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—Le pago a quien me mate— habló en voz alta la número 8 mientras se levantaba, había tenido una mala noche y debía hacer algo.

Se alistó con una ropa algo distinta a lo usual, acomodó las gafas negras y salió de su casa. El taxi ya la esperaba, llevándola a un sector de la ciudad bien posicionado.

La puerta de una mansión se abrió mientras ella espiaba, su objetivo ya estaba en la mira y era cuestión de hacer que su muerte pareciera normal. Se concentró y provocó una caída fatal para el hombre, los empleados del millonario gritaban por ayuda desesperados, pero uno en particular la hizo sonreír satisfecha.

—¡Creo que no tiene pulso!— exclamó una mujer al lado del cuerpo ya inerte.

—“Obviamente”— pensó la chica.

Sacó una libreta de la nada y subrayó otro nombre de la no tan larga lista de pendientes, un peligro menos para la llegada del apocalipsis no le venía mal. Preservar una línea del tiempo no era su deber en realidad, pero no quería fracturarla. Ocho decidió caminar al centro de la ciudad, las cafeterías eran geniales después de un asesinato.

Al doblar la esquina, un hombre en sus veintes abordó a la Hargreeves, la mirada de la chica recayó en la navaja que sostenía temblorosamente.

—Dame todo lo de valor que tengas— ordenó con un tono “rudo”.

—Tranquilo, parece que yo soy la asaltante— habló de forma irónica —La próxima vez que intentes robar, trata de no parecer cohibido, tu presencia no es para nada imponente y no te ves como alguien que me alcance en una carrera.

—Vete al demonio, niña— trató de apuñalar a la joven, recibiendo un golpe directo a su nariz.

—Otro error, ¿quién apuñala el pecho? Soy considerablemente más baja que tú, claramente puedo esquivarlo.

El hombre se sentía humillado, ahora realmente quería matar a (T/N). La chica atinó a golpearlo de nuevo, repitió esto hasta que lo dejó inconsciente, alguien lo encontraría más tarde.

—Siento que algo anda mal con Klaus…— susurró dirigiéndose a un restaurante —Supongo que sabrá manejarlo.

Y mientras Ocho se terminaba unos deliciosos waffles, Cinco se dirigía hacia la clínica para encontrar la afamada lista de compradores ilegales.

El chico entró en pánico cuando vio a su objetivo en llamas, se bajó del auto para correr hacia el lugar, recibiendo la onda de la explosión. Justo en ese momento apareció (T/N), pues se había alarmado por los pensamientos del joven.

—¡¿Estás bien?!— le gritó ella en la cara.

—Ocho, tienes que salvar una lista, por favor, sé que puedes hacerlo— rogó desesperado —Estoy cerca, te juro que estoy cerca de descubrir quién provoca el apocalipsis.

—Esa lista no te iba a servir de nada, la persona a la que buscas aún no ha perdido su ojo— intentó tranquilizarlo —Calma, Cinco— trató ahora de abrazarlo, pero no pudo.

—Pudiste decirme eso antes, ¿qué me estás ocultando, (T/N)?— preguntó sin mirarla, estaba molesto.

Ella se congeló un poco, la había llamado por su nombre y no era bueno.

—No te estoy ocultando nada, simplemente no lo sabía antes— se defendió.

—No te creo— respondió cortante y desapareció.

Ocho se quedó en el suelo, se preocupaba por su bienestar y le pagaba así. Tal vez debía ser más cuidadosa con sus acciones, la persona en la que creía ya no creía en ella. Golpeó agresivamente su propia cara y se levantó para irse de ahí.

Aphaty | Número Cinco Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora