Capítulo 7: La magia de la música.

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(Hola, nuevamente soy yo, el autor. Para este capítulo me gustaría que escuches dos canciones que a continuación nombraré. De antemano te digo, que esto de incluir canciones en la lectura se volverá un habito en esta historia. Pienso que ayudan a dar una mejor experiencia. Conforme leas la historia, sabrás en que parte reproducirla. Disfruta del capítulo y muchas gracias por leer.)

-"In The Mood" de Gleen Miller.

-"Moon River" de Henry Mancini.


Ese mismo día, pero siendo ya de tarde, Christina se sentía con suficientes fuerzas como para ponerse a hacer labores de hogar, pero se dio con la sorpresa de que Alejandro ya había hecho todo lo que pendiente por hacer, incluso había ido a surtir la despensa. Ella se sorprendió de que Alejandro hubiera tomado la iniciativa de ir por el pueblo el solo, sin embargo, se le veía muy serio y apenas le dirigía la mirada, no parecía que estuviera enojado con ella, más bien parecía estar avergonzado, era de entenderse por la escena ocurrida en la mañana.

-Veo que ya despertaste- dijo el muchacho al verla de pie en la sala - ¿Cómo te sientes?

-Mejor, aunque, tengo hambre.

-Imaginé que despertarías con hambre- Le hizo ademán de que se sentara a la mesa, cosa que ella hizo algo incomodada pues por lo general ella era quien estaba a cargo de la cocina. – Supuse que un caldo te vendría bien-. Había preparado caldo de albóndigas, algo que la muchacha jamás había probado, de hecho, ni siquiera conocía las albóndigas.

- ¿Qué es esto? – preguntó mirando el plato mientras sentía como se le hacía agua la boca.

- Caldo de albóndigas, receta de mi madre.

- No las conozco.

- Bueno, pruébalas y dime que tal.

Quedó fascinada con el sabor, además con el hambre le sabían a gloria. Iba a la mitad del plato cuando se dio cuenta que Alejandro no la acompañaba en la mesa -No te preocupes, yo ya comí hace rato- dijo el chico mientras revisaba que otra cosa que pendientes había en casa, mas ya no había nada por hacer.

El resto de la tarde pasó lenta, apenas y se dirigieron la palabra, había un leve ambiente de aburrimiento por alguna razón, como si la magia de estar en el pasado, y la de tener a un viajero del tiempo se hubiera acabado. Alejandro le dio varias leídas al periódico tratando de encontrar algo nuevo, pero por más que lo intentaba no encontraba nada interesante. Tenía ganas de al menos escuchar la radio, pero la primera transmisión ocurriría hasta dentro de diecisiete años, comenzaba a extrañar un poco de la vida en su época.

- ¿Qué haces para no aburrirte? – dijo mientras miraba hacia el techo con mirada vacía.

- Bueno, siempre tengo que hacer en casa, pero tú has acabado con todo muy pronto- contestó Christina con aire aburrido y resentido.

- Bueno, de nada... Sabes, yo ya te conté sobre el futuro, ¿Por qué no me cuentas un poco más de esta época?

- ¿Qué más puedo contarte? Posiblemente tú sabes más que yo.

Y eso era cierto, pues él había investigado bien el lugar al que iría, realmente no había nada que hacer. De pronto se le ocurrió una gran idea, fue hacia las ventanas y corrió las cortinas, luego se sentó en el suelo y sacó su teléfono del lugar donde lo había guardado, Christina le dirigió la mirada sobre las gafas y se acomodó un poco más cerca de el para intentar ver que hacía.

- ¿Te parece si pongo algo de música? – le dijo mientras buscaba algo que no fuera muy ruidoso, o que pudiera asustar a Christina.

- ¿Pero y si alguien escucha? – sin darle importancia a que el teléfono ahora pudiera reproducir música.

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