Capitulo 4

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Una cálida mañana, sentado en mi oficina comencé a recordar esa tarde, cuando la vi en la biblioteca. Era una tarde ventosa, las sombrillas salían volando, yo iba camino a la biblioteca en mi bicicleta, era una bicicleta promedio de color negra, con canasta delante, para los días que tenía que hacer cualquier tipo de compra.

Llegué a la biblioteca, y la vi, tan bonita como siempre, estaba con su amiga, aquella que estaba la vez que se le cayó el lápiz, ella estaba sentada leyendo una novela romántica llamada orgullo y prejuicio. Me acerqué a ella un poco tímido.

—Hola Aurora, perdón que interrumpa tu lectura. — le dije.

—Hola Christophe, no importa, estaba esperando que llegaras. Ella es mi amiga Elizabeth, venimos aquí siempre a leer un poco. — Elizabeth hizo un gesto con la mano, queriendo saludar.

—Hola Elizabeth, un placer conocerte. —le dije. Elizabeth solo asintió, se paró de la mesa y fue a las estanterías, aparentemente a buscar otro libro.

—No parece muy contenta de que yo esté aquí. — le dije a Aurora. Ello sonrió.

—Ella es así, no le gusta mucho hablar, pero tranquilo es buena muchacha.

—Cambiando un poco el tema, te gustan las novelas románticas.

—Me fascinan, me gustaría tener un amor así, para siempre, sólo esa persona y yo.

—Eso sería bonito, aunque me parece un poco cursi. — Sonreí un poco.

—Para mí no parece cursi, sería algo perfecto. En fin, ustedes nunca entienden.

—O sea, sí te entiendo, disculpa es que me pones nervioso.

—¿Por qué?

—Cosas mías— tenía tantas ganas de gritarle a los cuatro vientos que me gustaba y mucho. Me parecía increíble que quisiera un amor para siempre, sólo que no quería verme muy sentimental, no sé, fue una estupidez. Pd. Aun me avergüenzo de mi yo adolescente, creo que todos lo hacemos.

—Mmm está bien. — ella respondió.

—¿Qué libro me recomiendas leer? — le pregunté para cambiar el tema.

—Ya que no te gusta tanto lo romántico, lee esto a ver si cambias de opinión. — me pasó el libro que se titula, Diario de una pasión. Tenía un poco de dinero que había reunido para comprar unos libros sobre las biografías de Newton y Tesla, pero decidí comprar el libro que ella quería que leyera.

—Lo compraré mejor, lo usaré para ver si me hace querer un amor para siempre. — le dije.

—Mejor aún.

Fui y lo compré. Después de unos minutos, volví donde ella estaba. Ya Elizabeth había regresado. Le pedí que me le pusiera una dedicatoria, para recordar quien me hizo cambiar de parecer. Ella sonrió. Les leo que me escribió:

Para cambiar tu percepción de la belleza física, y te des cuenta que no solo los seres astrales y físicos son hermosos, sino que también las cosas que no se ven, como el amor, espero que entiendas como el amor eterno lo puede todo, con cariño tu nueva conocida, Aurora.

Me sonrojé al ver la dedicatoria, traté de disimularlo, pero no pude. Ya luego, pasé unos minutos con ella y su amiga, hablando un poco del amor eterno, y muchas cursilerías que en verdad me gustaban. Ella y su amiga, en cierto modo me acordaban a mí y al judío, tan buenos amigos y almas totalmente diferentes.

Mientras Aurora soñaba con un amor eterno, Elizabeth ya quería poder andar de fiesta en fiesta, me causaba un poco de confusión su amistad, pero solo la trataba de ver como si fuéramos mi amigo y yo.

El Alma Al DesnudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora