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Les había tomado poco tiempo encontrar la dirección del detonante del fin del mundo. Diego aparcó frente a la casa y los cuatro bajaron del auto simultáneamente.

—Debemos tener cuidado, no sabemos de lo que es capaz— avisó Allison mientras caminaban a la entrada.

—No se veía peligroso cuando lo conocí, lucía escuálido— argumentó el número 2 con calma.

—Como todos los asesinos en serie, míralo a él— habló de nuevo la más alta refiriéndose a Cinco.

—Gracias— masculló el menor con cierto enfado.

(T/N) no dijo nada, observaba mal a Cinco, claramente estaba herido y no le había dicho nada. Llegaron a la puerta e ignoraron la instrucción de Diego. Cinco y Ocho aparecieron dentro de la casa y Allison entró por la puerta trasera, en eso, el restante entró rompiendo la puerta y cayendo estrepitosamente sobre los vidrios de esta. La chica no pudo evitar maldecirse por tener hermanos tan inteligentes.

—Sutil— elogió Allison viéndolo en el suelo.

—La puerta no tenía llave— le dijo Cinco a Diego.

—Ya, pero mi método también funcionó.

—Bueno, a lo que vinimos— habló Ocho mirando la puerta destrozada —Y rápido, o los vecinos se percatarán de la entrada.

—Sepárense y si les pasa algo griten— mencionó Diego adolorido.

—Como líder es inspirador.

—De los mejores— hablaron al mismo tiempo los menores.

Ocho y Allison subieron las escaleras con cuidado, encargándose de revisar cada cosa con detenimiento. La chica entró a la habitación y se fijó debajo de la cama, encontrando algo bastante peculiar.

—¡Oigan, tienen que ver esto!— llamó Allison desde el ático.

Los tres subieron, encontrándose con un panorama extraño. Toda una colección de su mercancía destrozada y quemada, a excepción de la cara de (T/N).

—Da miedito— la voz de Diego rompió el silencio.

—¿Por qué sólo la cara de Ocho está bien? Su figura ni siquiera está quemada— la morena parecía muy confundida, como todos.

—Esto no es lo peor, miren— la chica enseñó el libro con las iniciales RH —¿De quién creen que es?

—Ni siquiera le importa Vanya, era por nosotros.

Ocho de reojo vio que Cinco palideció aún más y cayó de espaldas. Los tres se acercaron para ver qué tenía, aunque la menor ya tenía una idea. Descubrieron una herida de lo que parecía ser una bala en un costado de su torso.

—Demonios, ¿por qué no dijiste nada?— cuestionó Diego.

—Estoy muy cerca— pronunció débilmente antes de desmayarse.

Allison lo llamó repetidas veces, pero Cinco ya había perdido la consciencia.

—Lo llevaré a casa, si quieren ir, vayan— suspiró Ocho cargando al chico para después desaparecer.

Llegó hacia la habitación del herido y lo colocó en la cama. Se tambaleó un poco por el dolor de cabeza que le provocó teletransportarse.

—¡Mamá!

—¿Qué pasó, cariño?— habló Grace con una sonrisa, después se percató del estado de Cinco.

—Herida de bala, creo que ya no está ahí. Supongo que no necesita sutura.

Aphaty | Número Cinco Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora