1

2K 103 16
                                    

—Joder…— masculló una joven que aparentaba máximo 14 años al acercarse a una mansión.

Los pasos eran firmes, pero se le notaba que no se encontraba muy cómoda con la idea de entrar al edificio. Abrió la puerta de par en par y aspiró el aroma del que una vez fue su hogar. Siguió hasta encontrarse con alguien que no quería ver.

—Luther— mencionó con una sonrisa engreída —¿Cómo estás, número Uno?

—Ocho, creí que no vendrías— la miró algo incrédulo —Estoy bien, ¿tú cómo te encuentras?

—De maravilla, la apariencia joven te da muchas ventajas a la larga.

El alto iba a continuar con la conversación, pero la adolescente se dio la vuelta sin importarle en absoluto lo que iba a decir su hermano. Miró a Diego con desdén, la última vez que hablaron terminó mal. Buscó a la única persona viva que admiraba. Hasta que lo vio, ahí en la sala de estar, buscando algo de valor para intercambiar por droga.

—¡Klaus!— saludó contenta.

El joven se giró confundido, encontrándose con la chica sonriendo sincera.

—Ocho… qué gusto verte— abrió los brazos con una expresión ilusionada.

Ella se acercó para abrazarlo, pero el olor a alcohol y toda clase de sustancias desconocidas la frenó.

—Si te das un baño, quizá te abrace. Me alegra encontrarnos, hermanito— dijo la de apariencia menor mientras lo rodeaba —Es una lástima verte tan intoxicado.

—Ya sabes, el vino sin alcohol es jugo de uva— recitó tratando de parecer reflexivo.

—Sí, te creo. Iré a ver si los demás siguen vivos— se despidió desapareciendo de su vista.

En un parpadeo ya estaba en la sala principal, donde una mujer de poca estatura entraba algo nerviosa.

—Ocho— habló ella al ver a la chica.

—Vanya, no esperaba verte para nada. Eres muy valiente— mencionó en tono burlón mientras flotaba alrededor de ella —Pero en parte me alegra que vinieras, todos aquí parecen tener una sola neurona disponible.

—Gracias, supongo— contestó algo incómoda la número 7.

De nuevo, sin despedirse, la joven se dio la vuelta para seguir recorriendo la mansión, pero su intuición le alertó sobre algo que le dio escalofríos. Sostuvo su cabeza y se enfocó en aquél pensamiento.

—Mierda, ¿papá tenía contemplado esto?— se preguntó en un susurro —Debo irme de aquí pronto.

—¿Estás bien?— cuestionó Vanya preocupada por la actitud de su hermana.

—Sí, sólo que debería irme antes. Recordé que tengo un compromiso, de todas formas no creo que papá se moleste. Suerte con los simios— se acercó al oído de la mujer —Y no hablo de Pogo— finalizó con un susurro.

La mayor asintió aún confundida a pesar de que le había hecho gracia, vio a Ocho desvancerse y suspiró preparándose mentalmente para el reencuentro con sus hermanos.

La chica apareció algo agitada en su casa, teletransportarse le costaba mucho a largas distancias. Caminó hacia la alacena donde guardaba píldoras para el dolor y se las tragó sin pensarlo. Continuó avanzando hasta su amplio sofá y se tiró mientras encendía la televisión.

—“Maldito viejo desquiciado. No dudo que lo haya planeado”— pensó molesta —Suficiente tenía con ver a los 5 bobos y ahora debo ver al idiota de Cinco— se quejó ahora en voz alta.

Aphaty | Número Cinco Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora