20 de mayo, 1886.
Juliana se encontraba prendiendo el fuego del horno, como un favor hacia la pobre cocinera que se veía ansiosa por la reunión que se haría en la casa Mancilla en la noche, una pequeña velada le llamaron ellos, con más de cincuenta invitados. Las chicas que ayudaban a la señora, se veían igual de desesperadas debido a la desesperación de la mayor. ¿Y Lourdes? Se preguntaran, Juliana tenía la mejilla manchada de negro por ayudar en el quehacer, cuando refunfuño recordando que la anciana tenía que ir al centro de la ciudad a resolver unos cuantos pedidos, debido a lo mismo. No se iba a quejar, su horario de levantarse era demasiado temprano como para empezar con su propio trabajo.
-Juliana.-
-Tomás.- dijo ella, aun con su cuerpo medio metido en ese horno, intentando prenderlo.
-¿No es peligroso hacer eso?- pregunto el joven, con sus orejas rojas, debido a la posición en la que se encontraba la otra.
- No, es la más fácil, creo...- decía quejándose. – pero ¿Te puedo ayudar en algo?-
-Ehm, en verdad llegó esta carta para ti, encontré a una de las bellas trabajadoras de la mansión Carvajal, sobre todo las jóvenes que son cercanas a Valentina, por no decir la señorita Valentina... – continuo suspirando el joven con ensoñación. Juliana se salió del horno, para atenderle y no dejarlo terminar.
-Está bien Tomás, entendí.- contestó Juliana con solo media sonrisa, estirando su mano que tenían sus dedos sucios.- Gracias. – dijo al guardársela en su delantal. El joven asintió para luego marcharse. Juliana cuando estuvo sola, abrió el sobre que tenía escrito su nombre con delicada letra, como siempre.
Querida Juliana.
Amada mía, hoy desperté con una inquietud que solo tú podrías resolver, con esas conversaciones tan interesantes que tienes, si soy completamente sincera, a menudo me pasa, quizás sea la excusa de mi corazón para querer verte, sin parecer una loca sin remedio, aunque a esta altura no me importa. Me gustaría poder escribir más, pero necesito que me ayudes...urgentemente. Claro que recibí una invitación a la pequeña reunión que celebraran en la casa de Lucho, pero me iré antes a buscar la dirección de San Martín, puede que él sepa ayudarme, no te preocupes, cuando te vea, te explicaré.
Tuya, Valentina.
Juliana sonrió ante lo dispersa que podía llegar a ser la ojiazul, y era una combinación extraña la pulcritud de la letra, y la carta en general, junto en como ordenó las ideas. Guardó nuevamente el sobre en su bolsillo, pensando en qué tenía que decir la otra.
Después de eso, consiguió prender el bendito horno, yéndose a cambiar de ropa y asearse un poco para llegar a la oficina del señor de la casa, aun así, llegando un poco tarde.
-Disculpe la demora, allá abajo esta de locos.- dijo ella sobándose la frente.
-Ni me lo digas, ni siquiera tengo mucho que hacer, solo me estoy refugiando en mi oficina. Mi señora puede ser una maniática cuando se lo plantea – dijo el mayor, sacándole una sonrisa a Juliana. – te necesito para otro trabajo hoy. – continuo él, encendiendo un puro.
-Mande. – dijo ella.
-En ese sobre. – Juliana automáticamente miro un documento bien cerrado encima del escritorio. – hay una serie de documentos, que necesito que entregues. – dijo.
-Claro, en su oficina del centro, el banco, o...-
-No, vas a ir al parque de la catedral, en una farola se encuentra una banca, solo los dejaras ahí y te alejaras, esperando que alguien los tome ¿Entendido?- El hombre sacó una cantidad grande de dinero de su pequeño cajón. – Esto debe ser suficiente para que lo hagas y no le digas a nadie.-
ESTÁS LEYENDO
Letters.
Ficción históricaAl rededor de los años 1880, una joven bailarina de la nobleza, se encuentra con una promesa de la escritura quien vive las dificultades de sus orígenes.