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Un día más, un día menos, todo parecía igual, gris y sin color.

Ni siquiera las flores de distintos colores o lo verde del jardín disfrutaba ver pues era la misma vista desde hace 19 años que solo cambiaba conforme a las estaciones del año.

Aún le costaba salir de su habitación, aunque ya había intentado en muchas ocasiones escapar de su propio encierro, los nervios y el miedo lo dominaban.

Todos estos años han sido iguales, nada ha cambiado incluso el recuerdo del niño castaño que irrumpió en su habitación permanece.

El sol había salido apenas e inundo de luz su habitación despertándolo, se levantó y estiró sus brazos bostezando, buscó entre su gran armario la ropa que se pondría en ese día antes de meterse a bañar.

Caminó hasta el baño y comenzó a llenar la tina, tomó una botella de aceite de rosas y agregó ocho gotas, su fragancia lo relajaba. Después burbujas y una taza de miel para humectar su piel, cuando el agua estaba a la mitad se desnudó y recostó, le gustaba quedarse ahí para relajarse.

Habían pasado dos horas y los dedos de las manos y los pies estaban ya muy arrugados, entonces decidió salirse de la bañera.

Salió del baño ya vestido y se sentó a desayunar, acabó y se levantó para asomarse por la ventana y que le llegaran un poco los rayos del sol.

Lo mismo de todos los días, a excepción de una persona que no había visto antes, cortaba y le daba forma a algunos arbustos, tenia un sombrero para cubrirse del sol, así que no alcanzaba a ver bien su rostro.

Como no tenía otra cosa más interesante que hacer se dedicó a observar la manera en que trabajaba aquel hombre.

Se veía que le gustaba su trabajo pero el sol era algo fuerte y el calor le estaba calando así que se quitó el sombrero y comenzó a echarse aire con éste.

Seungmin aún lo observaba pero estaba de espaldas y cuando aquel hombre giró tocaron la puerta de su habitación impidiendo que lo viera.

–Pasa, nana.

–Solo vine para ver como estabas mi niño, aunque no te gusta que me preocupe por ti nunca dejo  de hacerlo.

En el transcurso de los años Seungmin se había vuelto más frío y solitario, ni siquiera quería la compañía de Nayeon, pues los ataques de pánico eran más frecuentes que antes y odiaba cuando ella los presenciaba, nunca le gustó esa mirada de lástima hacia él.

–Estoy bien, ahora puedes dejarme solo.

–Tomaste todo el desayuno, me da gusto– Dijo mientras recogía la charola.

–¿Cuando me comprarás los libros que te pedí?

–Mañana iré a la ciudad y te los traeré sin falta.

–Me parece bien, ya casi acabo con el que estoy leyendo ahora.

–¿Se te ofrece algo más?

–Nada, puedes retirarte ahora.

Ella salió y Seungmin caminó de nuevo y se asomó a la ventana pero ese hombre ya no estaba, sin embargo se quedó viendo lo bien que había quedado su trabajo.

Tocaron la puerta y Seungmin rodó los ojos molesto, seguro su nana se había olvidado decirle algo.

–¡Pasa! Y ahora q...

No pudo seguir hablando, se quedó quieto y observando sorprendido a ese chico que estaba parado en su puerta.

Sintió como su corazón se iba acelerando y las respiraciones agitadas comenzaban, ese chico le sonreía pero Seungmin solo lo podía ver con horror por invadir su espacio.

–¡Sal de aquí!– Gritó y automáticamente al invasor se le quitó la sonrisa.

–¿No me recuerdas? Soy yo, Sehun, tu primo.

Dio unos pasos y cerró la puerta detrás de él, Seungmin seguía sintiéndose mal, las manos le sudaban y el pecho le dolía, miró a los ojos a Sehun y logró reconocerlo pues su rostro era muy parecido al de su madre y después ya no supo más, todo se volvió oscuro, se había desmayado.

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Ya no aguantaba la espera, tenía mucha curiosidad por saber la vida de Seungmin, deseaba que su encierro fuera cosa del pasado y aquel niño hermoso de mirada triste y peleado con el mundo, hubiera quedado en el pasado.

Pero no fue así, se sorprendió cuando al preguntar por él a los otros empleados domésticos le dijeran que todo seguía igual con él, sintió pesar y tristeza por no poder quedarse más tiempo de niño y de alguna manera ayudarle.

Empezó a trabajar pues por algo estaba ahí, aunque había otra razón por la que regresó, siempre se quedó con el recuerdo de Seungmin, no tuvo la oportunidad de estar más tiempo con él y ayudarle a superar sus miedos.

La muerte repentina de la única hermana de su padre los obligó a regresar a su pueblo y ni siquiera tuvo la oportunidad de despedirse.

Ahora con 17 años él se valía por si mismo pues su padre falleció hace unos cuantos meses atrás de un ataque cardiaco, la soledad que sentía al no tener a su familia y estar solo en el mundo le hizo recordar mucho a Seungmin.

Así fue como pensó en regresar y ahora está acá de nuevo deseando que el chico rubio se asome por la ventana, tenía curiosidad si los años habían quitado algo de la hermosura o lo contrario.

Cuándo decidió voltear solo pudo ver la espalda del rubio y después desapareció, aún no lo veía a los ojos y su pecho se llenaba de emoción.

Corrió por el jardín hasta entrar en la mansión y caminó hasta lograr llegar a la habitación del chico.

Apenas iba a tocar la puerta cuando un chico la abrió de repente.

–¡Oye tu, ayudame! Se ha desmayado mi primo.

Hyunjin entró y encontró a Seungmin tirado en el suelo así que con cuidado lo levantó y lo llevó hasta su cama para acostarlo.

–Ahora vengo, iré a buscar a su nana, ella sabrá que hacer– Hyunjin solo asintió.

Se sentó a su lado y se puso a observar a Seungmin, a veces cuando creía olvidarse de su hermoso rostro llegaba en algún sueño logrando que lo volviera a recordar.

Al verlo se dio cuenta que había cambiado algo, no solo era ya el niño más hermoso que había visto alguna vez, ahora era el hombre más hermoso, tanto así que seguía teniendo esa apariencia celestial.

Seungmin comenzó a mover sus párpados lentamente y el corazón de Hyunjin dio un pequeño salto, el rubio despertó y dirigió su mirada directamente a Hyunjin.

Abrió los ojos de par en par y quería decir algo pero no podía ¿acaso su mente le estaba jugando una mala pasada? ¿Ese hombre que se encontraba frente a él podría ser Hyunjin?.

–Regresé, mi ángel.

Desde Mi Ventana ♡ Seungjin/HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora