Capítulo 8: Alguien nuevo en San Marcos de las Tazas

3 0 0
                                    


- ¿Biblioteca?

- ¿No tienen una? – preguntó Alejandro, mientras terminaba de engrasar las bisagras de la puerta principal.

En la última semana transcurrida ambos jóvenes habían tenido poco trabajo, ya que con la ayuda del joven profesor, las tareas que tomaban al menos un día por realizarse, se cumplían para antes de mediodía. Con un poco de esfuerzo habían logrado mejorar un poco la fachada de la casa de Christina, no es que no tuviera una buena presentación, sino que, con el tiempo libre, decidieron darle una mano de gato. Una nueva capa de laca, nuevas flores al frente del jardín y pintura nueva en la cerca, realmente le daban una imagen más fresca a la casa de la muchacha.

-No, no tenemos biblioteca- respondió Christina mientras le daba a Alejandro un vaso con agua – Pero tal vez el Maestro Nepo tenga algunos libros, él es quien da clases a los niños.

- ¿Enserio? ¿Y dónde vive?

- No muy lejos, ¿sabes?, deberías ir a hablar con él.

- ¿Por qué? - preguntó antes de dar un sorbo al vaso.

-Bueno, entre las clases y su esposa embarazada, debe estar algo agobiado, sería bueno que despeje su mente hablando con alguien de ciencia como tú- Dicho esto y pasado un rato, Christina mandó una nota al Maestro diciendo que visitaría esta tarde a su esposa, ellas eran casi de la misma edad y tenían una buena relación como amigas de varios años atrás.

Llegó la hora y los jóvenes se presentaron en casa del señor Maestro, el hombre se encontraba sentado en la entrada de su casa, preparando una pipa de espuma para comenzar a fumarla. Pese a estar sentado se notaba que era un hombre alto, más alto que Alejandro y de unos años mayor, tenía una mirada bastante imponente, su cabello estaba firmemente peinado hacia atrás, ni un solo cabello se salía de lugar, su piel era un poco más morena que de cualquier otra persona que hubiera en el pueblo, el hombre no debía ser de ningún pueblo cercano. Alejandro se sintió algo intimidado al ver al hombre, pero no fue nada comparado al verlo de pie, era aún más intimidante de lo que aparentaba. Cosa que desapareció al escuchar su voz cuando los saludaba y los invitaba a cruzar la verja de entrada. Era una voz ligeramente ronca, pero cálida y amable. El Maestro les sonrió y cualquier miedo que alguna vez el joven profesor sintió, se había esfumado.

-Maestro, buenas tardes.

-Hola, Christina- dijo el hombre mientras se acercaba a la puerta de la verja sonriendo- me alegro de que nos visiten esta tarde.

- Gracias por recibirnos, sé que la nota fue de último momento.

-Ah, qué va, es un gusto para mí y mi esposa tenerte de visita.

- Muchas gracias, mire, le presento a mi primo, Alejandro.

El joven hasta ese momento se había olvidado de que formaba parte del contexto, simplemente su mente se puso a divagar por un instante, no fue hasta que el Maestro le tendió la mano que reaccionó.

-Maestro Nepomuceno Villa Segoviano, mucho gusto. – dijo el maestro mientras estrechaban manos.

-Alejandro -contestó el joven mientras le saludaba -El gusto es mío, maestro.

- ¿Alejandro? – Preguntó el maestro alargando el tono mientras observaba detenidamente al joven profesor.

- ¿Sí?

- ¿Alejandro qué?

- Alejandro... Agramonte Cruz – contestó esperando responder lo que el Maestro esperaba.

- Muy bien señor Agramonte, bienvenido a su casa, por favor pasen, adelante.

El Maestro les hizo ademán de que entraran y ambos siguieron hacia adentro. La casa era un poco más amplia que la casa de Christina, pero la decoración era muy similar, podría decirse que era el mismo interior. Lámparas de petróleo, chimenea al centro de la sala, cocina y comedor juntos y un pasillo que conectaba con las habitaciones al fondo. Ambos jóvenes se sentaron en la sala mientras el Maestro iba a la habitación por su esposa. Alejandro seguía apreciando cada detalle del interior de la casa con la mirada mientras que Christina esperaba al borde del sillón sentada en ángulo recto.

Viajes De NaranjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora