prólogo

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Me veo frente al espejo recordándola en mi piel, y no puedo dejar de imaginarme cómo sería volver a ella; me prometí olvidarla, pero aún no lo he conseguido. El verme aquí tan crudo, tan olvidado por su memoria, hace que la curiosidad nazca en mí e imagino su mundo, ¿En qué estará pensando ahora? ¿Pensará en mí como yo pienso en ella todos los días? ¿A caso se acuerda de mí? Me veo enfrentado a todas estas interrogantes sin respuestas.

—Amigo ¿todo bien? — me saluda el judío. Me hace salir del mundo de la meditación y los recuerdos.

—¡Todo bien amigo! — mentí.

Trato de sacarla de mi mente, y lo consigo; ya listo para dar clases en la escuela, pongo todo en orden y me despido de mi amigo y compañero de cuarto, el judío. Ya de camino a la universidad, siento por un instante su piel rozar la mía, y por cosas del azar o del destino, veo una chica que juraba que era ella, di media vuelta y comprobé que no.

Estando en clases, en un pequeño receso, me convenzo a mí mismo de buscarla en alguna red social, para mi sorpresa veo que acaba de subir una foto en París con alguien que parecía ser su novio, y sentí que todas mis preguntas se respondieron. Tanto, que deseé respuestas y cuando al fin las tengo, hubiese preferido nunca haberlas tenido. Sólo me despedí por siempre de ella y escribí para desahogarme y dejar ya ir a Aurora, mi único amor. Cito:

Porque antes hubiese sucumbido al golpe de los recuerdos,

Aferrado a un ayer que ya murió,

Posponiendo el hoy como si fuera incierto,

y viviendo el presente del pasado,

porque el hoy ya se me hacía muy futurista

Pese a que yo era un soñador.

El Alma Al DesnudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora