Capítulo 5: Un paseo

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Ha pasado una semana desde el accidente en donde Christina y Alejandro se conocieron, ella le daba techo y comida, mientras que él hacía trabajos, Alejandro se desempeñaba bien en sus qué haceres, y constantemente atraía la mirada de todas las personas de San Marcos de las Tazas, todos se preguntaban quién era. Gracias a esto, la venta de naranjas creció aún más, ya que todos iban con la excusa de comprar y aprovechaban para preguntar a Christina quien era, por lo que ella se limitaba a contestar "Es un pariente de mi difunta tía, está de visita" y cuando se le acercaban al chico para preguntar quién era, solo les contestaba dando su nombre y diciendo "Vengo de muy lejos".

Una tarde de domingo, después de acabar con las tareas del día, Alejandro se sentó en la banqueta, observaba el pueblo; eran unas pequeñas calles, solo eran pocas, el camino era de terracería y algunas piedras que ponían para cubrir los baches, las casas eran pequeñas, pero los terrenos de estas eran bastante extensos ya que la mayoría tenía dentro de sus propiedades terrenos baldíos o en caso contrario bonitos jardines con altos árboles. Las banquetas eran de piedra y estaban ligeramente cubiertas de tierra, había en las esquinas de cada cuadra una lampara de petróleo que hacía la función de farol, de fondo se escuchaban a los niños jugar y gritar, a las señoras haciendo tareas de casa, los señores sentados en el frente de las casas con un periódico mientras fumaban o bebían café. Por otra parte, podías ver a los jóvenes en grupos conversando y tratando de llamar la atención de una que otra señorita.

-Alejandro.
-¿Si, Christina?- dijo al oír la voz mientras al mismo tiempo se levantaba del suelo y la miró detenidamente.
-¿Quieres ir a caminar?- se acomodó las gafas de media luna y se encogió en hombros, llevaba un simple vestido azul plomo con encajes blancos, una cintilla en la cabeza, la cual le sujetaba el cabello, una bolsa de mano que hacía juego con su vestuario y un abanico de mano.
-Si, claro- se apresuró a decir el muchacho mientras se miraba pensando que estaba muy sucio -Solo deja que me cambie y vamos.
-Así estás bien, solo es ir a pasear.

Así pues, se fueron caminando por la calle en la tarde de domingo con paso relajado, de alguna manera, Alejandro se sentía feliz, porque estaba viviendo algo que hasta entonces solo había sido un sueño para la humanidad, por otro lado, Christina también estaba feliz, pese a que todo el pueblo la quería y pese tener a Pablito como si fuera su hermanito, desde la muerte de su tía, siempre tuvo el leve sentimiento de soledad muy reprimido, al que intentaba no darle importancia, pero después de tiempo, por fin sentía algo de compañía. Los jóvenes caminaron con rumbo vago por todo el pueblo.

La tarde se iba pintando de color naranja cobrizo, el aire otoñal soplaba y dejaba mucho que desear, como una taza de té o café, obviamente no estaban callados, seguían con su plática de épocas, concentrándose principalmente en la música.

- ¿The Beatles? - decía ella confundida.
-Fue una banda inglesa.
- ¿Y que tocan o qué?
-Cuando estemos en mi año te enseñaré música de ellos.
-Bueno, cuéntame otra cosa, sobre tus amistades en tu época- Naturalmente ambos podían sentir una que otra mirada de los pueblerinos dirigiéndose hacia ellos, pero les daba igual, no eran las únicas personas del mundo, además, ni las señoras más meticulosas podían oír su conversación por más que agudizaran el oído

 -Bueno, no tengo mucha interacción con las personas, técnicamente soy solo yo y mi laboratorio de la universidad, o dando clases.
-Pero, ¿Por qué? ¿les caes mal?
-No, simplemente no me relaciono mucho con las personas.
- ¿A qué se debe?
-No lo sé. de hecho, tú eres la segunda persona con la que más he hablado en toda mi vida.

- ¿A qué te refieres con eso?

-Bueno, en una ocasión tuve una cita con una alumna, salimos durante un tiempo solo como amigos, pero ella ya se graduó y se mudó por motivos de trabajo, pero hace mucho que no hablamos.
-¿Y tu familia?
-Me fui de casa a los 10 años.
-¿Te fugaste?
-No, me becaron en la universidad.
-Ah, claro, la universidad, ¿es divertido?
-Si eres como yo, es fácil y divertido.
-Gracias a dios, no soy como tu- dijo ella de manera burlona, provocando que ambos comenzaran a reír.


Aún era temprano, no pasaban de las 05:40 pm cuando las nubes comenzaron a amenazar ligeramente San Marcos de las tazas, en ese lugar era muy volátil la conducta del clima, en medio día podías estar a 35°C y un minuto después estar nublándose para llover. Christina y Alejandro ya se habían alejado bastante de la casa, decidieron que debían regresar puesto que esta tormenta si anunciaba una lluvia. En el trayecto comenzó a lloviznar, después más fuerte, en fin, aún les faltaban como 10 minutos para llegar a casa cuando ya estaban cayendo chubascos.
Apresuraron el paso, pero aun así llegaron empapados, sobre todo Christina ya que la gruesa tela de su vestido absorbió bastante agua.

- ¿Le pasará algo a las naranjas? - preguntó preocupado Alejandro
-No, al menos que les caigas de nuevo encima, este tipo de lluvia les ayuda, aparte están protegidas. Iré a cambiarme, deberías hacer lo mismo o te resfriarás.
-Si, eso haré.
Una vez cambiado, Alejandro se sentó en la sala a esperar a Christina para preparar la cena, pasó un rato y no salía, creyó que por el agua estaría batallando para quitarse esa ropa. Pasó una hora y seguía sin salir, comenzó a preocuparse cuando ya llevaba dos horas adentro, así que se acercó a la puerta para llamarla.

-Oye, ¿todo está bien? - pero Christina no contestó - Christina, ¿te pasa algo?
Pero por más que insistía no respondía, así que fue a la cocina por un cuchillo y forzó la cerradura de la puerta, antes de abrirla avisó que entraría. Cuando entró la vio sobre su cama tirada boca abajo, llevaba una bata blanca de algodón, pareciera que se había quedado dormida, así que se acercó poco a poco temiendo que se despertara y se enojara por la intromisión a su cuarto. Cuando se acercó lo suficiente como para tocarle el hombro, la notó un poco pálida y al tocarle el hombro se dio cuenta que tenía temperatura.
Pronto la acomodó en la cama y la cubrió ligeramente solo con una sábana, le puso un pañuelo húmedo en la frente y corrió a la cocina a poner agua a hervir. En fin, la atendió como doctor a un paciente. La lluvia ya había parado, así que salió rápidamente al jardín a cortar las flores de un árbol para preparar un té.

-Christina, despierta- le dijo mientras la sacudía ligeramente del brazo -Despierta, vamos- pero ella solo dormía más y más, por más que la sacudiera y le hablara, pensó en tirarle un poco de té a propósito para que despertara, pero eso sería grosero.

-Christina, se robaron las naranjas.
-¿¡¡¡ LAS NARANJAS QUÉ!!!?- dijo levantándose de golpe, vio a Alejandro y se puso aún más roja de cólera, le empezó a maldecir pero comenzó a toser y tocarse la frente.
-Ya, tranquilízate, después me matas, toma esto.
-¿Qué haces en mi cuarto?- preguntó con mirada asesina.
-Bueno, entraste y ya no saliste, comencé a preocuparme así que decidí entrar.
-Maldito, pude haber estado desnuda- ambos se pusieron rojos al imaginar una escena donde eso hubiera ocurrido -¿Qué es eso que me quieres dar?
-Té de buganvilia, debes estar resfriada, por eso lo hice.
-Oh, gracias- pronto comenzó a sentir pena al haber sido grosera, pero se aferraba a la idea de que pese a ayudarla, era imprudente entrar así al cuarto de una señorita.
-Ahora quédate y bebe eso, iré a hacer la cena.
-¿Sabes cocinar?
-Y bastante bien.
-No me la creo- dijo ella asombrada, pues en toda la semana lo único que había hecho Alejandro en la cocina fue lavar los platos, calentar una tortilla y preparar el té de buganvilia.

Pasado un rato, Alejandro entró al cuarto de nuevo con una bandejita con unas pequeñas cosas parecidas a unas galletas
-¿Que son?
-No tengo idea, no sé si son galletas o panecillos, pero me quedan muy bien, se hacen con harina de maíz y se fríen.
-Se ven buenas, ¿dónde aprendiste a hacer todo?
-El té de mi madre, las galletas de maíz (así las bautizó en el momento) y la crema las inventé yo.
-¿Crema?- preguntó ella, y en ese momento el muchacho puso un platito hondo con una crema de un sabor vainilla muy suave.
-Espero te guste- obviamente le gustaron, juntos se acabaron todo, Alejandro procuró que Christina comiera más para recuperarse. -El maíz te ayudará, ya verás.
-Gracias, por todo.
-De nada.
-Alejandro.
-¿Si?
-Cuéntame sobre tu madre.
-¿Exactamente qué?
-¿Como es?
-Bueno, tengo tiempo sin verla, pero es una buena persona, es muy estricta conmigo y mis hermanos, pero sabemos que lo hace porque nos quiere.
-¿Que se siente tener madre?
-Es... bueno, no lo sé, nunca lo había pensado, es un cariño incondicional.
-Eso sentía con mi tía, fue como una madre para mí..
-Imagino que si...

Se produjo un gran silencio en la habitación, pasaron unos segundos hasta que el muchacho comenzó a recoger los platos para lavarlos, le dijo a Christina que durmiera y no se preocupara, el atendería el negocio mañana. Se dieron las buenas noches y Alejandro salió del cuarto cerrando la puerta con seguro. Christina se acomodó y pensó, que pese a ser un poco raro y reservado en su época, Alejandro era una buena persona, una de esas personas que puede ser amiga de quien se lo proponga. Se sintió feliz de tener un amigo así o al menos comenzaba a considerarlo un amigo, la chica no tardó en quedarse dormida con una leve sonrisa en el rostro.

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