El triste presente

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6:30 am, 20 de Junio de 2023. Detroit, Michigan. Departamentos de Roberto Santiago y Katherine Pryde.

La ciudad era ruidosa, suponer lo contrario era de necios o ilusos. Y las ciudades norteamericanas eran demasiado ruidosas, nunca dormían y el rumor de la urbanidad no cesaba. Roberto estaba acostumbrado al ruido constante y molesto de los autos, las maquinarias y las personas, muy a pesar de crecer en un tranquilo pueblo de Michigan, Great Lake City lo había preparado para el caos. Sin embargo, jamás creyó que Detroit lo sorprendería así. Esa mañana, mientras la luz del sol se filtraba entre las cortinas, iluminando pobremente la habitación, solo pudo oír el latido de dos corazones.

No eran agitados, ni siquiera alarmante era su ritmo. Lo aterrador era la sincronización, latían al unísono, sin perder el ritmo en ningún momento. Por poco más de un minuto, los oídos de Bobby, entumecidos por el silencio sepulcral, percibieron con total claridad esos uniformes latidos. No pudo siquiera respirar, sentado en el borde de la cama y con la mirada perdida, esperó a que se rompiera la sobrenatural sincronización.

Su corazón, por el pavor que fue apoderándose de él, fue el primero en dejar la espeluznante sincronía, solo con un latido más temprano que el de Kitty. Y, como si el mundo hubiera salido de una pausa momentánea, el rumor de los autos aturdieron a los sensibles oídos del hombre. Cayó de la cama, un grito ahogado escapó de sus labios ante el inesperado ruido, pero sus oídos volvieron a la sensibilidad normal en cuestión de segundos.

Desnudo, sobre la alfombra aterciopelada de su habitación, Roberto Santiago recordó a su familia. Ya habían pasado varios días desde que salió de Great Lake City, desde esa ventosa mañana en que llevó a las hermanas mayores Loud a su hogar. No se atrevió a regresar con los Casagrande, por más que quisiera pasar un tiempo con su madre y hermana, el deseo de reunirse con Kitty era mayor. La última imagen que tenía de ella era la de ese funesto día, cuando su mente se vio arrastrada a un paisaje mental indescriptible y aterrador. No solo escuchó su voz, sino que su figura espectral se hizo presente ante sus ojos. El verla con ese traje de batalla, tan joven y enérgica lo intranquilizó. Aunque vio su rostro de siempre una última vez en la pantalla del celular, la proyección de la mente de Kitty, fue lo que se quedó grabado en su memoria.

La situación, desde que llegó a Detroit, parecía ir bien (tan bien como podrían ir en un mundo que duplicó su población en menos de un segundo), pero había algo que lo molestaba. Había un sentimiento indescriptible, una sensación que lo estremecía cada vez que estaba cerca de ella. No podía describir lo que era, pero existía una tensión que iba aumentado con cada día que pasaba, y el silencio de Kitty ante el problema lo comenzaba a irritar. ¿Qué era lo que había cambiado? ¿Por qué sus besos cada vez eran más fríos y el sexo cada vez más rutinario? Aún no se casan, están a unas semanas de unir sus vidas, y parecen un matrimonio de 10 años, distantes y cansados.

Necesitaba un trago, ahogar esas penurias en un buen trago de whiskey. Se levantó, aún perturbado por las dudas y el inicio de la mañana, y le dio un último vistazo a Kitty. Las sabanas cubrían su desnudez, sus cabellos castaños ocultaban parte de su rostro y la respiración era calma. "Aún sueña" se dijo, y olvidando momentáneamente su malestar, sonrió ante la idea de que él estuviera en sus sueños. Se vistió y salió de la habitación, encontrando su reducido departamento con una decoración sobria, escasa y algo de desorden en la sala. Días atrás, las anteriores ocupantes de su departamento, se marcharon a Canadá, ya que los alquileres en Toronto eran más económicos.

Buscó con pesadez en las alacenas, la botella de whiskey estaba casi vacía por lo que su deseo de embriagarse se frustró con prontitud. Roberto, desde que desarrolló ese deseo por las bebidas alcohólicas, había desarrollado a la par un mal humor muy marcado. Se irritaba con facilidad, casi cualquier disgusto lo hacía arder en rabia, pero se contenía ante la presencia de Kitty, su sola presencia evitaba que se perdiera en la furia. Mas, desde el tercer y cuarto chasquido, cuando el mundo perdió el statu quo que perduró por 5 años, se sentía adormilado. Ni el mayor disgusto lo molestaba, solo sentía algo de fastidio. Por lo que, con ingenio, decidió usar el escaso whiskey para prepararse un café escocés.

Una Nueva Oportunidad (The Loud House Y Marvel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora