Capitulo IX

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16 de mayo, 1886.

Querida Juliana:

Mi hermano no se encuentra bien, la última vez que te vi, mi hermana Eva vino a buscarme, diciendo que solo quería hablar conmigo...aún no sé qué quiere, cada vez que pienso que dirá algo, se calla y toma un vaso de algo fuerte, Eva me ha encargado cuidarlo. ¡Oh! Mi amada Juliana, creo que cuento los segundos para volver a verte, el único espacio disponible que tengo para mí misma es durante los ensayos y puedo jurar que hasta ahí te pienso. He luchado en contra de mis sentimientos, porque creo que me he imaginado demasiadas veces escapando a nuestro encuentro, pero creo que ya no puedo más, mañana te buscaré para que seas toda mía.

PD: Sería divertido encontrarnos en el café en el que fue nuestro primer encuentro. 16:00.

Tuya, Valentina.

Juliana suspiró con la sensación combinada de felicidad y extrañar a la rubia, al menos esta vez le habría escrito, entendía perfectamente su ausencia, las familias como esa debían tener problemas serios, que las personas corrientes no pueden imaginar, además de la incesante necesidad de mantener las apariencias.

-Que estresante.- Dijo para ella misma, después de ese pensamiento, tocó una pequeña campana para avisar al del carruaje que ahí se bajaba. Le habían dado el fin de semana libre, había pensado que era buena idea visitar a su madre, aunque ahora, su antiguo barrio parecía un poco extraño, quizás más grande ¿Era eso sentirse adulto? Camino a su casa se detuvo a un pequeño almacén para no llegar con las manos vacías a su casa, menos ahora que ganaba algo de dinero. Le pareció que un poco de pan dulce y leche, un poco de harina para su madre era suficiente- no es como que tuviera para más- entonces se dirigió hasta allá. Al llegar, tocó la puerta, sorprendiéndose al segundo al ver quien le abrió.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó confusa, a Panchito que la miraba como si fuera una gran sorpresa que estuviera ella ahí.

-¡Juliana, cuanto has crecido!- Le dijo el hombre, palpando su hombro con cariño.- Tu madre está dentro.- Juliana frunció el ceño al ser ignorada, pero decidió preguntar después. Entró, sintiendo el aroma familiar de la comida de su madre, un pequeño sentimiento de nostalgia se instaló en su pecho.

-Lupe, te traje un poco de leche y harina.- Dijo para llamar la atención de su madre que revolvía una olla.

-¡Mija, que bueno verte! No debías pero gracias, te esperaba un poco más tarde.- su madre y ella se abrazaron.

-Sí, pero terminé lo último que me quedaba más rápido de lo que pensé ¿Molesto en algo?- Juliana se acomodó un mechon de cabello detrás de su oreja, entreteniéndose demasiado en la nada del piso, de pronto el pensamiento de que no era esperada se le cruzo, involuntariamente, por la cabeza.

-No para nada, solo que tu carta decía a eso de las una.- Decía Lupe ordenando algunas cosas de la cocina.- Entonces acomodé el horario de la comida para esperarte con un plato calientito, pero la que va a tener que esperar un poco vas a ser tú.- La mayor le dijo con gracia, contagiándole la sonrisa a su hija.

-¿Te ayudo a preparar la mesa?- Le preguntó, recibiendo un asentimiento.

Juliana acomodaba los platos y vasos en cada lugar, era extraño colocar tres puestos, ya que siempre fueron ella y su mamá, pero ahora se encontraba Panchito, que escribía en calma unos papeles, en un escritorio. Cuando terminó, ya todos procedían a sentarse, sonrió al ver que el plato era un simple guiso de pollo, que en verdad a ella le encantaba.

-Bueno mija y cómo te ha tratado la vida en los barrios altos.- Dijo Lupe mientras comía un trozo de tortilla.

-Ni te imaginas Lupe, los ricachones tienen casas muy grandes, creo que somos más de diez en el personal de la familia para la que trabajo, mmm aunque son un poco extraños, pero me han tratado bien.- Juliana se sentía con el ánimo para hablar. Y eso, su madre lo notó

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