy a ir a cobrar todo esto a mi maestro de biología.

Volteo a observar al becado, este va sentado junto a mí. Antes de emprender el viaje le dejé muy en claro que no estuviese haciendo comentarios estúpidos sobre feminismo o alguno de esos movimientos sociales que solo han venido a arruinar este mundo. No entiendo como él, siendo un hombre, puede defender a las mujeres y a los homosexuales; al parecer sus padres no lo han criado bien y no le enseñaron lo que debe de pensar un verdadero macho.

Entramos a la parte de la ciudad donde vivimos las personas más adineradas, el chico que va sentado a unos centímetros de mí no para de ver hacia afuera; observa con cuidado las enormes casas que se alzan por todo el lugar y se sorprende entre más nos vamos adentrando y van apareciendo mansiones aún más grandes. Imagino que para él todo esto debe de ser sorprendente, es decir, no se ven cosas así viviendo en una champa. Me pongo a pensar en cómo será la casa del becado, me gustaría saber cómo viven las personas de bajos recursos como él, ha puesto a que su hogar está hecho de barro o de algún tipo de chatarra.

— ¿Qué tanto observas?— Le pregunto.

— Jamás en mi vida había visto casas así. Claro que sabía que los ricos vivían muy bien gracias a la televisión y redes sociales, pero nunca me hubiese podido imaginar algo de esta magnitud, es impensable la cantidad de dinero que esta gente debe de gastar para poder tener todas estas cosas, solo mira, muchas tienen sus portones echos de oro.

No respondo nada, tan solo me burlo en secreto de su ignorancia e ingenuidad.

Llegamos a la casa y entramos.

Al introducirnos en mi hogar Bryan se queda petrificado al ver cómo es dónde resido, su cara es de un asombro inminente como si nunca en su vida hubiese visto una fuente hecha por completo de oro; aunque pensándolo bien es muy posible que jamás lo haya hecho. Cualquiera que pudiese observarlo se daría cuenta enseguida que es un pobretón y que ni en sueños va a poder conseguir cosas como las que yo poseo, ya que una persona con dinero no se sorprendería con pequeñeces como una estatua de pavo real hecha de plata y bronce. La gente de escasos recursos es tan fáciles de impresionar, se admiran con lo más mínimo.

Imagino que por dentro el estúpido becado se está muriendo de envidia, no debe de ser fácil estar tan cerca de este tipo de cosas y ser cociente que nunca van a ser tuyas, qué bueno que yo no estoy en su posición.

Subimos a mi habitación. Nadie hubiese podido asegurar que yo, uno de los chicos más populares de la escuela, iba a terminar en su cuarto con un completo idiota como lo es Bryan. Siempre que me ha tocado realizar trabajos en pareja los he hecho con mi amigo Manuel, él es el único que comprende mi estilo de trabajar, es decir, nunca hacer nada e inventar un plan al último minuto. Qué rabia que ahora estoy obligado a trabajar con alguien que sí es responsable, si no fuese porque el estúpido maestro de biología le va a ir a poner queja al entrenador y a la directora como si fuese una nenita, yo nunca me hubiese unido con un perdedor para hacer un proyecto, a menos claro, que sea para dejarle todo el trabajo y no hacer nada. El profesor de biología es un reverendo idiota, lo odio como no tienen idea, cada vez que me acuerdo de su cara me entra la furia.

— ¿Dónde dejo mi mochila?— Pregunta Bryan entrando por completo en mi pieza.

— Justo aquí— Le digo señalando un perchero cerca de la puerta.

Amarte En Mil ColoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora