Un nuevo día en San Marcos de las tazas, la mañana va despertando junto con el sol, sus rayos color ámbar y dorados empiezan a acariciar los techos de las casas y las hojas de los árboles. Las nubes se pintan junto con el amanecer de un precioso color rosa y plomo, estas, acompañan al sol abriéndole un sendero que a la vista es una maravilla, las flores comienzan a levantarse y presumir sus colores, el olor a humedad nocturna está presente y junto con el olor a tierra mojada, produce una sensación de que la semana inicia bien para todo el pueblo de San Marcos de las tazas. El día para Alejandro inicia desde más temprano, puesto que además debía hacer los deberes de Christina. El puesto se abrió a la hora que debía, la gente corrió al puesto no especialmente para comprar, fue sobre todo para saber qué pasó con Christina, ella nunca faltaba a su puesto, a lo que Alejandro les explicó que había pescado un resfriado. La gente del pueblo se calmó, poco a poco el joven profesor se había ganado la confianza de los habitantes, le parecía un poco exagerado a su parecer que se hubieran alarmado de esa manera al no ver a Christina, pero era una comunidad pequeña, todos cuidaban de todos.
La venta acabó, el puesto fue recogido y Alejandro entró a preparar el desayuno, no quiso despertar a Christina hasta que la comida estuviera lista, preparó huevos revueltos, tortillas hechas a mano y como era de esperarse; jugo de naranja, aunque él hubiera preferido un café bien cargado. Después de preparar el desayuno se sentó un momento en el sillón de la sala para descansar, no había tomado un momento desde que había despertado. Solo se sentó unos segundos, hizo su cabeza hacia atrás y bostezó. Decidió servir el desayuno, pero no sabía si ir a despertar a la chica o esperar a que saliera, pensó en desayunar solo y luego atenderla, pero tal vez eso sería descortés; además que el desayuno se enfriaría. Por fin se decidió y fue a su cuarto para despertarla, se jugaría la vida nuevamente al forzar la cerradura. Una vez que abrió la puerta y entró a la habitación, notó como un rayo de sol entraba por un espacio entre las cortinas de la ventana y daba directamente a la cabeza de la muchacha. Se acercó y apartó la olla del alcance de Christina por si al despertarla se enojaba y amenazaba con golpearlo. Le tocó el hombro y le habló para despertarla, pero igual que en la noche anterior, no despertaba. -Se robaron las naranjas- dijo el mientras se retiraba un poco del posible peligro de la reacción de ella, pero sin embargo, no hizo ademán de levantarse, de hecho, pareciera que no la escuchó, así que intentó nuevamente -Christina, la tormenta arrancó un árbol anoche- Siguió sin despertar... Intentó con otras frases como "Se secaron los árboles" "Se está quemando el puesto" "Se metieron a robar" pero por más que intentara ella no respondía, lo cual hizo que se preocupara.
Decidió voltearla para verla bien, pero al tocarla para darle la vuelta, la sintió fría... Estaba más pálida que la noche anterior. No podía creer lo que estaba viendo, retrocedió y una lágrima corrió por su mejilla, sintió el cuerpo helado y como la sangre se le congelaba, no hallaba palabras para decir, quería gritar por ayuda, pero no podía pronunciar ninguna frase, su cuerpo no respondía para correr a pedir ayuda, solo sus ojos eran testigos. Decidió no hacer suposiciones y apenas pudo hacer un movimiento salió a buscar ayuda. Salió corriendo de la casa con todas sus fuerzas, se tropezó al salir de la casa y cayó a la banqueta. Una señora que pasaba se acercó a ayudarlo y le preguntó que pasaba, Alejandro le dijo que vio y ella corrió a pedir ayuda, no sin antes decirle que se quedara sentado en la banqueta. Por la mente de Alejandro pasaban mil y una cosas, no podía ser cierto, tal vez no le había pasado nada, tal vez solo ella de alguna forma baja su temperatura corporal al dormir, de hecho, ni siquiera comprobó si respiraba, quería hacerlo, pero no podía entrar a la casa, podría generar problemas.
La señora no tardó más de un minuto en volver con un hombre, pero para el muchacho le parecieron milenios, sentía que el mundo se le venía abajo, pese a conocerla unos pocos días, se sentía pésimo, ese resfriado se había hecho pulmonía, como no pudo imaginar que algo así podría pasar, las lágrimas le seguían brotando lágrimas de los ojos, la señora se acercó con un hombre alto y barba blanca, traía un maletín.
-Joven- dijo la señora -Él es mi marido, el Doctor Salvador.
- ¿Por dónde? - dijo el señor
-Re..recto... a.... al fondo- contestó Alejandro entre sollozos, intentando levantarse para entrar con el doctor, pero este le dijo que se quedara afuera a esperar. ¿Cómo que a esperar?, ¿Cómo podía decirle eso? ella era su amiga, la única amiga que había tenido en mucho tiempo, a duras penas se controló para permanecer fuera. Pasaron unos minutos cuando el Doctor salió de la casa con la cabeza agachada, miró a Alejandro con los ojos rojos, y dijo una palabra que hizo que el mundo se derrumbara.
-Murió...
Alejandro se dejó caer al suelo, juntó las piernas poniéndose en posición fetal y llorando en silencio, pero se manera serena, miraba la calle y las lágrimas le brotaban más por su cara caliente e hinchada.
-Hijo- dijo el Doctor -No es tu culpa, tuvo un paro respiratorio.
-Es mi culpa- dijo el muchacho con lágrimas en los labios.
-No lo es, no pienses eso, ella murió dormida, así que no sufrió.
-Si no hubiera aceptado salir a pasear no hubiera pasado esto, sino hubiera caído en su patio no me hubiera conocido, no estaría muerta- decía entre sollozos.
- ¿Caer en su patio?
- Olvídelo, ¿Cuánto le debo? – repuso el muchacho tratando de componerse.
-No te preocupes, enserio lo lamento, pero ten esto- y el hombre le dio una hoja color café claro con un encaje negro impreso a Alejandro. - Es la constancia médica de defunción, deberás presentarla en el registro civil para que inicien los trámites para un funeral.
Dicho esto, el hombre le puso la mano en el hombro al muchacho como un tipo de consuelo, y se retiró. Alejandro seguía sin poder creerlo, entró a la casa y se dirigió al cuarto donde yacía el cuerpo de Christina, la puerta estaba cerrada y no tenía los ánimos para poder entrar, no tenía mucho de conocerla, ¿Por qué sentía tanto dolor entonces? ¿por qué el sentimiento de culpa? Tomó la perilla de la puerta y entró al cuarto, al ver la escena, arrugó el papel que aún traía en mano; Christina seguía en su cama, cubierta con una sábana hasta la cabeza, el rayo de luz ya no estaba, el ambiente estaba muy sereno y melancólico.
- ¿Por qué? - dijo el muchacho entre sollozos. Poco a poco se fue acercando al cuerpo y chorreando lágrimas por su rostro quitó la sabana. Christina parecía que aún seguía dormida, estaba igual de hermosa que nunca pero un poco más pálida; esa era la única diferencia, pareciera que en cualquier momento iba a despertar y regañarlo por haber entrado a su cuarto sin permiso, del mismo modo que lo había hecho la noche anterior.
De pronto, sintió como si el suelo se le hubiera movido, las lágrimas se le cortaron, fue una sacudida brusca que tuvo réplicas más fuertes aún. A lo lejos se podía escuchar una voz muy débil. Las sacudidas perduraron más y más intensificándose, se tiró al suelo y se metió bajo la cama pensando que era un terremoto. De pronto sintió un dolor caliente en el rostro, fue que se hizo tan intenso que lo obligó a abrir los ojos muy fuertes. De pronto todo volvió a donde todo había iniciado. Alejandro estaba sentado en el sillón de la sala, sentía la cara adolorida y caliente, los ojos húmedos y respiraba de manera agitada, sus gafas estaban tiradas en el suelo, así que veía borroso, pero una mano se las puso en la cara, luego de enfocar la vista, vio a Christina cubierta con una manta hasta el cuello; Alejandro se había quedado dormido.
- ¿Qué te pasa? gritabas como loco- dijo ella asustada y un poco molesta por los gritos.
- ¿Que? - dijo el con voz queda y mirando a Christina de cabo a rabo con la mirada atónita.
-Parece que tenías una pesadilla, estabas llorando. Creo que te quedaste dormido.
Alejandro se levantó y abrazó a Christina tan fuerte, que no le dio oportunidad de poder moverse para golpearlo con la olla, ella se quedó sorprendida.
-No estás muerta- dijo el muchacho sin poder creerlo mientras una ligera sonrisa se le dibujaba en el rostro.
-Si lo estoy, pero de hambre, espero hayas hecho el desayuno- Alejandro rio un momento y sirvió el desayuno. Le contó el sueño que tuvo y ella quedó sorprendida, fue una plática interesante para el desayuno. Después, ella se fue a recostar de nuevo pues se sentía indispuesta aún, pero solo un poco. De vuelta en su cama no dejaba de pensar en el sueño de Alejandro y se dijo: "¿Que tanto me odiará como para matarme en un sueño?, o ¿Acaso me querrá como para haber llorado de verdad? está loco."
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Viajes De Naranjo
RandomEs el año 1889, la vida es sencilla y tranquila en un pequeño pueblo, la gente es honrada, honesta y trabajadora. Nada fuera de lo normal pasa, excepto para una chica que por azares del destino, se verá en una complicada situación gracias alguien qu...